Alex
El día apenas comenzaba y yo ya sentía el peso de las decisiones y secretos que rondaban esta casa. Me levanté temprano, aún con el sabor del beso de Alessandra en mis labios y la frialdad de sus palabras resonando en mi mente. Me dirigí al comedor, esperando encontrar algo de normalidad en el desayuno.
Para mi sorpresa, Alessandra ya estaba allí, sentada con una expresión de serenidad que sabía era fingida. Sus ojos evitaban los míos, pero yo no podía dejar de mirarla, tratando de descifrar sus verdaderos sentimientos.
Daniel se aclaró la garganta y rompió el silencio con un tono de voz autoritario.
—Alessandra, esta noche será tu pedida de mano —anunció, sin preámbulos—. He hablado con los padres de Sebastián y vendrán a cenar. Será una reunión familiar, sin grandes fiestas.
Sentí un nudo en el estómago mientras esperaba su respuesta. Alessandra levantó la mirada y, con una calma que no esperaba, asintió.
—Está bien, papá —dijo, su voz firme pero sin emoción—. Pero no habrá ninguna fiesta, solo seremos nosotros y los padres de Sebastián.
La tensión en la mesa era palpable. Sabía que detrás de esa aceptación había una lucha interna que ella estaba ocultando. Mi mente volvía a las palabras que habíamos intercambiado en el gimnasio, a la forma en que sus labios habían respondido a los míos.
—Me parece razonable —respondió Daniel, satisfecho con su respuesta—. Será una noche tranquila.
El resto del desayuno transcurrió en silencio. Mis pensamientos estaban centrados en Alessandra, en el dolor que veía en sus ojos a pesar de su intento de disimularlo. No podía evitar sentir que algo más estaba ocurriendo, algo que ella no estaba compartiendo.
Después de desayunar, me levanté y salí al jardín, necesitaba aire fresco para despejar mi mente. Sabía que la situación con Sebastián y el compromiso forzado era más compleja de lo que parecía. Y la idea de perder a Alessandra, de verla casarse con otro hombre, me estaba volviendo loco.
La noche se acercaba y con ella, la confirmación de un compromiso que ninguno de los dos deseaba. Estaba decidido a descubrir la verdad, a entender por qué Alessandra estaba aceptando algo que claramente no quería. La única forma de hacerlo era confrontarla nuevamente, y esta vez no permitiría que sus mentiras me alejaran.
La noche había caído y la tensión en la casa era palpable. El comedor estaba decorado de manera sencilla, reflejando la reunión íntima que había solicitado Alessandra. Me encontraba en el salón con ella, Eloisa, y los padres de Sebastián, esperando que Daniel y Sebastián terminaran su conversación privada.
Alessandra se veía impecable en un vestido azul oscuro, elegante pero modesto. Su expresión era impasible, una máscara perfecta que ocultaba cualquier emoción. Me acerqué a ella, incapaz de ignorar la necesidad de estar a su lado en este momento.
—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.
—Sí, Alex —respondió, sin mirarme—. Todo está bien.
Pero sabía que no lo estaba. Podía sentir la lucha interna que libraba. Sebastián, por otro lado, parecía estar manejando la situación con una calma que me resultaba inquietante. Había algo en su mirada que sugería que tenía un plan, algo que no había compartido con nadie.
Los padres de Sebastián, sentados en el sofá, parecían satisfechos con la situación. Eran una pareja elegante, claramente acostumbrada a la opulencia y el poder. Eloisa, como siempre, se mostraba altiva y fría, sin dejar de dirigir miradas despectivas hacia Alessandra.
Finalmente, la puerta del despacho de Daniel se abrió y Sebastián salió, seguido de mi suegro. La expresión de Daniel era indescifrable, pero había un aire de determinación en sus movimientos.
—Hemos llegado a un acuerdo —anunció Sebastián, dirigiéndose a todos nosotros—. Daniel y yo hemos discutido los términos del compromiso y estamos de acuerdo en seguir adelante.
La declaración cayó como una losa en el salón. Alessandra permaneció en silencio, sus manos entrelazadas en su regazo. Pude ver el esfuerzo que hacía para mantener la compostura.
—Es un honor unir nuestras familias —dijo el padre de Sebastián, levantándose para estrechar la mano de Daniel—. Estamos seguros de que este compromiso será beneficioso para todos.
Daniel asintió, pero su mirada se dirigió a Alessandra, esperando alguna reacción. Ella simplemente asintió, sus ojos fijos en el suelo.
La tensión seguía aumentando y sentí que debía hacer algo para aliviar la atmósfera.
—Felicidades a ambos —dije, tratando de mantener un tono neutral—. Es una unión importante.
Sebastián me lanzó una mirada que no pude interpretar del todo, pero parecía complacido. Mientras tanto, Eloisa se levantó y se dirigió a Alessandra.
—Debes estar emocionada, querida —dijo, su tono gélido—. Es un gran honor.
Alessandra la miró con frialdad, pero no respondió. Sentía la necesidad de protegerla, de alejarla de esta situación que claramente la estaba destrozando. Pero sabía que debía ser paciente, que este no era el momento adecuado para intervenir.
La conversación continuó en el salón, con todos tratando de mantener una apariencia de normalidad. Pero yo no podía dejar de observar a Alessandra, buscando algún indicio de lo que realmente sentía. Sabía que esta noche marcaría un antes y un después, y estaba decidido a no perderla de vista, a estar allí para ella, sin importar lo que ocurriera.