Entre Deseo Y Redencíon

Capitulo 16

Alessandra

Mientras Aurora se sentaba frente a mí, mi mente estaba en un torbellino de emociones. La incredulidad y la confusión se mezclaban con una profunda tristeza y un destello de esperanza. Ver a mi madre después de tantos años me hacía sentir como si el tiempo se hubiera detenido, pero al mismo tiempo, me hacía cuestionar todo lo que creía saber sobre mi pasado.

A lo largo de estos veinte años, había aprendido a aceptar la ausencia de mi madre como una verdad inmutable. La recuerdo como una sombra en mi memoria, una presencia que había sido remplazada por el dolor y la incertidumbre que dejó su partida. La idea de que estaba viva y, en este instante, frente a mí, parecía casi una fantasía irreal.

A pesar del alivio inicial, una oleada de emociones contradictorias me invadió. El vacío dejado por su ausencia había sido un espacio que intenté llenar con recuerdos difusos y dolorosas adaptaciones a mi nueva realidad. La idea de que mi madre había estado viva durante todo este tiempo me resultaba casi imposible de aceptar.

La imagen de mi madre, con su elegante porte y su mirada sabia, contrastaba con el dolor de haber creído que ella había sido arrebatada de mi vida para siempre. Me sentía abrumada por la mezcla de sentimientos, entre el deseo de abrazarla y las preguntas sin responder que atormentaban mi mente.

—¿Cómo pudiste? —pregunté en voz baja, intentando mantener la compostura mientras la tristeza y la frustración se entrelazaban en mi voz—. ¿Por qué no me dijiste que estabas viva? ¿Por qué no intentaste encontrarme?

Aurora me miró con ojos llenos de arrepentimiento y dolor. Sabía que había una historia detrás de su ausencia, pero en ese momento, cada palabra que salía de sus labios parecía ser insuficiente para llenar el vacío que había dejado su partida. Me sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla que no podía despertar, donde cada revelación traía consigo más preguntas.

—Alessandra, lo siento. —dijo Aurora con voz temblorosa—. Las circunstancias eran complicadas. Tu padre y yo... tuvimos que tomar decisiones difíciles. Quería protegerte, pero la verdad es que no supe cómo.

Las palabras de mi madre eran como una mezcla de consuelo y dolor. Mientras hablaba, me encontré deseando desesperadamente entender su perspectiva, pero también me sentía traicionada por la vida que había vivido sin ella.

El tiempo que pasé sin mi madre había moldeado mi vida de maneras que nunca imaginé. Ahora, enfrentándome a la realidad de su presencia, me sentía como si estuviera de pie en una encrucijada emocional. Mi corazón anhelaba la conexión perdida, pero también luchaba con la incertidumbre y el resentimiento por el tiempo que nos había sido arrebatado.

Me esforzaba por encontrar un equilibrio entre el deseo de reconectar con mi madre y el dolor de la ausencia que había definido mi vida durante dos décadas. Sentía un nudo en el estómago y una tristeza que no podía ser expresada con palabras, mientras mi mente trataba de reconciliar la madre que había imaginado con la mujer que tenía frente a mí.

Mirando a Aurora, me di cuenta de que la verdad no era simple ni clara. Las emociones eran complejas y el proceso de sanar las viejas heridas tomaría tiempo. Sin embargo, en medio de la confusión y el dolor, había un resquicio de esperanza, una oportunidad para reconstruir lo que se había perdido y, tal vez, encontrar una forma de avanzar juntos hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.

Sentada frente a mi madre, observé sus rasgos con una mezcla de dolor y anhelo. La mujer a la que había creído perdida por tanto tiempo estaba ahora a mi alcance, y sin embargo, sentía que entre nosotras se extendía un abismo. Un abismo lleno de dudas, de preguntas sin respuesta, y de una verdad que necesitaba desesperadamente conocer.

Respiré profundamente, tratando de calmar el temblor en mi voz antes de hablar.

—Necesito saber por qué, mamá —dije al fin, el nudo en mi garganta haciendo que mis palabras salieran quebradas—. Daniel solo me dijo que fue por mi bien, pero eso no es suficiente. Veinte años pensando que estabas muerta, que te habían arrancado de mi vida de la forma más cruel posible... No puedo simplemente aceptarlo sin saber por qué.

Aurora bajó la mirada, como si mis palabras fueran cuchillas que atravesaban su alma. Parecía más vulnerable de lo que la recordaba, como si los años hubieran añadido no solo canas a su cabello, sino también un peso invisible que curvaba sus hombros.

—Alessandra, fingir mi muerte no fue una decisión que tomé a la ligera —comenzó a decir, su voz temblando con cada palabra—. Fue una medida extrema, una decisión que tomé para protegerte a ti y a Daniel.

La miré incrédula, la rabia mezclándose con la confusión. ¿Protegernos? ¿De qué?

—Había amenazas, Alessandra —continuó Aurora, su voz más firme ahora, como si hubiera encontrado una decisión interna—. Personas peligrosas que querían hacerle daño a nuestra familia. Daniel y yo estábamos involucrados en negocios que no eran seguros. Las cosas se salieron de control, y pensé que la única manera de mantenerlos a salvo era desaparecer.

—¿Qué clase de amenazas? —pregunté, mi mente tratando de hilar las palabras de mi madre con la realidad que había conocido. Daniel nunca me habló de problemas o de personas peligrosas. Siempre me mantuvo alejada de cualquier cosa que pudiera lastimarme.




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