Alex
Las horas pasaron mientras las niñas se divertían en la playa, riendo y jugando con la espuma del mar. Pronto, el cansancio comenzó a hacer mella en ellas. Una tras otra, sus risas se fueron apagando hasta que Emma y Samantha se acurrucaron en la arena, exhaustas.
Alessandra y yo nos acercamos a las niñas y, con cuidado, las levantamos y las llevamos de regreso a su habitación. El trayecto a través de la casa fue tranquilo, y el suave murmullo del mar proporcionaba un fondo relajante a nuestro paseo. Las niñas se acomodaron en sus camas, y Alessandra y yo las cubrimos con ternura antes de apagar las luces.
Una vez que las niñas estaban dormidas, Alessandra y yo nos dirigimos de nuevo hacia la playa. La noche estaba calmada, y la brisa del mar era suave y reconfortante. Alessandra se sentó en la orilla, mirando el horizonte estrellado, y yo la seguí, sintiendo una profunda sensación de paz.
Me acerqué a ella, rodeando su cintura con mis brazos. La miré a los ojos, y con un gesto lleno de cariño, la levanté en brazos, llevándola hacia el agua. Alessandra soltó una risita, sorprendida, mientras yo la sumergía suavemente en el mar.
El agua estaba tibia y envolvía nuestros cuerpos, creando una sensación de ligereza y libertad. Alessandra me miraba con una mezcla de sorpresa y felicidad, y me inclinaba hacia ella, besándola con ternura.
—Gracias por estar aquí con nosotros —le susurré mientras nos abrazábamos en el agua—. Esta noche, este momento… todo es perfecto gracias a ti.
Alessandra sonrió, y en sus ojos pude ver un destello de emoción y gratitud.
—Yo también estoy agradecida —respondió, envolviéndome en un abrazo—. Gracias por hacer de esta noche algo tan especial.
Nos sumergimos juntos en el agua, disfrutando del silencio y de la compañía mutua. Las olas nos rodeaban suavemente, y la noche estrellada nos envolvía en una burbuja de tranquilidad. En ese momento, sentí que todo estaba en su lugar, que la vida estaba llena de posibilidades y de belleza, y que, a pesar de los desafíos, estábamos construyendo algo realmente hermoso juntos.
El mar nos envolvía mientras nos abrazábamos, y las estrellas parpadeaban sobre nosotros como testigos silenciosos de nuestra intimidad. Sentí la necesidad de acercarme aún más a Alessandra, el deseo que sentía por ella más vivo que nunca. Me incliné hacia ella, sintiendo el latido acelerado de mi corazón.
Nuestros labios se encontraron en un beso profundo y lleno de pasión. Cada contacto era una mezcla de ternura y deseo, un reflejo de lo que sentía por ella. Alessandra respondió al beso con igual intensidad, sus manos se enredaron en mi cabello, tirando de mí hacia ella con una urgencia que me hizo sentir aún más conectado con ella.
Me separé ligeramente, mirándola a los ojos con intensidad, buscando en su mirada una señal de sus verdaderos sentimientos.
—¿Estás segura? —le pregunté, mi voz un susurro cargado de emoción y preocupación.
Alessandra me miró con una expresión de determinación y cariño. Su mirada era clara, sin vacilación, y en sus ojos pude ver la profundidad de su deseo y su amor por mí.
—Sí, estoy segura —dijo, su voz firme y suave a la vez—. Más que nunca.
Su respuesta fue todo lo que necesitaba escuchar. La atraje nuevamente hacia mí, nuestros labios se encontraron en un beso aún más apasionado, y me sumergí en el momento, sintiendo que el deseo y el amor que compartíamos eran la fuerza que nos unía, la que nos daba esperanza y renovaba nuestro compromiso.
En la tranquilidad del mar, con el cielo estrellado sobre nosotros, sentí que todo encajaba. El futuro se llenaba de promesas y posibilidades, y en los brazos de Alessandra, supe que estábamos listos para enfrentar todo lo que viniera, juntos.
Nuestros besos se volvieron más ardientes y urgentes, como si el mar y las estrellas fueran testigos silenciosos de nuestro deseo creciente. Cada caricia, cada toque, nos acercaba más a un punto de no retorno. El agua fría del mar se convirtió en una simple bruma en comparación con el calor que sentíamos el uno por el otro.
Sujeté a Alessandra con firmeza, mis manos envolviendo su cintura mientras sus piernas se rodeaban alrededor de mi torso. La cargué suavemente, sintiendo su respiración entrecortada en mi cuello, y la llevé hacia la orilla. Su risa suave y los susurros de su emoción solo aumentaron mi deseo de complacerla.
Al llegar a la habitación, la puerta se cerró detrás de nosotros con un suave clic. Con un gesto decidido, me dirigí hacia la cama, colocando a Alessandra sobre las sábanas con una suavidad que contrastaba con la intensidad de nuestro deseo. Continuamos besándonos, nuestras bocas encontrándose en un baile de pasión y ternura. Sus manos exploraban mi piel, mientras yo me perdía en el calor de su cuerpo y en la profundidad de sus ojos.
Cada beso nos llevaba más allá de la emoción inicial, transformándose en un deseo más profundo y necesario. Las caricias se volvieron más intensas, y el contacto de nuestras pieles encendió una chispa que parecía desbordar todos los límites. La habitación se llenó de la intensidad de nuestros sentimientos, y nos entregamos el uno al otro sin reservas.
La noche se convirtió en un juego de descubrimientos y emociones compartidas, donde el mundo exterior dejó de existir. Solo éramos nosotros, unidos en una conexión que iba más allá de lo físico, algo que sentía como una unión definitiva de nuestras almas y corazónes..