Entre Deseo Y Redencíon

Capitulo Final

Me desperté lentamente, sintiendo una ligera cosquilla en mi nariz que me hizo arrugar la cara. Parpadeé un par de veces, aún entre sueños, y lo primero que vi fue la sonrisa traviesa de Samantha, inclinada sobre mí con una plumita en la mano. A su lado, Emma reía en silencio, cubriéndose la boca con sus pequeñas manitas.

—¡Mamá, despierta! —dijo Samantha en un susurro cómplice, como si estuviéramos conspirando en algún secreto.

Me incorporé ligeramente, todavía medio adormilada, y fue entonces cuando lo vi. Alex estaba al pie de la cama, con esa sonrisa cómplice que tanto me encantaba, observando la escena con una mirada llena de ternura. Me crucé de brazos, fingiendo estar molesta, aunque era imposible no sonreír ante la imagen de mis tres amores conspirando para despertarme de esa manera.

—¿Así es como me despiertan el día de hoy? —pregunté, levantando una ceja, pero con una sonrisa que traicionaba cualquier intento de aparentar seriedad.

—¡Sí, mamá! —gritó Emma, subiendo a la cama y lanzándose sobre mí con sus bracitos abiertos, llenándome de besos en las mejillas.

—Nos pareció una buena idea —dijo Alex con esa voz grave que siempre me derretía, mientras se acercaba al borde de la cama—. Las niñas querían sorprenderte.

Samantha soltó una carcajada antes de lanzarse también sobre mí, abrazándome fuerte. No pude evitar reírme mientras las dos se acomodaban a mi lado, llenándome de mimos y cosquillas.

—Bueno, misión cumplida —dije entre risas—. Estoy completamente despierta.

Alex se sentó al borde de la cama y me miró con esa mirada que siempre hacía que mi corazón se acelerara. Con un suave movimiento, tomó mi mano y la besó, sus ojos reflejando todo el amor que sentía por mí.

—No hay mejor forma de despertarse que rodeada de nuestras pequeñas y tú —dijo, con una sonrisa que me hizo sentir mariposas en el estómago.

Me incliné hacia él y lo besé suavemente, disfrutando del momento, mientras las niñas nos miraban con curiosidad. Era una de esas mañanas que sentía que lo tenía todo: amor, familia, y la promesa de un futuro juntos.

—Está bien, chicas —dije finalmente, acariciando el cabello de Samantha y Emma—, ¿y ahora qué sigue? ¿Desayuno en familia?

—¡Sí! —respondieron al unísono, riendo mientras se bajaban de la cama y corrían hacia la puerta.

Alex y yo nos miramos con una sonrisa cómplice antes de levantarnos. Estos momentos simples, rodeados de quienes más amábamos, eran todo lo que necesitábamos.

Bajamos a la cocina juntos, con las risas de las niñas aún resonando por el pasillo. Alex me tomó de la mano mientras caminábamos, y no pude evitar sonreír. Todo parecía encajar perfectamente. Nos esperaba una vida juntos, y esos momentos cotidianos, como preparar el desayuno en familia, se sentían como pequeños tesoros.

Llegamos a la cocina, y Alex me soltó solo para ir a buscar los ingredientes en la nevera. Me apoyé en la encimera, observándolo moverse con una soltura que me encantaba. A pesar de su porte serio y dominante, en estos pequeños detalles me recordaba que también tenía un lado tierno, algo que solo yo conocía de verdad.

—¿Qué te parece si hacemos unas tortitas para las niñas? —dijo Alex mientras sacaba la leche y los huevos—. Sé que les encantan.

—Me parece perfecto —respondí, acercándome para ayudarlo a batir la mezcla—. Las tortitas son su plato favorito.

Nos movíamos juntos en la cocina, como si fuera una danza perfectamente ensayada. Mientras yo añadía un poco de harina, Alex preparaba la sartén. Cada tanto, me lanzaba una mirada, de esas que hacían que mi corazón latiera más rápido.

—He estado pensando en algo —dijo de repente, con tono casual, mientras vertía un poco de la mezcla en la sartén.

—¿Ah, sí? —le respondí, curiosa.

—Cuando nos casemos, quiero contratar a alguien que se encargue de la casa —dijo, levantando la vista hacia mí—. Alguien que cocine y limpie, para que no tengas que preocuparte por esas cosas. Quiero que te concentres en lo que realmente disfrutas, y en las niñas, claro.

Lo miré sorprendida, pero con una sonrisa suave. Sabía que Alex siempre pensaba en todo, pero escuchar lo cuidadoso que era con cada detalle de nuestra vida juntos me emocionaba.

—Eso suena bien —admití, acercándome a él mientras vigilaba las tortitas—. Aunque me gusta hacer esto contigo, preparar el desayuno, compartir estos momentos. Pero tener a alguien que se encargue del resto, definitivamente no suena mal.

Alex se giró hacia mí, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Me tomó por la cintura y me acercó un poco más a él.

—Siempre podremos seguir haciendo el desayuno juntos —dijo con voz baja, casi en un susurro, mientras me miraba a los ojos—. Pero quiero asegurarme de que no tengas que preocuparte por nada más. Quiero que todo sea perfecto para ti, para nosotras.

Le devolví la sonrisa y le pasé los brazos alrededor del cuello, dejándome envolver por ese instante. No era solo su preocupación por los detalles lo que me conmovía, sino la manera en la que siempre ponía mi bienestar, y el de las niñas, por delante.

—Eres increíble, ¿lo sabías? —le susurré antes de darle un beso suave—. Me haces sentir tan cuidada, tan amada.




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