Mi viaje inicia impulsivamente, cuando hace ya un par de años tuve una discusión con quien era en ese momento mi pareja, la pelea comenzó por razones que ahora ni siquiera recuerdo. Sólo sé que cansada de tantos momentos negativos, tomé algunas cosas, las metí en una maleta y sin mirar atrás subí en mi auto conduciendo sin rumbo fijo.
Estaba tan saturada de mi vida, mi familia y mi trabajo que no lo pensé, simplemente me fui de aquel lugar al que nunca consideré un hogar.
Maneje durante horas hasta que mi paisaje cambió quedando atrás la gran ciudad, dando paso a una vegetación abundante y hermosa, mientras más lejos me encontraba del lugar de partida más livianas se hacían mis cargas, dejando en su lugar una paz que no sabía que anhelaba.
Todo parecía perfecto hasta que sucedió, en ese camino poblado de árboles y montañas cayó una gran roca en la carretera que casi impacta con el vehículo, por instinto gire el volante pero al hacerlo choque contra un árbol.
Por suerte al no ir a una gran velocidad el golpe no fue algo grave o por lo menos no para mi… el auto por otro lado no quedó en condiciones para seguir.
Salí del carro un poco magullada observando con detalle mi entorno, donde sólo pude ver árboles a mi alrededor, ni una sola casa en las cercanías.
Esperé a un lado de la carretera por lo que parecieron horas, mientras algunos autos pasaban e ignoraban mi estado, la frustración se apoderó de mí mientras mi cerebro pensaba "¿Les cuesta mucho detenerse para ayudar?".
Y como si algo se iluminara en mi mente pensé en cómo es la vida en la ciudad, allí todos estamos tan ocupados con el trabajo, la familia y demás responsabilidades que a veces no nos detenemos porque siempre tenemos cosas más importantes que atender.
Fue entonces cuando repentinamente volvió a mí un recuerdo.
Sucedió hace tal vez unos 4 años, me encontraba tomando el tren con dirección a mi trabajo, allí todos nos apresurabamos para llegar temprano a nuestro destino, en esa prisa las personas derribaron a un señor mayor y sólo unos pocos se tomaron la molestia de ayudarlo, mientras que yo fui una de los que siguió su camino.
Ahora, accidentada en un lugar que no conozco, totalmente sola y sin batería en mi teléfono me doy cuenta que muchas veces no ayudamos pero cuando estamos en problemas deseamos desesperadamente que alguien nos ayude.
Pasaron las horas y empezó a caer la noche, el viento soplaba trayendo consigo el frío que empezaba a helar mi piel. Comencé a ponerme nerviosa en medio de aquella oscuridad caminando de un lado a otro. Por fortuna, suerte o una obra divina una camioneta se detuvo y una pareja de aproximadamente unos 50 años me invitó amablemente a pasar la noche en su hogar.
Me dieron algo de comida, una habitación y buena compañía, fue una noche agradable donde casi olvide que el auto estaba abandonado a medio camino.
Al día siguiente cuando les quise pagar por su ayuda me dijeron lo siguiente:
"No tienes que pagarnos, hoy te ayudamos a ti pero mañana alguien más nos ayudará a nosotros"
Eso me dejó pensativa, existen personas que sin saber que clase de loca pudo llegar a ser la chica que estaba en el camino, le tienden la mano amablemente.
Totalmente agradecida me fui esta vez en un autobús pues mi auto quedó inservible, hospedandome en un hotel cercano a la orilla del mar, allí conocí a una chica muy particular con la que quizá, tú amigo lector te sientas identificado.