Capítulo IV

Sentada en un parque bajo la sombra de grandes árboles observo y escucho como una madre consuela a su pequeña niña quien intentó jugar con otras pero no  logró entrar en el pequeño grupo.

Con una paciencia infinita la madre le dice: "hija si algunos niños no quieren jugar contigo no llores, sólo busca a otros con quien jugar y verás que alguien querrá estar contigo, no siempre podrás ser amiga de todos y eso está bien".

Esta vez más calmada la niña se dirige a otro grupo y efectivamente comienzan a jugar tranquilamente.

Esta situación permite que el viaje de hoy sea uno al pasado, lugar doloroso que no me gusta visitar pero que no se puede evitar. 

Hace ya unos 10 años mi familia pasó por un momento difícil por culpa de uno de mis hermanos, Henri.

Él era un chico alegre y extrovertido, su único problema fue que buscaba encajar en todos lados, incluso con malas compañías, se adaptaba al punto de imitar conductas negativas.

Su personalidad y valores variaba según las personas que le rodeaban, como resultado se volvió un adicto a las drogas.

Hablamos con Henri muchas veces pero no quiso escucharnos, intentamos internarlo en rehabilitación algo que no dio resultado, una vez fuera recaía sin ningún remordimiento. 

Yo habia perdido toda esperanza con mi hermano y le dije en más de una ocasión  a mi madre que si el propio Henri no decidía cambiar nadie podía ayudarlo. 

Mi madre en cambio nunca perdió las esperanzas, siempre hablaba con él, lo buscaba en la calle, lo acompañaba a narcóticos anónimos. 

Constantemente buscaba soluciones, aún cuando vivir con él consistía en recibir visitas de extraños cobrando deudas de drogas, gastos de hospitalización por un par de sobredosis y continuos robos por parte del mismo Henri. 

Ese lugar era un completo desastre, por esa razón me mude, odiaba ver como ella lloraba mientras hablaba con él cuando llegaba drogado a casa después de estar días desaparecido.

Pero lo que me dio el impulso para irme fue que estando un día todos en casa llegaron unos hombres encapuchados buscando a mi hermano para matarlo, en ese momento él no se encontraba en casa, eso no impidió que ellos destrozaran todo y nos golpearan para que diéramos su paradero.

Pagamos el dinero que debía para que nos dejaran vivir y después de ese día me mude al otro lado de la ciudad.

Una familia siempre busca apoyarse mutuamente pero vivir un sufrimiento constante no es vida, por eso decidí tomar distancia cuando las cosas se estaban saliendo de control.

Quizá me juzguen por haber dejado sola a mi madre con mi hermano pero esa fue la vida que él escogió no yo.

Por suerte y desgracia al mismo tiempo, todo cambió cuando en una ocasión como tantas otras mi madre se encontraba  aconsejando a mi hermano y tuvo un accidente cerebro vascular, tantas situaciones negativas dieron como resultado que mi madre tuviese una parálisis parcial y que el inconciente de Henri terminara voluntariamente en  rehabilitación.

Quizá ver a mi madre en ese estado fue lo que hizo reaccionar a mi hermano, tal vez saber durante un momento de sobriedad que por su culpa mi madre casi muere le dejo claro que debía parar.

Cuide de mi madre el tiempo que estuvo enferma, éramos sólo mi padre y yo cuidandola, porque aún cuando me fui de casa no podía dejar a mi madre sola en esas circunstancias. 

Cada uno tomo sus decisiones respecto al problema que representaba mi hermano. Yo decidí mudarme por temor a que me sucediese algo malo, puse primero mi seguridad y mi paz, cosa de la cual no me arrepiento, siento que estaba en todo mi derecho, pero mi madre no quizo rendirse nunca, por amor a su hijo no dejaba de insistir. 

Por suerte con el tiempo pude ver como un hombre recuperaba su vida con sólo poner de su parte y aferrarse a la fuerza de voluntad.

Quedé sorprendida porque la constancia y dedicación puede lograr grandes cosas, aún cuando sigo aferrada a la creencia de que si alguien no desea salir de la miseria en la que vive nadie podrá ayudarlo.