Entre dicha y desgracia (un viaje llamado vida)

Capítulo XII

Tras el accidente todos los vecinos asistimos al funeral de la familia, la tristeza se podía sentir en todos los presentes aquel día. Fue tan impactante ese accidente que desde entonces caminar por las calles de mi urbanización no es lo mismo, algo en mi corazón duele al pasar por el lugar donde ocurrió la tragedia.

Para poder despejar mi mente decidí cambiar la ruta de mis paseos matutinos y los días de descanso comencé a ir en mi auto hacia el centro de la ciudad para recorrer los lugares más concurridos.

El día de hoy decidí alejarme un poco del centro, así que dejo mi auto en un estacionamiento y comienzo a pasear con mi perro hasta llegar a un sitio menos transitado, una vez allí algo llama mi atención.

No muy lejos de donde estoy veo cómo algunas personas que se encuentran en el parque, niños, adolescentes y adultos de diversas edades se dirigen hacia una camioneta que acaba de estacionarse.

Sin perder el tiempo forman una fila ordenada al lado de la camioneta. Deduzco por el estado de sus ropas que ese grupo conformado por unas 15  personas se encuentran en situación de calle.

No mucho tiempo después observo cómo bajan tres personas de la camioneta, dos mujeres y un hombre. 

Los recién llegados empiezan a entregar comida y agua a cada uno a los presentes quienes se muestran agradecidos por el gesto.

Generalmente cuando son fundaciones las que realizan este tipo de ayuda llevan uniformes alusivos a las mismas pero ellos van vestidos de forma sencilla sin ningún distintivo.

Particularmente pienso que no pertenecen a ninguna institución, creo que ellos tres voluntariamente traen comida con regularidad para estas personas, algo realmente admirable.

Este gesto muestra como todavía existen seres humanos altruistas que sin recibir nada a cambio se dedican a prestar una mano amiga para quien la necesita.

Muchos huyen de quienes viven en la calle, piensan que tal vez los puedan atacar o robar, pero no todos son delincuentes y si preguntas cada uno de ellos tienen una historia que contar.

Algunos pueden ser niños que fueron abandonados ó quienes a corta edad quedaron huérfanos, hombres y mujeres que perdieron todos sus bienes y no les toco mas que vivir en la calle.

También existen adictos que perdieron todo por un vicio del cual no pueden o no quieren escapar o bien dementes que perdieron la cordura y deambulan por las calles.

Sea cual sea la razón por la que estén en una situación tan lamentable estas tres personas sin preguntar o exigir llegan para darles una mano amiga, qué si bien no cambia su situación les da esperanza y sustento por el momento.

Mi madre siempre me decía:

Eliza, hija mia, es mejor dar que recibir, la satisfacción es más grande creeme.

Ahora al ver el rostro de todas éstas personas puedo entender a mi madre; los voluntarios están felices de hacer algo por esos desconocidos y ellos están realmente agradecidos de recibir el apoyo de alguien.

Es una escena triste y admirable al mismo tiempo, es un alivio ver como en tanto caos y maldad aún existe la bondad.



#10865 en Otros
#1314 en Aventura
#3170 en Relatos cortos

En el texto hay: historia corta, historias reales, historia humana

Editado: 27.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.