Entre dicha y desgracia (un viaje llamado vida)

Capítulo XVIII

Es el cumpleaños de mi amiga Elena y para celebrarlo decidimos viajar por una hora hasta una ciudad vecina para disfrutar de una magnífica piscina. 

Pensé que era un trayecto muy largo para visitar una piscina existiendo tantas en nuestra ciudad pero las hijas de Elena tenían tiempo queriendo venir específicamente a este lugar y su madre por complacerlas decidió que su cumpleaños era la excusa perfecta para llevar a las niñas a donde querían.

Debo admitir que el lugar es magnífico, piscinas de diferentes tamaños con toboganes de formas e inclinaciones distintas que te invitan a lanzarse en picada de cada uno de ellos.

En cuanto llegamos nos instalamos en el reservado que alquilamos para estar más cómodos porque además de tener un lugar donde colocar de forma organizada nuestras pertenencias  tenemos acceso a una parrillera para preparar comida al aire libre, algo que no puede faltar en cada celebración de mi amiga que es una amante de la parrilla. 

Una vez organizamos todo decido emprender la tarea de salir con las niñas a divertirnos en cada una de las piscinas mientras los demás se quedan cocinando y charlando, porque para ser sincera la cocina no es mi fuerte.

Subo a cada tobogán que puedo disfrutando de la sensación de vértigo y la frescura del agua en cada chapuzón, sin contenerme me deslizó en cada uno de ellos sin ocultar lo mucho que me estoy divirtiendo.

Después de pasar de una piscina a otra nos encontramos exhaustas de tanto bajar y subir escaleras, agotadas por tanto ejercicio decidimos parar para acercarnos al grupo cuando nos hacen señas para  que vayamos a  comer.

Comemos y descansamos un par de horas en compañía de los demás invitados.

La tarde transcurre amena, entre risas y un par de cervezas, tomo unos tragos con total libertad porque para esta fiesta alquilamos un autobús para el traslado ida y vuelta a la ciudad.

Al caer la noche ya de vuelta en la ciudad continuamos con la fiesta en el patio de la casa de Elena esta vez solo eramos Elena, su hermana, sus padres y yo conversando con unas buenas cervezas.

Las niñas agotadas de tanto jugar se durmieron en el trayecto de regreso a casa.

Por ello sin moros en la costa los adultos empezamos a conversar sin ningún tipo de limites, una conversación llevó a la otra hasta que escucho decir a la madre de Elena algo a su hija Ingrid

-Hija estoy orgullosa de que estés acudiendo a terapia, te veo más saludable-

-Gracias mamá, me hace bien hablar con un profesional- Responde su hija con una gran sonrisa.

Por mi parte permanezco en silencio mientras observo la interacción entre ambas, está vez es el señor Gustavo quien decide hablar al respecto.

-Ir a terapia no está mal, mucha gente asocia ir a terapia con estar locos, por eso se cohiben de ir- La cara del señor Gustavo se torna seria y sé que lo que sea que va a decir es algo importante.

-Yo tambien acudí a terapia cuando estuve trabajando en protección civil, luego del terremoto del 97, esto es algo que solo tu madre sabe pero la razón por la cual deje ese trabajo fue por un suceso de ese día-

Me intriga saber que sucedio por eso decido prestar mucha atención a sus palabras.

-Fue un día fatídico, la destrucción del terremoto acabó con muchas vidas, muchas personas se encontraban atrapadas bajo los escombros y era nuestro trabajo rescatarlos. Acudimos a un colegio el mismo donde yo estudié en mi juventud, habíamos rescatado a una docena de estudiantes más o menos cuando me toco ver el cuerpo de mi antigua maestra, frente a mi se encontraba aquella mujer magnífica que me dio un cariño infinito incluso años después de haber dejado de ser su alumno, la vi allí en el suelo en un charco de sangre y vísceras, por desgracia una viga destrozó su cuerpo-

Está vez hubo una pausa larga antes de que el señor continuara relatando la trágica escena.

-Fue espantoso ver todos sus órganos internos por el suelo, para mi fue difícil por ser alguien que conocía, esa imagen me marcó demasiado hasta el día de hoy recuerdo la agonía que reflejaba su rostro. Aún asi seguí con mi trabajo y recuperamos su cuerpo, pero ni toda la preparación que implica trabajar en protección civil me ayudó a enfrentarme a esa escena.-

-Sufrir de estrés postraumático es algo que no esperaba, soñaba cada noche con mi profesora, una y otra vez la veía sufriendo, otras veces solo aparecia como si nunca hubiese ocurrido ese accidente, la falta de sueño me afectaba en mi vida cotidiana, en ocasiones cuando estaba en mi trabajo y debía rescatar a alguien veía el rostro de ella en las personas heridas, hasta que llego el día en que tuve que renunciar y asistir a terapia. En ocasiones no podemos salir adelante solos, y para eso están los profesionales para ayudarnos a salir adelante. Después de mucho tiempo y meses de terapia volvi a soñar con ella está vez en el sueño ella me dijo Gustavo necesito que me dejes descansar en paz, yo estoy bien y tu no podías hacer nada para salvarme, deja ir mi alma en paz. Cuando desperté senti que un peso fue liberado, esa fue la ultima vez que soñé con ella.-

El silencio se extendió por lo que parecía una eternidad hasta que como una tonta simplemente pude decir.

-Que historia tan conmovedora señor- 



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En el texto hay: historia corta, historias reales, historia humana

Editado: 27.03.2024

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