CLARISSA
Renuncié a mi empleo por un jefe que me acosaba, y ahora me encuentro con un desgraciado que se atrevió a llamarme loca. Este día empeora conforme pasan las horas y no soporto más estar en este lugar. Mi hermana trabaja como ayudante del chef en este restaurante de lujo, y como soy la única que sabe manejar, estoy a cargo del auto de papá. Me llamó para que viniera por ella. Aunque hubiese preferido quedarme en el coche y evitar este mal encuentro, la curiosidad ganó y decidí entrar.
Llamo por segunda vez a mi hermana a su teléfono, pero me manda al buzón de voz. Justo cuando estoy a punto de irme, resignada y dispuesta a dejarla por no aparecer a la hora, la veo.
—Hermanita —dice, abrazándome.
—Llevo horas esperando, Gabriela —replico, de mal humor.
—Lo siento, tuve que ayudar a limpiar el desastre y se me fue el tiempo —me dice, tomándome del brazo mientras nos dirigimos a la salida.
—Está bien.
—¿Por qué estás de mal humor? —me detiene y me observa—. Bueno, siempre lo estás, pero hoy pareces estar peor.
Ruedo los ojos y decido contarle lo que acaba de suceder.
—¿Es guapo?
—¡Gabriela! —grito, alejándome de ella mientras continúo mi camino.
Escucho su risa y se apresura a seguirme el paso. Gabriela es un año menor que yo; está casada y vive con nosotros, junto a su pareja, que trabaja como camionero y tiene que estar viajando la mayor parte del tiempo.
—Es como una historia de amor —aplaude mientras da un saltito emocionada a mi alrededor—. El multimillonario y la mujer de las flores.
Se me olvidaba. Mi hermana es una apasionada de las historias de amor; en cambio, yo no creo que en esos cuentos de hadas. Por eso, prefiero estar sola. Siempre termino lastimada cuando se trata de tener pareja, así que abandonó este barco llamado “amor”.
—Es lo más estúpido que has dicho.
—Algún día verás a alguien tan enamorada que perderás hasta la cabeza por ese hombre —me jura.
—Jamás pasará.
Salimos del restaurante y nos subimos al coche. Nos dirigimos a casa; mi padre debe estar esperando ansioso las cosas que me pidió que comprara para el almuerzo hoy. Tenemos visita y papá quiere impresionarlos, hacerlos sentir en casa. Aunque no nos dijo quiénes son, al parecer son amigos de hace años de él y mamá.
—Es la mejor amiga de mamá —susurra Gabriela, como si revelara un secreto.
—¿Cómo? —pregunto, sorprendida.
—Se llama Mónica y viene con su esposo y sus dos hijos. Mamá y ella fueron las mejores amigas desde el instituto. —Ahora entiendo todo.
Mi madre murió hace cinco años en un accidente de auto. Venía de su trabajo cuando otro vehículo la impactó brutalmente, dejándola sin vida al instante. Según nos informó la policía, el conductor estaba ebrio y discutía con su esposa, quien no cesaba de reclamar por su estado esa noche. El hombre quedó en silla de ruedas a causa del accidente, y su esposa perdió la vida. Desde aquel día, mi papá cambió; ya no fue el mismo al perder a mamá. Nos ama, pero cada noche escucho cómo susurra y le pide a Dios que ella regrese.
Llegamos a casa y mi hermana me ayuda a bajar las bolsas de comida. Richard, el vecino de al lado, viene corriendo hacia nosotras y se ofrece a ayudarnos. Gabriela me mira y me guiña un ojo; yo, por mi parte, ruedo los ojos mientras me dirijo al interior.
Más atrás, escucho a mi vecino entrar, dejar las últimas bolsas sobre la mesa y luego retirarse.
—Ese hombre muere por ti, hermanita.
—¿Quién muere por quién? —pregunta papá al entrar a la cocina.
—Richard.
—No me gusta ese joven. No ayuda en nada a su madre y solo se la pasa mirándole el trasero a mi flaca—mi padre besa la frente de mi hermana y me jala para darme un abrazo— ¿Dime que no te interesa ese holgazán, flaca?
—Claro que no.
—Esa es mi chica.
—Padre, algún día Clarissa tiene que enamorarse —le dice mi hermana.
—Lo sé, pero será de alguien que valga la pena y que la trate como una reina —dice, pellizcando la nariz de Gabriela—. Así como Theo lo hace contigo.
Mi hermana se sonroja y sus ojos brillan. Theo, mi cuñado, es el hombre más amoroso del mundo; siempre se esfuerza para darle todo a mi hermana y la ama con locura.
Dejo que mi padre y mi hermana se encarguen del almuerzo mientras yo me dirijo a mi habitación. ¿Qué haré ahora sin trabajo? No puedo quedarme sin hacer nada; el sueldo de Gabriela y Theo solo cubre la mitad de los gastos de la casa. Aunque mi jefe era un completo rabo verde, nunca me queje de mi salario; era muy bueno y me ayudaba mucho. Me siento en la cama y cierro los ojos, tratando de pensar en qué haré para mejorar mi situación.
Gabriela entra en mi habitación, interrumpiendo mi momento de relajación. La miro con molestia y ella me dedica una mirada de inocencia.
—Lo siento.
—Bueno, ¿qué quieres? —Se acerca y se sienta a mi lado.
#561 en Novela romántica
#11 en Joven Adulto
amor pasion romance odio dulzura, amor pasion romance sufrimiento
Editado: 27.06.2025