Entre dos mujeres

CAPÍTULO 4

IGNACIO

—Este fin de semana estaré organizando una fiesta y me gustaría contar con tu presencia, como en los viejos tiempos. —sonríe, sin mostrar ningún diente—. Sabes que te aprecio como a un hijo, Ignacio.

Cada vez que nos encontramos, no pierde la oportunidad de recordarme lo que fue mi relación con Claudia. Me molesta que se tome el tiempo de presentar a su hija como si fuera un trofeo; la trata como un objeto y, eso, me enfurece.

—Estoy atareado de mucho trabajo, Vladímir —digo—. Por otro lado, tengo planeado un viaje para este fin de semana.

—Bueno —me sonríe—. Si al final decides acompañarnos, estaremos encantados. Además, mi hija no ha dejado de hablar de ti desde que regresó de Italia.

Fingí una sonrisa y cambié de tema. No vine a esta reunión para hablar de Claudia, y mucho menos para que me busquen pareja a esta edad. Necesitamos su firma para poder avanzar en un negocio que hemos tenido desde hace años. Todos están de acuerdo, solo falta Vladimir.

El teléfono vibra en mi pantalón y sé que es Daniela. Estoy ansioso por hablar con ella, pero necesito que Vlad firme el contrato, para poder relajarme y poner fin a este almuerzo insoportable. El idiota me sonríe y, me arranca el documento de las manos, firmándolo.

—Espero verte muy pronto, Ignacio —musita, mientras me levanto de la mesa y guardo el contrato en la carpeta.

—Igualmente.

Salgo del restaurante y miro la hora en mi reloj; son las seis. Debo apresurarme para llegar a la empresa y entregarle los documentos a Alex. El valet me entrega las llaves de mi auto; subo, lo enciendo y salgo del estacionamiento.

El celular suena. Aprovecho que el semáforo está en rojo para enviar un mensaje.

“Estaba en una reunión importante, amor. Voy camino a la empresa, cuando llegue a mi departamento, te envío. Te amo.”

La imagen de la chica con los rizos aparece en mi mente. Esa mujer tiene un carácter que volvería loco a más de uno. Su belleza, sin embargo, hace que el mal humor pase a un segundo plano.

Llegó a la empresa y estacionó el auto. Salgo y entro corriendo, lo que provoca que varios de los trabajadores se fijen en mí. Me planto frente a la oficina de Ale e intento abrir, pero no puedo; está cerrada. Marco el número de Alexander, pero no responde. Después de varios minutos, recibo un mensaje de su parte.

“Estoy en que mi madre.”

Trató de no ir a casa de Daniela por esta situación. Sé que Alexander pasa la mayor parte del tiempo allí y me siento incómodo. Es como si mi mente me jugara una mala pasada, recordándome que estoy traicionando a Alexander. Pero no puedo huir, así que me toca ir a la casa de mi mujer, que, a su vez, es la madre de mi mejor amigo. ¡Qué locura en la que estoy metido!

Al dirigirme a la casa de Daniela, siento que la presión me sube y que, al estar encerrado en este auto, la respiración se me corta. ¿Qué me pasa? No soy un niño, debo calmarme.

Entró en la urbanización y aparco mi auto. Salgo y acomodo mi cabello, tratando de regular mi respiración. Subo las escaleras y tocó el timbre. Espero unos cinco minutos cuando la puerta se abre y Daniela es quien me recibe.

—Carajo —susurro—. Vas a matarme.

Su sonrisa ilumina su rostro y presiona un pequeño beso en mis labios.

—Pasa —me dice, haciéndose a un lado—. Alexander está en el despacho.

Se va a la cocina, dejando en mí una sensación extraña. No soporto tener que ocultar lo que sentimos por miedo a herir los sentimientos ajenos. Estoy cansado de no amarla como de verdad deseo, y más rabia me genera que ella no note lo desesperado que me siento por no poder abrazarla y llevarla lejos de esta casa, solo para tenerla para mí. Me dirijo al despacho y abro la puerta sin esperar una respuesta de Alexander. Lo que me encuentro me hace reír; mi mejor amigo, el hombre más amargado y menos romántico que conozco, está en el suelo, con las piernas cruzadas, sosteniendo un trozo de cartulina con forma de corazon y rodeado de marcadores de distintos colores.

—Jamás pensé que llegaría a verte como una chica enamorada en plena adolescencia —me lanza la tijera y yo la esquivo, evitando quedarme sin alguna parte de mi cuerpo—. ¿Qué estás tratando de hacer, amigo?

—Siéntate para que me ayudes. —Lo hago, solo porque siento curiosidad—. Ahora vas a decirme; no voy a estar recortando corazones por nada. Necesito una explicación.

Rueda los ojos con impaciencia.

—Faltan dos días para nuestro aniversario y quiero sorprender a Violeta con un detalle hecho por mí —dice.

—Awww —me inclinó y apretó sus mejillas—. Pasaste de ser un prostituto a un hombre enamorado —me empuja y caigo hacia atrás, muerto de la risa.

—Si vas a seguir con tus burlas, será mejor que te largues —fija su mirada en mis manos, buscando algo—. ¿El contrato?

—Está en el auto.

—No sirve de nada allá.

—Lo sé.

Ruedo los ojos mientras que él sigue en su intento de ser creativo. Lo ayudo porque me da pena verlo así. Además, Alexander nunca ha sido bueno con los detalles ni nada de eso. Siempre terminaba buscando mi ayuda.




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