Entre dos mujeres

CAPÍTULO 9

CLARISSA

¡Tiene pareja! El muy imbécil, tiene a alguien en su vida y yo, de ojito alegre, qué vergüenza tengo.

Termino de guardar mis cosas para irme de esta casa y no volver a ver a Ignacio en lo que me queda de vida y en la otra. No sé por qué me frustra que tenga novia, no iba a casarme con él ni nada por el estilo, pero es que… ni yo entiendo la verdad. Me despido del ama de llaves y salgo de la casa. Hoy no me traje el auto, ya que mi padre estaría haciendo unas diligencias y lo necesitaba.

Me apresuro en salir para que no me caiga la noche en la carretera, mientras camino miro la hora en mi reloj y son las seis de la tarde, solo espero que pueda conseguir un taxi a esta hora que me lleve a casa, intente llamar a mi padre para que me viniera a buscar, sin embargo, su celular está apagado y de aquí a que me responda se hará de noche. Estando ya en la vía, espero que pase así sea una paloma voladora, pero nada, pasan los minutos y está empezando a hacer frío. Subo el cierre de la chaqueta para darme un poco de calor.

Mientras espero una respuesta de mi padre, un auto se estaciona frente a mí y me hace levantar la mirada, el vidrio se baja y es Ignacio.

—Vamos, te llevo.

—No quiero molestarte.

—No lo harás —se inclina y abre la puerta.

Me trago mi orgullo y subo al auto, solo está siendo amable y nada más, dejo mi bolso en mis piernas y cierro la puerta sin mirarlo. No hablo en todo el camino y literalmente le estoy aplicando la ley del hielo, aunque suene estúpido, debido a que me está llevando a mi casa sin ser su obligación.

—Por lo que veo, no estás de ánimo para llevarme la contraria —Lo miro—. No me has dirigido la palabra desde que te subiste al auto y la verdad me está preocupando.

—No tengo nada que decir.

—¿Estás molesta?

—No quiero causarte problemas con tu novia.

Cierro los ojos y me siento estúpida al decir eso.

—Es complicado.

—No se nota.

—Es la madre de mi mejor amigo.

Abro los ojos.

—No dirás nada —me dice.

—Estoy tratando de asimilar lo que me acabas de decir —Lo digo en serio, estoy sin palabras—. ¿Por qué me lo dices?

—No sé, supongo que me caes bien y confío en ti —cruza a la derecha—. Además, ya te considero una amiga.

—No somos amigos.

—Qué mal, porque para mí ya lo somos.

—¿Vas por la vida conociendo personas y dos días después le dices “somos amigos”? —se ríe y lo fulminó con la mirada—. Deberías ir a terapia.

—Eres tan graciosa —me responde.

—Lo sé.

Un silencio se hace presente en lo que queda de viaje y mi mente trata de atar cabos con respecto a su relación con esa mujer. Debes estar muy urgido en la vida para enamorarte de la madre de tu mejor amigo, menuda mierda.

El auto se detiene y me fijo en el auto de papá que está estacionado. Mi hermana está recogiendo las bolsas de basura que los perros muy a menudo sacan de sus contenedores causando desastres. Miró nuevamente a Ignacio.

—Muchas gracias y de verdad lo siento mucho.

—¿Por qué?

—Por estar metido en tremendo lío a causa de tu corazón —se ríe y me sonrojó.

—Suele hacerlo muy a menudo, ya me acostumbré.

—Si tú lo dices.

Abro la puerta y cuando estoy por salir, me sujeto del brazo.

—¿Qué sucede?

—¿Amigos?

Sus ojos me traspasan el alma y no dudo ni un segundo en aceptar su propuesta.

—Amigos.

Me dejó libre el brazo y le dedicó una sonrisa mientras cierro la puerta detrás de mí. Me quedo parada en la cera y lo veo irse; mi hermana se coloca a mi lado.

—¿Quién era ese?

—Mi nuevo amigo —digo sin mirarla.

—¿Cómo?

La miro y suspiro.

—No preguntes algo que no tiene respuesta, ni yo sé en qué lío me acabo de meter.

Entró a la casa y subo las escaleras sin responder a ninguna de las preguntas que mi entrometida hermana me hace.

—¿Clarissa?

—¿Qué quieres? De verdad no estoy de humor hoy, por favor, entiéndeme un poco y déjame descansar. —Abro la puerta de mi habitación y la cierro detrás de mí.

Lanzo mis cosas a la cama y trato de calmar todos estos sentimientos que me van a volver loca. ¡Tiene novia, tiene novia, tiene novia! Me repito eso una y otra vez para tenerlo claro y que lo tenga mi corazón cuando lo vea y no se vuelva loco a latir por él.

Llevaba años sin sentir esta atracción por alguien y justo me tiene que pasar con Ignacio, que me dejó claro que solo quiere una amistad conmigo. Hasta suena patético que él quiera ser mi amigo, cree que estamos en el colegio para estar con esas niñerías. Camino como loca por mi habitación tratando de asimilar todo esto, es solo una atracción y nada más. El mundo no se va a acabar y en el momento menos pensado ya no sentiré nada por él y seré la misma de antes. Además, ya no trabajaré en casa de su madre y no lo veré más, sí, ese es mi consuelo.




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