Luismi llegó al barrio con una sonrisa que no se la tumbaba ni el calor. Se parqueó frente al colmadón “El Piquete”, donde Kelvin estaba en su trono de siempre, sentado en una silla roja, con una empanada en una mano y un vaso de jugo de chinola con avena en la otra.
—Pero míralo ahí… ¡el chamaquito que cruza Migración pa’ entregar un dulce! —relajó Kelvin sin dejar de masticar.
Luismi se desmontó con una tranquilidad que era sospechosa.
—¿Qué te dieron? ¿Un aire acondicionado portátil? —siguió el coro Kelvin.
Luismi soltó una risita nerviosa.
Kelvin lo miró fijamente.
Ya sabía que venias con un cuento.
—Oye, loco… —empezó Luismi, buscando cómo decirlo—. La muchacha que abrió la puerta… era…una vainaaa.
Kelvin alzó una ceja.
—¿Ta’ buena o ta’ rica? Porque hay niveles.
—De esos niveles que yo ni sé cómo describirlos —dijo Luismi riéndose solo—. Fina, pero no se cotiza. Como… tranquila. Chévere.
Kelvin le dio un mordisco grande a la empanada y habló con la boca llena:
—Ajá… ¿y qué? ¿Te dio la gracia y te botó?
—No, loco… me pidió el número.
Kelvin casi se atraganta:
—¿El número? ¿Y Pa’ qué compay?
—Pa’ llamarme si vuelve a pedir algo.
Dice que se sintió bien conmigo —explicó Luismi, como quien aún no se lo cree.
Kelvin se quedó mirándolo, serio de golpe.
—Eso no pasa to’ los días, manito.
Luismi bajó la mirada.
—Yo sé que eso e’ un mundo diferente… Ella allá arriba, en su torre… y yo aquí abajo…
Kelvin lo interrumpió:
—Pero te tuteo. Y te habló. Y te pidió el número. Eso ya es algo.
Luismi respiró hondo, como si no quisiera ilusionarse demasiado, pero igual la sonrisa salió.
En eso llegó Flow Mentao, con una bocina que sonaba más alta que la conciencia.
—¡Ey, ey, ey! ¿Qué ta’ pasando aquí? ¿Quién se pegó?
Kelvin, rápido, le tiró:
—Luismi tiene una popi que le pidió el número.
Flow Mella se quedó en shock.
—¿Y qué tú le dijiste? ¿Que tú eres el motoconcho del sonidooo?
Los tres se rieron.
Pero cuando la bulla bajó,
Luismi se quedó pensando en la puerta que se abrió…
como si el destino le hubiera dicho:
“Atrévete”.
Kelvin le dio una palmada fuerte en la espalda:
—Oye, mi loco, nunca pierda la esperanza… tú puedes darte una tipa así y talvez mejor.
Luismi lo supo.
Aunque fuera loco… aunque no tuviera ni 100 pesos en los bolsillos…
había algo ahí.
Algo que él quería descubrir.