Allí está Naomi, con el océano al frente y la brisa alborotando sus cabellos pues lleva rumbo a una nueva aventura, sonríe en grande sin evitar sentir emoción y expectativa a la vez. Suspira volteando un poco hacia atrás pues tiene la costa de Japón a sus espaldas, fue una buena experiencia conocer algo del país y, a pesar de que su madre se lo pidió, no quiso quedarse con ella a vivir allí un tiempo pues sentía que si eso sucedía jamás regresaría a navegar por última vez.
Naomi James es una joven llena de vitalidad e ingenio que se las ha arreglado para hacer del océano su hogar y su más grande pasión. Siendo bien parecida, de grandes ojos como el ébano, cabello rizado y largo en un tono castaño oscuro, siempre provista de un traje para bucear, de su bote y dinero extra en caso de llegar a puerto antes de tiempo. Sí, esa es Naomi.
Desde que tenía memoria había tenido un desmedido amor por el agua y el mar, no perdía oportunidad para ir a la playa a sumergirse en lo profundo mientras nadaba cuanto podía para poder encontrar tesoros, descubrir animalitos y sentirse un poco parte de ese majestuoso mundo azul. Naomi creció siendo una niña con buena educación y buen futuro, sin embargo, a la joven edad de dieciocho años compró su primer barco aventurero zarpando a la locura que fue aprender a navegar, guiarse y aprender todo lo que los libros decían.
¿Sus padres lo aprobaban? No tanto, pero la dejaban ser para que tuviera un momento de diversión, para que no perdiera el espíritu libre, aventurero y competitivo pero no quería decir que no tuvieran un ojo sobre ella esperando que las cosas se acabaran de una buena vez; que regresara a su hogar, sentara cabeza, aceptara trabajar en la empresa de su padre y lograra convertirse en la mujer exitosa, de familia y trabajadora que ellos esperaban.
—El clima es perfecto —con una gran sonrisa observó al frente sintiendo las hebras de su flequillo agitarse con fuerza por el viento—. Voy a extrañarlo.
Suspiró resignada, haber estado unos días en casa de su madre —pues esta se había divorciado de su padre desde hacía más de cinco años manteniendo una buena relación dentro de todo— no fue de las mejores experiencias.
*Flashback*
—Quisiera saber, ¿Hasta cuándo van a seguir tus viajes? —mientras cortaba las verduras para el almuerzo trataba de tener una conversación con su hija, desde que se había mudado a Tokio por su trabajo pocas veces al año tenía el placer de tenerla con ella, fuera por estudios o por navegar, Naomi siempre tenía la agenda ocupada.
—No tengo idea, mamá, creo que no tengo una fecha para que terminen —sonrió.
—Niña, tienes veintiséis años ya y necesito que comiences a sentar cabeza en tu vida laboral y como adulta, ¿cuánto crees que tu padre seguirá dispuesto a pagar todo esto? —volteó a verla—. Te has graduado hace medio año, deja los botes y el océano de lado, ponte el traje y toma tu puesto en la empresa, ya basta de niñerías.
—Mamá —se puso de pie molesta—. ¿Por qué tengo que hacer algo que no me gusta? ¿Crees que me alienta la idea de tener que llegar a una oficina a hacer papeleo durante ocho horas?
—¿Y qué pretendes? ¿Nadar en el océano buscando basura que se perdió hace años mientras intentas luego venderla a algún estafador? —cruzó los brazos sobre el pecho, molesta con lo testaruda que su hija podía ser.
—Primero, no es basura, son tesoros de todo tipo —negó viéndola—. Hay desde antigüedades, oro o plata, hasta los peces más hermosos que puedes imaginarte y los paisajes más exóticos de todos —sonrió con cariño—. Tengo un gran amor por esto que hago, ¿Por qué no lo ves?
—Porque no entiendo qué tiene de divertido navegar durante días tú sola —gesticuló.
—Nunca lo has probado —negó.
—Es una pérdida de tiempo —se acercó tratando de hacerla entrar en razón—. Naomi, la vida está aquí en la tierra, con amigos, con colegas, conmigo o tu padre, con un muchacho que te quiera, no con extensiones de agua interminables y peces bajo ella.
—Siento que no tomas en serio lo que te digo —susurró.
—Tampoco tomas en serio lo que yo digo, estoy tan preocupada por ti —soltó con un suspiro entristecido—. ¿Qué harás cuando ya no estemos? Solo quiero asegurarme de que cuando esté a punto de partir tengas todo lo que quiero para que seas feliz.
—Esto me hace feliz y quieres que lo deje —la observó incrédula—. Es como si yo te pidiera que ya no vuelvas a bailar, que no escuches música clásica o no vayas a dirigir los ensayos de tu compañía.
—No es lo mismo y lo sabes, bailar me ha abierto las puertas al mundo, a la sociedad y a ser yo misma —espetó regresando a su tarea—. ¿Qué te ha dado el océano? ¿Mmm? ¿Tienes amigos que ves siempre? ¿Trabajo? ¿Dinero? ¿Pareja? ¿Éxito?
—No —desvió la mirada, no quería seguir hablando pues su madre jamás iba a comprender la felicidad y satisfacción personal que sentía cuando se embarcaba lejos, cuando el viento soplaba a su favor, cuando el aroma del océano llegaba a ella para adueñarse de su olfato y sus pulmones. No, ella no iba a entender algo que jamás ha conocido.
*Fin de Flashback*
Chasqueó la lengua, no era fácil ser única hija de dos personas que esperaban demasiadas cosas para ella, cosas que no pidió jamás y a las que se siente presionada por cumplir o llegar. Naomi no quiere ser desagradecida, ama a sus padres y sabe que han hecho por educarla hasta lo imposible, le han dado cuanta ocurrencia tuvo o todo aquello que necesitara para crecer, ser fuerte y sana, para ser feliz, estudio, salud, comida, y miles de otras cosas que no eran vitales pero sus papás de igual manera se lo entregaron sin objeciones, ¿mimada? Un poco, pero nada que fuera peligroso para su desarrollo como una persona responsable.
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Editado: 30.05.2025