—Nunca había tenido la oportunidad de ver a un humano en persona, siempre de lejos porque sus barcos nos hieren, pero no podía desaprovechar esta oportunidad —sonrió la mujer dejando ver dos colmillos prominentes entre sus rojísimos labios, poseía facciones gráciles, era bella en verdad y llevaba tinta colorida en sus ojos y rostro—. Dime tu nombre.
—Naomi… —susurró perpleja sin saber que acaba de cavar su propia tumba y que ya no podía volver atrás de ninguna manera.
—Naomi, qué fascinante —sonrió la fémina poniéndose de pie sobre el borde de las escalinatas—. No puedo avanzar más de esto a menos que me lo permitas, ¿puedo quedarme un poco contigo?
La ninfa movía su cabeza de forma afirmativa convenciendo e influenciando a la humana bajo su control.
—Claro… —Naomi la veía embobada, como si una diosa hubiera descendido del Olimpo para seducirla.
—Gracias —la joven caminó con lentitud por la superficie que pisaba para adentrarse dentro del barco viendo todo con curiosidad, con una sonrisa burlesca pues los humanos le parecían un poco obsoletos en cuanto a sus costumbres, más disfrutaba de confundirlos y de jugar con ellos hasta cansarse—. Dime, Naomi, ¿qué te parezco?
—Hermosa…
—Gracias, eres un encanto —se carcajeó tomando a la chica de la mano para arrastrarla casi hasta la improvisada cama donde le permitió sentarse—. ¿Harías lo que fuera por mí?
—Sí —el rostro de Naomi solo mostraba un gran atontamiento por la ninfa, cegada por completo por los encantos de ella sus ojos se habían tornado ambarinos.
—Estoy muy a gusto aquí contigo, de verdad, quiero probar cosas —susurró empujando el torso de la joven hasta que quedó tendida sobre la cama—. ¿Te gustaría? Porque tengo tantas ideas en mente, desde un simple beso a ver cómo se derramaría la sangre por tu cuerpo, es decir, debes ser deliciosa, un gran bocadillo que he tenido oportunidad de conocer.
Naomi frunció el ceño sin saber por qué de pronto eso le sonaba tan mal, aunque estuviera a gusto con las decisiones que estaba tomando la ninfa no podía evitar pensar demás, su lado consciente le pedía que reaccionara, que no la dejara salirse con la suya, pero era débil, todo hombre o mujer terrestre era poco rival para ella o cualquiera de sus hermanas.
—Supe de ti por las bestias que te atacaron, debiste marcharte en cuanto abriste los ojos pero como es costumbre en tu especie, te quedaste sin valorar tu propia vida y es en verdad bastante divertido; me ha dado la oportunidad de ingresar en tu bote, ahora, vamos a pasar un gran momento juntas y luego vas a morir. No te preocupes, no vas a sufrir mucho —la observó desde su lugar con una gran sonrisa de satisfacción, llevaban mucho tiempo sin tener a un humano en sus dominios, qué mejor que uno joven para reanudar viejos hábitos.
La ninfa se subió sobre su regazo presionando su mano sobre el cuello de la chica, ahorcándola en el proceso y levantando las comisuras de sus labios le enseñó los colmillos que poseía siendo ese momento donde Naomi supo que no era tan hermosa por dentro como lo era por fuera. Aunque jadeó por el temor, su cuerpo se tensó tratando de deshacerse de aquel escalofriante hechizo al que la habían inducido solo para verla acercarse demasiado a su rostro; poco a poco la distancia se acortó entre ellos, seguro un beso iba a darle antes de matarla como le diera la gana y unos centímetros antes de que sus belfos se rozaran la ninfa fue jalada con brusquedad lejos de la humana al punto de ser arrojada contra el mobiliario más cercano para destruirlo al estrellarse.
—Las de tu tipo son en verdad una gran escoria del mar —Barnabas la observa de pie, se ha interpuesto entre ellos y observa a la ninfa con desdén—. ¿Qué crees que haces al perturbar la paz entre la superficie y el océano? ¿Acaso no entendiste que debemos mantenernos la margen?
—No es lo que dijiste sobre esas bestias, salvaste a esta humana y creí que era prudente deshacernos de ella y sus investigaciones. No es necesario ver más que este pútrido barco para darse cuenta de que está tratando de saber qué somos, quiénes somos —se defendió poniéndose de pie—. Debemos matarla.
—¿Y tú idea de protegernos es matarla luego de haberla obligado a cumplir tus fantasías retorcidas? —la severidad de Barnabas en su mirada era algo realmente horrible para la ninfa—. Quiero que te largues de este barco, no vuelvas a acercarte a la superficie y si vuelvo a saber que buscas a este ser haré que mi padre te encierre en una de las fosas del Pacífico para que las bestias se alimenten de ti cada que quieran, ¿oíste?
—¿Sí? No tengo por qué obedecerte, no eres mi rey y no somos una raza dominada por tu linaje, puede que estemos en paz con Pavlopetri pero no somos gobernadas —sonrió poniéndose de pie con mofa—. Aquí no tienes autoridad —sus ojos fueron a Naomi que se incorporaba con lentitud aún solo escuchando la voz de la ninfa—. Naomi, este ser quiere hacerme daño, defiéndeme, por favor.
Y contra toda voluntad Naomi terminó poniéndose de pie para irse encima de Barnabas que volteó a verla sorprendido recibiendo un fuerte puñetazo que logró hacerlo voltear, observó como la ninfa se lanzaba al agua y molesto por haberla perdido regresó su atención a la humana para evadir otro golpe, tomarla por el cuello y con fuerza terminar aventándola al suelo donde la retuvo; ambos se vieron frente a frente siendo el príncipe del océano quien notara los irises de la muchachita luminiscentes por seguir bajo los encantos de la criatura marina.
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Editado: 12.08.2025