Entre dos Mundos

12

Barnabas llevó a Naomi fuera de palacio tras una breve comida, claro que para la chica fue un poco extraño el hecho de comer algas y corales con sabores bastante agradables, también algunos peces y calamares que, si bien antes había probado cuando hacía sus viajes, no le habían sabido tan delicioso como ahora. El plan del príncipe era sencillo en verdad, quería mostrarle la ciudad y sus maravillas, las peculiaridades del océano, el pueblo que allí vivía, cuantas criaturas se cruzaran en su camino, solo ansiaba que ella viera lo mismo que él y que, por consecuencia, quisiera quedarse en Pavlopetri por tiempo indefinido.

—Bien, esta es la carretera principal, está señalizada más que nada como un camino de corales que se iluminan para delimitar sus lados —explicó el peliazul nadando sereno, llevando de la mano a Naomi para que pudiera mantener la dirección de mejor manera hasta que dominara por completo el nadar en profundidad—. Todas nuestras plantas marinas tienen savia luminiscente por lo que son faros para nosotros y para los demás seres, las rocas producen musgos con las mismas propiedades por lo que siempre nos mantenemos iluminados.

—¿Y qué hay de ustedes? Tu rostro también se ilumina un poco, pareciera que tuvieras escamas o dibujos sobre la piel —lo observó con detenimiento.

—Porque las tengo, las escamas protegen mi piel cuando nado a gran velocidad pero luego desaparecen para permitirme absorber mejor el mineral, nutrientes y oxigeno del agua —Barnabas sonrió.

—Increíble —murmuró—. A veces olvido que ustedes eran como nosotros, es que, parece irreal.

—Son milenios de desarrollo y adaptación, somos lo que somos porque evolucionamos en cierta forma pero también perdimos mucho —asintió—. No es algo que los humanos no puedan hacer, es solo que aún les falta demasiado qué conocer.

—Tienes razón —sopesó viendo a su alrededor, podían verse personas nadando a gran velocidad como también exóticas naves acuáticas para mayor comodidad o transportando cargas, Naomi sonrió al notar que algunas de estas eran impulsadas por criaturas como delfines, rayas y hasta tiburones—. Creí que no vería esto a gran profundidad.

—Pues estás acostumbrado a verlos solo en la superficie o en sectores estratégicos del océano pero la realidad es que van y vienen por los reinos sin problemas, eso de que son de agua dulce o salada es un mito para que los humanos no descubran ciertas cosas —rió el príncipe—. Los delfines son muy inteligentes pero malhumorados, debes tener cuidado cuando trates con ellos pero si les caes bien son muy amorosos. Las rayas son selectivas, no se acercan a todos y los tiburones son más instinto que razón, pero son buenos defensores y protectores de su terreno, pocos se animan a adiestrarlos sin que pierdan su libertad. Aquí todo debe ser consensuado por todas las partes, sino, no sirve.

—Suena tan pacífico.

—No lo es siempre, hay guerras, hay desacuerdos, hay malentendidos y hasta muertes —apretó los labios—. Pero no suceden con frecuencia.

—¿Qué otras criaturas hay? —Naomi soltó la mano del príncipe para nadar sola aprovechando una corriente marítima—. ¿Sirenas?

—Sí, son despiadas y peligrosas, bonitas, pero malas para tu salud —hizo una mueca—. Son manipuladoras, egoístas.

—¿Y las ninfas?

—Lo mismo pero sin cola de pez, aunque son más hermosas que las sirenas, las ninfas pueden seducir a cualquiera con su belleza y por ello son las más temidas y las menos queridas —sopesó nadando de espaldas con elegancia—. No pueden evitarlo, es como si les hubieran dado la belleza infinita y eso golpea tanto a quienes las ven que quedan a su merced, con el tiempo han aprendido a usarlo a su favor y terminaron siendo carnívoras, se comen a quienes caen en sus encantos, claro que antes los usan para sus fetiches íntimos.

—¿De verdad? —la perplejidad de la muchacha le causó risa al heredero—. Osea que… ¿Esselie iba a tener sexo conmigo si no llegabas a tiempo para quitarme su embrujo?

—Umm… Sí, es lo más probable, y luego te arrancaría las extremidades una por una con lentitud hasta que llegara su antojo por tu corazón —asintió—. Son peligrosas, de verdad, las sirenas al menos te matan de un solo golpe y no se interesan mucho en el lado lujurioso, es más su interés en la superioridad y el dominio sobre otros.

—¿Rose es buena? Estuve a solas con ella —frunció el ceño.

—Claro, es la versión buena de las sirenas y las ninfas, las Océanides son más como… ummm… ¿Cómo podría describirlo? —se detuvo con parsimonia llevando su mano al mentón—. Ya sé, son como sacerdotisas de tu mundo.

—Oh —puchereó—. Por eso saben tanto, ¿tienes poderes o algo así?

—Todos tenemos poder o una habilidad que nadie más posee, hasta que nuestra vida se apague no volverá a nacer alguien con nuestro don —sonrió—. Rose puede ver a través del alma de quién tiene en frente, sabe su historia, sus ancestros, sus legados, todo.

—Qué miedo —Naomi se distrajo al ver un cardumen colorido pasar por su lado.

Barnabas sonrió a gusto, el camino que habían tomado para llegar a la parte principal de la ciudad y que conectaba con el palacio había llegado a su fin pero la chica no lo notaba por estar jugueteando ahora con los pececitos que la seguían. Con diversión fue que el peliazul llevó sus manos a la cintura de la joven —parecía adicto a colocarlas ahí— para atraerla hacia sí dejando atrás a los pececitos y cuando obtuvo la atención de la fémina fue que la hizo mirar al frente mientras su pecho chocaba con delicadeza con la espalda ajena; Naomi abrió los ojos asombrada al encontrarse con una ciudad moderna en su totalidad, llena de luces por doquier, edificios altos que casi tocaban la termoclina que los ocultaba y ni hablar de los soldados nadando y cooperando con orcas, tiburones y hasta hipocampos de inmenso y jamás pensado tamaño.




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