Entre dos Mundos

13

—El palacio es realmente grande si me permites decirlo —Naomi nadaba por los corredores observando esculturas y estatuas algo deformes a su parecer—. ¿Por qué tantas siluetas?

—Son representaciones de las personas más importantes en nuestro reino —sonrió el peliazul siguiéndolo sin más—. Algunos son dioses que antes venerábamos, otros reyes y reinas que han significado algo en nuestra forma de gobierno, otros son esculturas de enemigos que hemos vencido y que nos recuerdan quiénes somos, qué tan poderosos nos hemos vuelto y a dónde no debemos regresar.

—Este es tu padre —Naomi sonrió viendo la silueta de Althar casi perfecta—. ¿Quién es tu madre?

—Mi madre no se encuentra aquí porque no hizo grandes cosas, solo nos tuvo a mi hermano y a mí —se encogió de hombros—. Ella se fue de Pavlopetri al mundo humano cuando era joven y aún gustaba de las aventuras, Inhor y yo éramos pequeños en aquel entonces, allá, encontró algo que no buscaba pero que necesitaba —llegó al lado de la chica—. Se enamoró de un humano, de su destino y regresó con papá para explicarle la situación.

—¿En verdad encontró a su enchanté allá? —estaba boquiabierta—. Entonces, es más habitual de lo que crees.

—No sé si sea habitual, pero sucede —sopesó—. A mi padre lo tomó por sorpresa y en verdad lo hirió un poco que ella deseara marcharse con quien era su destinado, pero nunca se lo impidió, por el contrario, la dejó libre anulando el compromiso y, a la vez, su esencia.

—¿A qué te refieres?

—Como debemos mantener nuestra existencia en secreto del reino humano ella no podía ir y venir con la apariencia extravagante que poseemos. Mi papá le dio la opción de dejar todo lo que la identificara como miembro del océano y ella aceptó, con ello se iba su don, su apariencia y la posibilidad de soportar la presión de las profundidades —relató—. Papá le dijo que lo pensara bien, que de ser así ya no podría regresar a Pavlopetri, que pensara qué haría cuando quisiera vernos.

—¿No quiso llevarte a ti y a Inhor con ella? —frunció el ceño.

—Sí, pero mi padre no lo permitió y tampoco el resto de los miembros del consejo y del reino, nosotros somos la herencia, regentes y protectores, además, amamos nuestro hogar, ¿Por qué dejarlo por ella? —la observó serio—. Mamá no quiso quedarse y se marchó, se fue al mundo de la superficie y nunca más la volvimos a ver.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? —murmuró.

—Sí, sé que regresó en un bote, nos llamó con una canción especial pero yo no quise verla pues estaba en compañía de una nueva familia e Inhor se hallaba resentido con nuestra madre en ese momento —suspiró—. No la culpo, siempre supe que ella era feliz y que el matrimonio con mi papá fue hermoso hasta que debió terminarse, pero mi hermano no quiere hablar de ello y prefiere dejarla en el olvido. Supongo que cuando su enchanté llegue comprenderá un poco los motivos y elecciones de mi madre.

—No quita que era su madre, hay ciertas cosas que debió contemplar, pero, cada persona es un mundo —Naomi siguió avanzando por el corredor mientras Barnabas mantenía el semblante serio—. ¿Tú la comprendiste? Es decir, ¿no le guardas rencor?

—No, para nada —negó—. Poco recuerdo de los momentos que pasamos juntos, era muy pequeño, y mi padre me ha criado bien. Nunca me dijo algo malo de ella ni nada similar.

—Eso es bueno.

—¿Qué hay de tus padres? Dijiste que quieren que regreses a casa y que te alejes del océano, no puedo entender eso, ¿Cómo son ellos? —el peliazul tomó la delantera algo aburrido del recorrido, él lo conocía mejor que nadie.

—Cuando era una niña y comencé a aprender a nadar y a unirme a clubes de natación en la escuela, ellos estaban felices, orgullosos, solían animarme en las competencias, me vitoreaban e incluso tenían mis trofeos en la repisa del despacho de mi papá para que todos sus amigos y colegas pudieran verlo —sonrió en grande recordando—. A medida que fui creciendo los retos en el agua fueron mayores, las presiones cada vez más fuertes y las recompensas alucinantes, no tuve problemas con ello, siempre ganaba, siempre conseguía lo que quería, pero supongo que mi padre creyó que me convertiría en una campeona nacional o bien que sería algo olímpico, buscó patrocinadores, entrenadores, piscinas privadas —se detuvo frente a un cuadro con un gran mapa—. Todo eso comenzó a ser obsoleto para mí, la fama, los triunfos, eran solo un complemento desde mi punto de vista. Solo quería nadar, quería sentir el agua en mi rostro, dar las braceadas que fueran necesarias, ser libre en el agua…

—Es una sensación maravillosa —Barnabas sonrió.

—Les dije que no era lo que quería, no quería ser campeona, no quería seguir en clubes o grupos, ya había pasado mis veinte años y no tenía ninguna intención de seguir con ello —suspiró—. Eso los molestó por un tiempo, pero lo comprendieron, solo fue un hobbie a sus ojos, entonces, me pidieron que estudiara algo importante, algo que me diera un buen futuro, fuera con la empresa de papá o en el trabajo de mamá, ¿y qué hizo su amada hija? Compró un yate para navegar durante un año como le viniera en gana.

—Suena a que eras una consentida con dinero —rió.

—Mis padres piensan lo mismo, por eso cortaron todos mis ingresos y me dieron el ultimátum de regresar a hacer algo con mi vida. Por eso decidí irme luego de conocerte, había enviado las solicitudes a las universidades, tenía planes de mudarme con mi amigo y hasta planeé vender el barco para tener un ingreso extra hasta que consiguiera un empleo —meneó la cabeza no muy conforme—. Sé que muchos creen que porque mis padres poseen bienes y demás soy una inútil vividora que no sabe hacer nada, pero no es más que una tonta mentira.




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