Entre dos Mundos

14

Barnabas despertó sobresaltado, frunció el ceño viendo a todos lados al no encontrar a Naomi en su lado de la cama. Tras haber sido reprendidos por Inhor por estar paseando por el castillo cuando deberían haber estado durmiendo se escabulleron hasta la habitación del peliazul donde el resto de las horas donde el océano permanecía en lo sumo oscuro la pasaron charlando, jugueteando y besándose; el príncipe no recuerda en qué punto se quedó dormido pero sí tiene claro que Naomi cayó primero pues la abrazó con gusto por la cintura. Fue una noche bastante buena, interesante, muy divertida y, a la vez, reveladora tras saber que su enchanté lleva genes de otro reino.

Nadó con rapidez tras abandonar su alcoba, con la mirada buscando a cierta muchacha curioso pero no la halló por ningún lado, ¿Dónde estaba? ¿Por qué se había marchado sin él? Desvió su camino hasta llegar a la sala donde su hermano y su padre charlaban entre risas sobre algunos temas poco importantes, Barnabas los observó de hito en hito y luego el lugar, nada, Naomi no estaba allí.

—Si buscas a tu pececito, salió temprano, apenas la claridad llegó a las profundidades —Inhor le sonrió divertido—. Parece que no le puedes seguir el paso.

—Calla, ¿Dónde fue? ¿te dijo? No me parece adecuado que vaya por el reino sola cuando apenas lo está conociendo, podría tener dificultades —apretó los labios.

—Los humanos son más osados de lo que crees —Althar palmeó su hombro dándole tranquilidad—. Y no está sola, André la recogió para llevarla a dar un paseo, según escuché iba a mostrarle algunas cosas divertidas.

—¿Qué? ¿André? —estaba perplejo, no entendía qué pretendía su amigo.

—Sí, es por eso por lo que no debes preocuparte, tu escolta es de los mejores y ahora está cuidando del pececito —Inhor se encogió de hombros, a él le parecía bastante bueno que la chica se interesara por conocer Pavlopetri si quería quedarse a residir allí.

—Deja de llamarla pececito —el heredero menor salió enfurruñado de la sala.

—Está enojado —rió el rey—. O celoso, las dos son posibles.

—Sí, así es él.

—¿Por qué la llamas pececito? Harás que tu hermano se moleste en verdad —el rey negó divertido, sus hijos seguían teniendo discusiones como si fueran dos niños pequeños.

—Porque parece un pececito, uno pequeño e inocente —rió—. Es un buen apodo para mi cuñada.

—Entonces, ¿ya es parte de la familia? —Althar le dio una mirada a Inhor que asintió entre bromas.

—No es como si pudiéramos decirle que no, ¿ya viste como la sigue Barnabas? Está perdido —se carcajeó.

—Deja a tu hermano en paz —sonrió—. Cuando te suceda a ti verás que no es cosa de bromas.

Por su lado, André y Naomi ya se encontraban en las afueras de la ciudad, el escolta le había dado un tour intensivo de los mejores lugares que debía visitar y es que cuando la vio tan aburrida pero curiosa terminó entendiendo que había que darle algo qué hacer en Pavlopetri, ¿Qué mejor que conocer? Para nuestra humana el trayecto por las calles principales de la ciudad fue de lo más interesante, pudo ver todo tipo de edificios erguidos en las bases de corales, cadenas rocosas marinas e incluso siendo soportados por fauna del océano que resplandecía con luminiscencia propia; conoció a otros ciudadanos, le ofrecieron uno que otro bocadillo que jamás en su vida probó pero que disfrutó en grande, vio peces de colores, hipocampos de tamaños nunca antes vistos y hasta pudo observar de lejos el andar de un par de sirenas que transportaban diamantes del mar y que eran aceptadas en la ciudad porque comerciaban con ellas.

—Todo es asombroso aquí —sonrió nadando detrás de André—. Creí que las sirenas eran malas, es decir, Barnabas dijo que son peligrosas.

—Lo son, pero tenemos acuerdos de paz. Tratamos de que todas las especies bajo el mar habiten sin problemas pero no quita que cuando ellas quieren hacernos la contra lo hacen. El rey Althar suele controlarlas de buena forma, es un rey justo pero estricto —sonrió volteando a verla notando que llevaba algo de retraso—. Deberías aprender a nadar más a prisa.

—Lo intento, pero no puedo hacerlo como ustedes, ¿Por qué? —frunció el ceño tomando la mano del escolta que pronto la ayudó a tomar velocidad.

—Porque no eres pura de sangre.

—Auch.

—Lo siento, pero es la verdad. Llevas sangre humana, eso te hace mitad humana y las facultades y habilidades que pudieras tener por tus genes se reducen a la mitad. De todas formas, considérate afortunada por poder hacer mucho de lo que nosotros, no todos los mestizos pueden —agregó viendo al frente para sonreír—. Mira, ya llegamos a la atracción principal.

—¿Dónde? —Naomi observó atenta.

—Allá, ¿puedes ver esa corriente cercana a la termoclina? —ella asintió interesada—. No hay ciudadano del reino que no pueda dominarla, desde jóvenes jugamos con ellas o entrenamos para poder tener canales más veloces dentro del océano.

—¿Es eso posible?

—Claro, dentro del océano hay un sinfín de corrientes de diversos puntos y diferentes magnitudes, es como lo que ustedes hacen cuando remontan olas en las playas —sopesó—. Pero tal vez es un poco más peligroso, debes tener cuidado porque puede expulsarte de su recorrido y terminas rodando a cualquier lado.




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