—Bar, Bar, Barnabas, Barnabas… —la voz de Naomi resuena en toda la habitación mientras el peliazul intenta seguir durmiendo otro poco—. Barnabas, Barnabas…
—¿Qué? ¿Qué puedes querer que no me dejas dormir, cariño?
—Barnabas ¡Barnabas! —siguió mientras se trepaba sobre su novio sentándose sobre su trasero—. ¡Despierta ya príncipe!
—¡Que tienes en contra mío hoy! ¿Qué es lo que quieres? —se volteó en el lugar causando que Naomi se fuera de espaldas con un chillido y terminaron con las posiciones invertidas—. Ahora, dime, ¿Qué?
—Feliz cumpleaños, amor —sonrió tímida y besó la nariz del peliazul que terminó ablandando su semblante para sonreír en grande.
—¿Y no podías esperar hasta que despertara?
—No, quería ser la primera en desearte feliz cumpleaños este año —sonrió abrazándose al heredero—. ¿Tienes planes para hoy?
—Nada especial —negó.
—Entonces, ¿Qué te parece si nos quedamos en la cama hasta tarde y te doy un regalo especial? —susurró mordiendo su labio inferior.
—Acepto —besó a su pareja con lentitud.
Después de haber detenido a Esselie, Barnabas se encargó de que Naomi recibiera los mejores cuidados de sus médicos y de sus seguidores especializados en sanar, tras un examen exhaustivo de la esencia de la mujer se llegó a la conclusión de que el canto de la sirena fue revocado de su ser gracias al beso que le entregó y, sin ser menos, porque Naomi estaba enamorado de él, en resumidas cuentas, su vínculo como Enchanté fue decisivo.
Luego de un tiempo, cuando todo fue seguro y se constató que el océano había regresado a tener paz, Naomi pidió permiso al rey Althar para regresar a la superficie y despedirse de su familia, tras pensarlo mucho su permiso fue concedido; en menos de lo que esperó terminó siendo escoltada por los guardias y por su novio. Explicarle a sus padres que no regresaría a estudiar fue duro, su padre intentó disuadirla, discutieron más de media hora sobre el motivo que no quería dar y, sin más, tuvo que confesar que se había enamorado y que se iría lejos con su pareja; fue difícil, fue un poco triste, pero no se arrepentía, ella quería volver al océano, quería vivir con su prometido.
Y sí, Barnabas le pidió matrimonio, en la corriente de las mantarrayas donde inició todo.
—¿Y si desayunamos antes de los besos? —el heredero sonrió.
—¿Prometes volver a besarme luego, aquí, en la cama? —murmuró reticente a dejar de besarlo.
—Sí, te lo prometo, pero necesito comer para tener energías y luego soy todo tuyo, haremos lo que quieras… O te hago lo que quieras —sonrió.
—Dios, ve a comer, todo lo que puedas y vuelve —se carcajeó.
—Tú también debes comer —se incorporó llevándosela con él para arrastrarla en un nado suave fuera del cuarto—. ¡El cumpleañero ya va a desayunar!
—¡Barnabas, eres adulto no un niño! —Inhor gritó desde el salón pero los vio aparecer con una sonrisa, desde que Naomi llegó a sus vidas, el palacio parece ser un parque de diversiones donde la curiosa mujercita siempre tiene algo qué decir, qué hacer y qué hacerles hacer.
Un enchanté que iluminó a todos y así seguiría milenios venideros pues al unirse con el príncipe de Pavlopetri Naomi viviría tanto como él.
Estarían juntos, siempre.
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Editado: 12.08.2025