Entre dos mundos

Capítulo 2 - El guardián de las dos lunas

Elena apenas podía respirar. El aire del nuevo mundo era diferente: más denso, cargado de un perfume que mezclaba tierra húmeda, flores nocturnas y algo eléctrico, como si la atmósfera misma contuviera magia. Frente a ella, el hombre de ojos plateados la observaba con una calma inquietante, como si su llegada no fuera una sorpresa, sino el cumplimiento de algo largamente esperado.

--Esto no puede estar pasando...-- murmuró ella, retrocediendo un paso.

El suelo iluminado bajo sus pies parecía responder a su temor, brillando tenuemente con cada movimiento. El guerrero inclinó apenas la cabeza, con un respeto solemne que contrastaba con la intensidad de su mirada.

--No temas. Nadie aquí puede hacerte daño mientras estés bajo mi custodia.

Elena lo miró con incredulidad. Su armadura oscura parecía tallada de la misma luz de las lunas, y sin embargo no llevaba espada a la vista, solo un guantelete en el brazo derecho que desprendía un resplandor tenue.

--¿Custodia? ¿Qué... qué significa eso? ¿Dónde estoy?

El hombre no respondió de inmediato. Sus labios se curvaron en una media sonrisa que no alcanzó a suavisar la dureza de sus rasgos.

--Estás en Elyria, el reino de las dos lunas. Y yo soy Kael... tu guardián.

La palabra resonó en el pecho de Elena como si tuviera un peso ancestral. Algo dentro de ella se estremeció, un eco que no podía explicar.

--Debe de haber un error. Yo no soy nadie especial. Solo estaba... en la biblioteca. Encontré un libro y...--se detuvo, recordando los símbolos, las letras vivas, el círculo de luz que la había tragado.

Kael la observaba con una paciencia que parecía infinita, pero en el fondo de sus ojos brillaba algo más: una chispa de reconocimiento, como si realmente supiera quién era ella.

--El libro que mencionas no es un libro cualquiera, es el manuscrito de los velos. Y si lo abriste, significa que el tiempo de la profecía ha llegado.

Elena negó con la cabeza, sintiendo que el mundo giraba bajo sus pies.

--No... no puede ser. Yo no pedí esto. Yo solo quería...--Su voz se quebró. Quería volver a casa. Quería que todo fuera un mal sueño.

Kael dió un paso hacia ella. Su presencia era imponente, pero sus movimientos eran tan medidos que parecían coreografíados para no asustarla.

--Lo sé. Ninguno de los que son elegidos lo pide. Pero tu llegada estaba escrita desde antes de tu nacimiento.

Elena lo miró fijamente. Había algo en su voz, una mezcla de resignación y ternura contenida, que hizo que el miedo se mezclara con otra emoción que no esperaba: confianza.

--¿Y qué... se supone que debo hacer?

Kael desvió la mirada hacia el horizonte. Las torres de cristal relucían bajo el resplandor de la doble luna, y un silencio solemne se extendió entre ellos.

--Salvarnos.--Su respuesta fue tan simple como demoledora.

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La caminata comenzó en silencio. Kael la guiaba a través de un sendero iluminado por luciérnagas gigantes que parecían estrellas flotando a ras del suelo. Los árboles tenían cortezas plateadas y hojas de un azul profundo que susurraban con el viento. Elena no podía dejar de mirar a su alrededor, maravillada y aterrada al mismo tiempo.

--Esto es... imposible.--dijo al fin, rompiendo el silencio.

Kael no apartó la vista del camino.

--Aquí, lo imposible es solo lo que aún no has visto.

Ella arqueó una ceja, sorprendida por la respuesta.

--Hablas como si todo esto fuera... natural.

--Lo es. Para mí, y pronto lo será para tí.

Elena suspiró, incrédula.

--Sigues sin responder lo más importante: ¿Por qué yo?

Esta vez, Kael sí la miró. Sus ojos brillaban con un fulgor suave bajo la luz de las lunas, y durante un instante ella sintió que estaba siendo leída por completo, como si él pudiera ver más allá de sus palabras, de su piel, hasta lo más profundo de su alma.

--Porque tú corazón lleva la llave del equilibrio.--Hizo una pausa, bajando la voz, casi en un susurro--. Y porque el destino ha querido que seas mía para proteger.

Elena tragó saliva, intentando sostenerle la mirada. No entendía por qué, pero la simple intensidad de esas palabras la estremeció de una forma que nada en su mundo real había logrado.

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Llegaron a un claro donde se alzaba una estructura cristalina, un arco antiguo cubierto de runas brillantes. Kael extendió la mano, invitándola a acercarse.

--Aquí comienza tu camino, Elena. Elyria no es un reino fácil, y muchos no desean tu llegada. Pero no estarás sola.

Ella dudó. Si instinto le gritaba que no confiara en lo desconocido, pero había algo en Kael, en su voz grave y en su forma de mirarla, que derribaba cada muro de defensa.

Con un suspiro, extendió su mano. Kael la tomó con firmeza, y al contacto, una corriente cálida recorrió el cuerpo de ambos, como si el universo entero hubiese exhalado en ese instante.

Elena lo miró sorprendida. Kael apretó suavemente su mano, sin apartar los ojos de los suyos.

--Nuestro vínculo ya está sellado.-- murmuró él.

Ella apenas alcanzó a susurrar:

--¿Qué significa eso?

Kael sonrió, por primera vez, con una expresión tan humana que le robó el aliento.

--Significa que de ahora en adelante, tu destino y el mío... están entrelazados.

Las runas del arco brillaron con más fuerza, como respondiendo al contacto entre ellos. Y en ese instante, aunque no lo entendiera, Elena supo que su vida jamás volvería a ser la misma.




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