"Entre Dos Mundos"

Capítulo IV

 

SILENCIO

“Se hace daño con los actos, pero también con el silencio”

Paulo Coelho

 

Aturdida abre los ojos, y con la vista aún borrosa observa la sala, los adornos, sobre las mesas de vidrio, las cortinas en los ventanales abiertas a la mitad por donde pasaba la luz del sol, aún permanecía en la casa de sus padres, al parecer la habían colocado en una de las sillas, ¿Pero cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Por cuánto tiempo había perdido el conocimiento? Hace el intento de levantarse y ve que sobre sus piernas reposaba un libro, que apenas empezaba a leer, titulado “La verdad oculta” lo toma dubitativa, mira caratula y termina de reincorporarse, voltea a todos lados, había un gran silencio en la casa, Virginia se pregunta a donde fueron todos, no había rastro de ninguno de ellos.

—¿Dónde están todos? —Piensa en voz alta—Sus padres salieron muy temprano en la mañana —respondió Berta, quien venía cargada con un cesto de ropa—Virginia se levanta abruptamente de la silla —¿Cuánto tiempo llevo dormida aquí? —Inquirió—quizás unos minutos Srta., apenas me acaba de decir que iba a sentarse a leer—responde la ama de llaves—¿Qué día es hoy? —Berta arruga el rostro—¿No sabe qué día es hoy? —lo siento creo que estoy desorientada—exclamó—Virginia supo entonces que estaba de nuevo en aquella otra vida, no sabía cómo había llegado, al caer en cuenta de que estaba hablando con Berta y no con Marta, lo supo, sonrió un poco y salió corriendo por la puerta, con las llaves del carro, mientras que Berta se queda parada con el cesto de ropa observando la extraña actitud de Virginia.

Con las manos sudorosas sujetaba de nuevo el volante, el corazón le brincaba, solo pensaba ansiosamente en David, no podía esperar un segundo más para volverlo a ver, habían pasado semanas, aceleraba cada vez más, su ansiedad le dio ganas de ir al baño, cuando por fin llega a aquel chalet ni si quiera espero estacionar bien, bajo del carro agitada, más bien parecía que hubiera llegado corriendo.

Toca la puerta con afán—toc, toc, toc—Virginia rogaba para que no le abriera aquél anciano amargado, aun así, nadie le abrió, esto hizo que su ansiedad incrementara volvió a subir al coche y decidió ir al edificio donde David daba sus conferencias, la búsqueda se hacía eterna. Cuando llega al lugar, en vez de bajarse apresuradamente, decide esperar unos minutos dentro del carro, respira profundo y siente un alivio repentino al ver el coche de David estacionado justo al frente, entonces trata de relajarse, ya que no quería que David notara su estado de ánimo ni le viera agitada. Baja del vehículo y camina con más quietud. Sube al ascensor aparentando normalidad, pero no puede quitar la vista del teclado donde los pisos van marcando uno tras otro, por fin la espera terminó se abren las compuertas, cruza el pasillo hasta el final, y llega al auditorio.

La conferencia ya había empezado, de hecho, ya estaba por finalizar, pero no era David quien la daba, Virginia extrañada comienza a pasear la mirada por todas partes, hasta que lo ve, sentado en la primera fila, fue cuando respiró tranquilamente, una vez que todo finalizaba y que las personas comienzan a abandonar poco a poco la sala, Virginia se acerca a David, mientras algunos aún se despedían…

—¿Cómo has estado? —Inquirió David amablemente

—Bien excelente ¡Tenía ganas de verte ¡—Exclama Virginia.

—Pensé que habías perdido el interés en estos temas—inquirió David—Virginia nota algo diferente, siente un frío que le recorre el cuerpo—No ¡¿Cómo crees? No podría perder el interés en él tema, y menos si eres tú quién habla de ello—ella trata de acercarse para saludarlo con más afecto, pero se ve interrumpida por otros compañeros de David quienes se despiden de él y aprovechan para decirle alguna que otra cosa…

—Si quieres podemos tomar algo en el cafetín, o ir a mi casa —Virginia hacia cualquier intento por acaparar la atención de David quien se despedía aún de los que habían asistido a la conferencia, y parecía no prestarle una suficiente atención.

De nuevo los pensamientos de Virginia comenzaban a atormentarla —¿Por qué esta tan indiferente? ¿Habrá pasado algo? —¿quieres un café? —mmm está bien —David acepta con desdén.

Mientras charlaban, ella no paraba de mirarlo, sus ojos azules, su cabellera abundante y castaña peinada hacía atrás, esa barba bien cuidada que le hacía lucir tan varonil, y esa voz tan dulce, David era irresistible, en todos los sentidos, era increíblemente caballero y amable, las demás mujeres en el cafetín tampoco quitaban la vista de encima, volteaban de cuando en vez a echar una mirada.



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En el texto hay: drama misterio suspenso y sorpresa

Editado: 07.11.2019

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