Entre dos mundos: la caída de Constantinopla

Capítulo 12: El Último Ocaso D’Esta

El ocaso tiñó el cielo de tonalidades rojas y doradas, presagiando no solo el final del día, sino también el notable giro que se avecinaba para Constantinopla. Las sombras del atardecer se alzaban sobre la ciudad, como si atraparan los últimos destellos de luz en una danza melancólica. Eleni contemplaba la escena desde los muros que habían sido testigos de innumerables batallas y traiciones, sintiendo un nudo en su estómago.

“Este ocaso marca algo más que el final de un día. Es el preludio de los cambios que hemos buscado”, dijo Kadir, que se encontraba a su lado, su mirada fija en el horizonte. La belleza del momento parecía sobreponerse a la tensión que se sentía en el aire. “La cuestión es si seremos capaces de abrazar lo que viene”.

“Debemos ser fuertes”, respondió Eleni, sintiendo cómo las nubes de duda se dispersaban a medida que el resplandor del sol se desvanecía. “Hemos enfrentado tanto. No podemos dejar que el miedo nos detenga”. Su voz reflejaba una mezcla de determinación y vulnerabilidad, dejando entrever la carga de la responsabilidad que llevaban.

A medida que el sol descendía, la reunión que habían convocado se acercaba rápidamente. Nobles y líderes de ambas facciones estaban preparados para escuchar su propuesta de paz, un desafío lleno de promesas y temores. El tiempo corría como el agua entre sus dedos, y Eleni sabía que esta podría ser su última oportunidad para unir a los pueblos de Constantinopla.

“¿Estamos listos para esto?” preguntó Kadir, su voz grave.

“Listos o no, debemos intentarlo. No podemos rendirnos”, afirmó ella, apretando la mano de Kadir, sintiendo que la fuerza de su amor podía derribar cualquier obstáculo. La conexión entre ellos era palpable, y en ese instante Eleni comprendió que su amor podía ser el hilo que uniría las diferencias.

Al llegar a la plaza, el ambiente estaba cargado de energía. Una multitud de nobles y ciudadanos se había reunido, y aunque la atmósfera era de desconfianza, había un sentimiento de esperanza flotando en el aire. Eleni podía sentir cómo las memorias de las batallas pasadas aún vibraban en el espacio que las rodeaba, pero también cómo el deseo de un futuro diferente comenzaba a abrirse paso.

Mientras se preparaban en el corazón del parque, Eleni observó a los nobles que habían llegado. Algunos ya tenían miradas de escepticismo, otros se apartaban de la idea de negociar. “Recordarás lo que nos dijeron: la paz va acompañada de la guerra si no hay un propósito”, le susurró Kadir.

“Lo sé, pero es momento de demostrarles que el amor y el entendimiento pueden superar las viejas historias de odio”, respondió Eleni, sintiendo que la determinación ardía en su pecho.

Al comenzar la reunión, Nikolai tomó la palabra, su voz resonando con autoridad. “Hoy estamos aquí para escuchar las propuestas que nos llevarán hacia un camino de paz en lugar de la guerra. Las decisiones que tomaremos hoy resonarán entre nuestras familias y generaciones futuras”.

Así comenzó la discusión. Eleni y Kadir eligieron presentar su visión de unidad entre los pueblos. Kadir se mantuvo firme al lado de Eleni, apoyando cada palabra que brotaba de sus labios. Hablaron sobre la posibilidad de un futuro sin rencores, donde la historia no solo se recordara en la sangre, sino también en la gloria de la colaboración.

Pero las voces de oposición comenzaron a elevarse, recordando las viejas heridas. “¿Cómo podemos confiar en un otomano? ¿Qué nos asegura que no es solo una fachada de amor?” preguntó un noble con voz autoritaria. Su mirada estaba llena de desdén, como si se sintiera atacado por la audacia de Eleni y Kadir.

“Si renunciamos a la posibilidad de la paz a favor del miedo, estaríamos condenando a todos a revivir la misma historia”, dijo Eleni, sintiéndose impulsada por la urgencia. “Nunca podremos avanzar si perpetuamos la animosidad. El amor debe ser el camino, no un obstáculo”.

Kadir tomó la palabra, decidido a ser su voz. “Estamos aquí para construir un futuro, no solo un pacto. Las vidas que hemos perdido nos han mostrado el dolor del conflicto, y estamos dispuestos a arriesgarlo todo para que esto funcione. Permitan que nuestras voces se unan en lugar de ser una carga que siga pesando sobre nosotros”.

El ambiente era tenso, y Eleni podía sentir cómo las miradas las atravesaban, escrutando cada palabra, cada promesa. Sin embargo, había un deseo latente entre algunos miembros de la nobleza, un anhelo de romper con las viejas tradiciones que los mantenían divididos.

A medida que la reunión avanzaba, poco a poco, otras voces comenzaron a unirse a la causa, algunas aún reticentes pero ansiosas de escuchar una nueva narrativa. Las campanas de la ciudad resonaron al caer la tarde, marcando un nuevo tiempo que se avecinaba.

Pero lo que nadie esperaba ocurrió en el momento más inesperado. De las sombras de la plaza emergió un grupo de hombres armados, entre ellos un hombre que Eleni reconoció de inmediato. Era el noble que había expresado rencor contra ellos, un hombre que había sido un símbolo de la resistencia ante el amor entre Kadir y ella.

“No permitiré que la traición se convierta en el hilo conductor de esta ciudad”, gritó, su voz retumbando como un trueno en la tarde. “Estamos condenados a perder todo lo que hemos construido si continuamos en el camino marcado por sus corazones”.

La tensión podría cortarse con un cuchillo. Los nobles se miraron entre sí, algunos buscando salir de la sala, otros defendiendo sus lealtades al nuevo camino de esperanza. A tan solo unos pasos de allí, Eleni se dio cuenta de que aquel grupo había llegado con una intención destructiva, dispuestos a hacer todo lo posible para evitar el camino hacia la paz que habían estado construyendo.

“¡Deténganse! ¡No hay lugar para más violencia!”, exclamó Kadir, colocando su cuerpo entre Eleni y los hombres que avanzaban. “Si el amor con el que luchamos por establecer la paz no tiene valor, entonces no tenemos nada”.




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