Se estiró un poco para dejar salir el estrés que tenía de estar trabajando sin descanso y decidió que era momento de parar un poco con todo. Ella miró por la ventana el hermoso paisaje que le daba su casa hacia el mar. Desde que tenía uso de la razón, siempre le gustó tener un lugar de descanso lejos del ruido del concurrido Estambul.
— ¡Feliz cumpleaños, mamá! —escuchó a sus gemelos gritar, antes de entrar a su oficina—. ¡Ya son cuarenta!
— Ay, apenas estoy cumpliendo cuatro años —Laisha se llevó una mano al pecho—. Acaban de romper este arrugado corazón. No es justo.
— Eres la mejor —dijo Dustin entrando también con unos globos—. Por eso no nos dejarás ir a la escuela sino a dormir.
— Mamá siempre dice que debemos ir a la escuela a pesar de todo —dijo Varick metiéndose a la conversación—. ¿Y papá vendrá?
— Su padre está de viaje ahora —levantó las cejas, tratando de cambiar un poco su expresión—. Dijo que vendría para pasar la noche con nosotros, porque mañana es un largo día para mamá.
— Serás la próxima presidenta —mencionó Aylan, su pequeño terremoto con orgullo—. Ese hombre nunca podrá ser algo mejor que tú, te lo aseguro.
— Mami —Randall llamó su atención—. Si padre no viene a pasar la noche, podemos ir a dónde quieras. Siempre lo haces —eso fue un duro golpe—. Nosotros te vamos a cuidar.
— Sí, el sujeto tiene razón —Baris se metió también, mirando a su gemelo con cara de complicidad—. La abuela puede quedarse en casa…
— Los abuelos —los corrigió—. Aman estar con ustedes. Así que cómo saben. Iré a cenar con su padre esta noche —se levantó de su asiento—. Los amo tanto, son mis hijos los más hermosos que he tenido…
— ¿Tanto como los hijos que tuvo la tía Jasha? —preguntó su hija, con una pequeña sonrisa—. Ella es muy bonita.
— Ustedes son más hermosos que los hijos de su tía, pero no sé lo digan. Se pone celosa —les guiñó el ojo—. ¿Llamaron a su padre para felicitarlo?
— No —respondieron los cinco—. Él no te ha llamado, nosotros no lo vamos a llamar.
— Es su padre, aunque se nota que ha estado alejado de ustedes durante todo este tiempo —trató de hacerles entrar en razón—. ¿Saben que los amo mucho?
— También te amamos, mami —Aylan la abrazó—. Come y nos llevas a la escuela.
Laisha sintió como si todo a su alrededor dejara de valer la pena. Últimamente, se sentía de ese modo con su esposo, a pesar de que tenían casi quince años de casados. Kaleb al inicio de su matrimonio fue muy bueno, tanto que le daba miedo en algunas cosas. Hasta iba a sus rutinas de embarazo con los gemelos, sin embargo, todo cambió por completo cuando se mudaron de país.
Kaleb se estaba haciendo cargo de sus fundaciones y de paso, ella se hacía cargo de las oficinas de abogados. Su madre iba a visitarla de vez en cuando, tanto que se volvieron superamigas desde entonces cómo en el pasado. Aun así, no se atrevía a contarle la forma en la que se sentía durante su matrimonio. Lo admitía, ya no era la misma jovencita de antes, mucho menos tenía el mismo cuerpo por cosas de sus embarazos.
Comió un poco del pastel que su madre le compró, aunque sus hijos dijeran lo contrario.
— Enviaré un correo a mi asistente y luego los llevaré a la escuela —les informó—. Unos minutos —aplaudió—. Busquen sus cosas.
Sus cinco hijos fueron a buscar lo que les faltaba de sus útiles escolares y ella le envió la propuesta a su asistente de lo que quería para seguir avanzando en las elecciones presidenciales que se llevarían a cabo el próximo año.
— ¿Hola? —le hizo una seña a sus hijos para que salieran—. ¿Kaleb?
— Amor —él arrastró un poco las palabras—. Feliz cumpleaños, vi tu mensaje hace un momento —Kaleb se aclaró la garganta—. ¿Cómo estás?
— Sin tiempo para dormir, pero se nota que no te importa en lo más mínimo —ella le abrió la puerta de la camioneta a sus hijos y los guardias fueron hacia sus autos en cuanto ella presionó el botón de salida—. Dijiste que estarías a tiempo.
— No he podido llegar por cosas del trabajo con la fundación —le explicó su esposo—. Es mi cumpleaños…
— Y tú mejor que nadie sabes lo importante que es para mí todo esto —omitió lo que dijo, y agarró con un poco de fuerza la puerta—. Me eligieron como la candidata presidencial, ¿crees que puedas ayudarme al menos?
— Llegaré a más tardar al atardecer —le explicó él—. Término todo y voy contigo a celebrar nuestro cumpleaños…
— No tardes en venir, los niños también te extrañan.
— Te amo y a los niños también —Kaleb se notaba un poco lejano—. Hasta la noche.
Ella solo se quedó mirando su celular cuando él cortó la llamada antes que ella. Quería llorar, jurado que sí. Estaba por preguntarle si tenía una amante, porque ya no soportaba más todo eso. Respiró hondo varias veces, antes de entrar al auto con sus hijos, los cuales fingieron no haber escuchado nada de lo que habló con su esposo.
— ¿No vendrá? —preguntó Randall con la mirada fija en su iPad—. Siempre es lo mismo.
— Sí, vendrá en la noche —le respondió mientras conducía—. Le diré a los abuelos que vengan a quedarse esta noche con ustedes o pueden ir a su casa. De seguro que…
— Podemos ir a la casa de los abuelos —dijo Dustin, mirando a sus hermanos—. Hace mucho que no pasan una noche juntos. Se lo merecen.
— Es verdad —dijo Varick, bloqueando su iPad—. El abuelo dijo que podremos ir a dónde queramos con él.
— Está bien, los llevaré con los abuelos.
Condujo hasta la escuela privada de sus hijos, los cuales, como algunos niños, tenían clases avanzadas. Sus pequeños eran muy inteligentes, tanto que iban avanzados en todos sus cursos porque heredaron ese síndrome de ella y de su padre. No obstante, por alguna razón, Kaleb comenzó a dejar de tenerlo con el paso de los años.