Laisha se mantuvo neutra cuando fue a la casa con sus hijos, fue aún peor de lo que se imaginó qué sería todo al ver a su esposo en la misma. Tuvo hasta el impulso de tomar la escoba y darle un palo en la cabeza y metérselo en el hoyo del culo.
— ¿Qué haces aquí? —Laisha dejó que sus hijos entraran primero, mientras veía a su esposo desde la puerta—. Es más, ni siquiera sé por qué estamos los dos hablando.
—Oye…
— Vayan a sus habitaciones, por favor —les ordenó a sus hijos, los cuales no saludaron a su padre—. Te estuve esperando durante horas en el colegio —le reclamó a su esposo—. ¿Por qué no fuiste?
—Tenía un par de cosas que hacer —Kaleb intentó besarla, pero ella esquivó su rostro—. ¿Te vas a enojar por esto?
—¿Acabas de decirme que no te importa nuestros hijos? —Laisha tuvo que pedir un poco de autocontrol para no matarlo—. Te estoy hablando.
—Solo tienes que decirme qué demonios quieres que haya para que dejes de ser tan hijo de puta —le apuntó con el dedo—. Tenemos cinco hijos, los cuales cada día sienten que los desprecias, principalmente, dos de ellos. No sé qué más puedo decirles a ambos, no sé qué tengo que hacer.
—Mi madre…
—Una santa jamás fue, mucho menos tienes por qué enojarte —negó con la cabeza—. No sé quién eres y no sé con quién demonios, me casé hace años —ella caminó hacia la cocina—. Lo mejor que podemos hacer es tomar distancia entre ambos.
—¿Te quieres divorciar de mí? —Kaleb la siguió hasta la cocina—. Es eso… ¿Hay alguien más?
—Las cosas no han estado bien desde que nació Aylan —lo encaró—. Vamos de mal en peor, siempre es una discusión por todo. Será mejor que en verdad nos demos un tiempo…
— ¿Y qué hay de lo que pienso?
— ¡¿Qué demonios es en lo que piensas?! —lo empujó y él se sorprendió—. ¡¿Piensas en algún momento que tienes una familia?!
— Lo hago…
— ¿En algún momento te pones en el lugar de nuestros hijos? —lo golpeó en el pecho y Kaleb le agarró las manos—. Los gemelos se han visto…
— Siempre son ellos —Kaleb apretó sus manos—. ¿Al menos tienes idea de lo mucho que hago al verlos todos los días? —bramó—. ¿Se te olvida que nos casamos porque estabas embarazada de ellos?
—Nunca te pedí que nos casáramos, jamás te rogué qué me siguieras hasta aquí cuando te dije que iba a vacacionar con mi madre y su esposo —su labio inferior estaba temblando—. Quince años juntos y ahora los dos tenemos cinco hijos que cada día ven lo miserable que eres. Lo mal que sigues siendo. ¿Qué les vas a decir cuando nos divorciemos? ¿Por qué soy la culpable de que nuestro matrimonio no funcione?
— Eres la culpable, porque mencionas eso a cada rato…
— ¡Ay, por favor! —se zafó de su agarre—. Estoy cansada de tener que decirles a nuestros hijos que irás a más reuniones, a sus eventos, sus cumpleaños, momentos especiales y demás cosas. ¿No ves acaso que eres tú quien nos destruye?
— Será mejor que dejemos esto aquí…
— Descuida, no voy a presentar el divorcio, pero ten por seguro de que si no haces lo necesario por esta familia, haré todo lo necesario para que sepan de inmediato que estamos mal…
— ¿Quieres perder las elecciones? —Kaleb la agarró por los hombros—. Escúchame, sé que he estado mal, pero estás a nada de lograrlo…
—Hablas como si en verdad te importaran mis sueños y metas —quitó sus manos—. Tenemos hijos, confórmate con saber que ahora más que nunca debes ser el padre ausente, qué siempre has sido.
Laisha regresó a lo que estaba haciendo en la cocina, sintiendo como si esposo salía con pasos enojados y ella al fin pudo respirar en paz. Estaba cansada de él, harta de todo y sin lugar a dudas quería un momento con ella misma.
— ¿Estás bien, mamá? —le preguntó Randall entrando a la cocina—. Estás temblando…
— Estoy bien, cariño —abrió el grifo del agua—. ¿Te bañaste?
—No —su hijo se acercó a ella—. Vi a papá enojado entrando a su oficina.
—Siempre hace lo mismo —puso los ojos en blanco—. Escuchaste la conversación qué tuve con tu padre, ¿cierto? —él se quedó en silencio—. Tienes que dejar de escuchar las conversaciones que tengo con él.
—Lo siento…
— ¿Quieres algo de mí ahora? —preguntó, abriendo la nevera—. ¿Por qué no te vas a bañar y bajas a comer algo?
— ¿Nos ayudarás con las tareas?
— Sí, iré en un momento a ayudarles con las tareas.
Su hijo la miró por un momento, antes de regresar a la habitación. Ella se llevó una mano a la boca, dejando salir un sollozo, no sin antes asegurarse de que estaba completamente sola en la cocina. La mujer que siempre le acompañaba los días de semana, no había ido a trabajar ese día por petición de ella misma, por lo que tenía que hacer todo ella sola.
Se lavó la cara, y ni así las lágrimas dejaron de salir. Necesitaba pensar con claridad, porque ya su matrimonio estaba en decadencia desde hace años… ya ni recordaba cuándo fue la última vez que pudo sentir placer mientras tenía sexo con él o cuando fue la última vez lo hicieron. Kaleb se la pasaba viajando, trabajando y ella estaba a menos de un año de lograr su sueño de ser presidenta.
Si en los medios de comunicación sabían que su matrimonio estaba perdido, pues perdería todo en un parpadeo. Sus hijos no eran estúpidos, cómo para no darse cuenta, de que entre ellos no había nada bueno que buscar.
Les hizo algo de comer, luego les ayudó en lo poco que ellos fingían no saber, puesto que ellos nunca necesitaron su ayuda para hacer sus labores estudiantiles; solo buscaban momentos con ella para que no se sintiera sola en lo absoluto.
Vio a su esposo hablando por teléfono, algo que para ella ya dejó de ser extraño desde hace años. Se dio una ducha, necesitaba quitarse el malestar de encima y el sin sabor que su boca tenía. Buscaba de una u otra manera salir adelante con todo. Buscó algo cómodo que ponerse y salió sin la intención de nada más que trabajar.
—¿Sigues enojada? —Kaleb la agarró del brazo—. Laisha…