Entre el amor y el poder

Capítulo 7

Pasaba las fotos de su boda hace años con tanta pereza, buscando el punto en el cual arruinó su vida por un hombre. Desde que vio a Kaleb años atrás, cuando ambos eran unos niños, fue amor a primera vista. Lo mejor del mundo, tanto que dejó que su niñez por correr detrás de él, también le pidió a su madre que le diera su apellido y que no lo dejara con su familia biológica.

Luego las fotos de su embarazo críptico, que ni se notaba, pero que estaban sus gemelos gestándose y luchando por todo. Si no hubiese sido porque su prima Jasha le dijo que debía ir al hospital más cercano cuanto antes, pues no habrían nacido sus gemelos. Jasha siempre tenía buena intuición en ella de las cosas que pasaban a su alrededor, tanto que muchas veces le dijo que su matrimonio tarde o temprano sería una porquería y no mintió.

Recordando muchas cosas de su pasado, veía su sufrimiento marcado al grado de que se estaba perdiendo a sí misma en todo momento.

—Perdí todo —siguió pasando las fotos, mientras una lágrima bajaba por su mejilla—. Una completa idiota a más no poder por querer aferrarme a alguien que nunca me va a querer en lo absoluto —susurró para sí misma—. Debí hacerle caso.

—¿Se encuentra bien, señora? —su asistente le pasó unos documentos—. ¿Quiere que llame a su chófer?

—Estoy bien, no te preocupes —tomó unos pañuelos—. En los próximos días iremos a diferentes puntos del país. Necesitamos estar pendiente de todo lo relacionado con los patrocinadores de la campaña.

—Sí, el señor Vinográdov envió su depósito para la campaña —su asistente le informó—. Y que espera verla pronto.

— Hm —Laisha tomó más pañuelos—. Lamento que hayas tenido que venir a mi casa a trabajar.

—No me molesta, la vista aquí es hermosa —la chica sonrió—. Sin embargo, le recomiendo que se vaya ahora. El camino desde aquí hasta la ciudad y la escuela de sus hijos es largo.

—Hm.

Guardó todo lo relacionado con su matrimonio, vio la hora y supo que sus hijos saldrían pronto de la escuela. No había hablado con su esposo desde la discusión, mucho menos le informó que los hijos de Yakin pasarían una temporada en las tardes en su casa. Decidió que si ambos niños necesitaban ayuda, pues se las daría sí o sí.

—Puedes irte a casa y preparar todo para los próximos días —le indicó a la mujer—. Si los del partido…

—Señora, ellos están en un mundo dónde solo esperan que gane usted —la chica negó con la cabeza—. No han hecho nada por quitar su mala reputación por su apellido —le recordó—. Solo su familia y usted.

—Tienes razón —levantó ambas cejas—. Descansa.

Su asistente recogió sus cosas y salió. Le ordenó a uno de los guardias que la llevara a su casa y que se asegurara de que estuviera bien. Ya de por sí, era un peligro ella misma con todo lo de la política, así que era mejor cuidarla. El tumulto de vehículos no se hizo esperar. Intentó que su esposo tomara la llamada para informarle que unos niños irían a casa, pero nada pasó. Le envió un mensaje y luego lo llamó varias veces, sin embargo, seguía igual.

Apoyó el codo cerca de la ventana del auto, reprimiendo las enormes ganas de llorar que había estado teniendo los últimos días. Su familia la recordaba cómo la pequeña dictadora, la niña que quería ser presidenta porque si era abogada, no llegaría a mucho, sin embargo, desde que se casó con Kaleb poquito tiempo después de que diera a los a sus gemelos, todo fue en picada. Imaginó qué tendría una vida hermosa como la de su prima Jasha, que logró enamorar al hombre que ahora era su esposo, pero estaba jodida. Sentía que había perdido toda su vida.

Una de sus desgracias, era tener el coeficiente intelectual alto… Algo que dejaba de funcionar cuando se enamoraba, tal cual pasaba con su esposo. Tomó unos pañuelos y se limpió las mejillas. Sus hijos harían preguntas si la veían de ese modo y no quería eso. Ni siquiera, había revisado las cuentas o investigado quién era el hombre que cada cumpleaños o en San Valentín, le enviaba flores.

Bajó del vehículo justamente cuando Yakin salía de su auto. Se apoyó en la puerta de su vehículo, viendo de reojo cómo Yakin se acercaba a ella con pasos lentos.

—Buenas tardes —Yakin se paró delante de ella—. ¿Mis hijos irán a tu casa hoy?

—¿Tus hijos? —enarcó una ceja, mirándolo—. Imaginé que solo era uno.

—Nova me pidió dejarla ir contigo —él apretó un poco los labios—. Sé que debes estar confundida en ese aspecto.

—No estoy confundida, me esperaba que dijeras eso —tomó un mechón de su cabello, y jugó con él—. Es más por la discusión que escuché que tenías con tu esposa. Las cosas no se ven bien.

—¿Lo usarás?

—Tus problemas personales no tienen que ver conmigo —lo hizo a un lado—. Quítate, mis hijos ya van a salir.

Yakin la vio con aburrimiento, pero comentó nada más. Todos los niños fueron saliendo y ella sintió que nuevamente tenía deseos de llorar, pero tenía que ser fuerte o de lo contrario, iba a terminar mal con todo lo que le estaba pasando en ese momento. Era increíble como el tiempo pasaba tan rápido, ya no tenía a unos niños que cuidar, sino a unos adolescentes listos para seguir su camino.

—¡Mami! —su hija corrió hacia dónde estaba y la abrazó—. ¿Estuviste llorando? —Aylan frunció el ceño—. ¿Discusión con papá?

—No, es algo loco que me pasó —le desarregló el cabello—. ¿Tus hermanos?

—Venían detrás de mí —Aylan se quedó mirándola un momento y sus ojos se posaron hacia Yakin—. Vaya, eres el hombre que perderá el próximo año.

—¿Eh?

—Pues sí, porque mi mamá será la primera mujer presidente de este país de mierda y te hará comer tierra…

—Cariño —Laisha le tapó la boca—. No hagas eso.

— Quizás sea yo quien gane y tú me verás hacerlo…

—Jamás pasará, porque mi tío Jadiel te sacará del mapa —la pequeña hizo un gesto con su dedo y la garganta—. Si no es que mi tía Jasha te desaparece.

—No le creas.

—Salió igual de loca que la madre —susurró Yakin.




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