Entre El Amor Y La Traición

Prólogo

En un rincón apartado del vasto universo, donde las fronteras entre el cielo y el abismo se desvanecían como neblina al amanecer, Gabriel y Luzbel habían creado un refugio secreto.

Este reino, tejido con hilos de luz y sombras, ofrecía un santuario para aquellos que, como ellos, se habían enamorado en contra de los dictámenes celestiales y oscuros. Aquí, ángeles y demonios podían amarse sin miedo, sin juicios, en una paz tan frágil como hermosa.

El aire estaba cargado de una serenidad palpable, una mezcla de risas y susurros que flotaban como el perfume de flores etéreas. Jardines de flores luminiscentes y oscuras creaban un paisaje de contrastes, donde la luz se entrelazaba con la sombra en un baile eterno.

Gabriel, con sus blancas y doradas alas resplandecientes y su semblante sereno, caminaba de la mano de Luzbel, cuyas alas, antes oscuras, ahora brillaban con un tono carmesí suave. Juntos, contemplaban la belleza del reino que habían construido con su amor, cada detalle un reflejo de su vínculo indestructible.

Cada día, Gabriel sentía cómo su amor por Luzbel crecía, como una flor que se abre más y más bajo el sol eterno. Su corazón se llenaba de una calidez indescriptible cada vez que miraba a Luzbel, cada sonrisa, cada caricia era una reafirmación de su devoción. En esos momentos, el tiempo parecía detenerse, y Gabriel podía sentir la eternidad en cada segundo compartido.

Pero en una noche silenciosa, cuando las estrellas parecían murmurar secretos antiguos, un cambio imperceptible comenzó a agitar el aire. Luzbel, de pie al borde de un acantilado, recibió un mensaje enigmático del abismo.

La llamada era urgente, su tono sombrío, y el peso de su significado se reflejaba en los dorados ojos de Luzbel como un océano de incertidumbre. Sin más explicaciones, Luzbel partió, sus alas batiendo con una urgencia desconocida, dejándolo a Gabriel con una sensación inquietante de vacío.

El tiempo pasó lento, cada momento sin Luzbel era una eternidad para Gabriel. Cuando Luzbel regresó, su semblante había cambiado. Su piel, antes radiante, ahora era pálida, y una preocupación profunda oscurecía sus ojos.

Gabriel, en su alegría de tener a su amado de vuelta, no percibió de inmediato el cambio. Sus abrazos eran igual de cálidos, sus palabras igual de dulces, pero en el fondo de su ser, una sombra comenzaba a gestarse.

Los días siguientes se llenaron de un romance más intenso que nunca, como si Luzbel intentara compensar el tiempo perdido. Gabriel, sumido en el amor y la pasión, aceptaba cada muestra de afecto con un corazón desbordante.

Cada beso, cada susurro, era una promesa de eternidad. Pero bajo la superficie de esta felicidad, Luzbel escondía un secreto que pronto cambiaría todo.

Una tarde, con el sol derramando oro sobre el reino, Luzbel tomó la mano de Gabriel con una sonrisa enigmática.

- Tengo un lugar nuevo para nosotros - dijo, sus palabras teñidas de una dulzura engañosa. Gabriel, siempre confiado en el amor de Luzbel, siguió a su amado sin vacilar.

Caminando a través de los bosques brillantes y las sombras profundas, llegaron a un claro donde el aire parecía vibrar con una energía extraña.

- Aquí es - susurró Luzbel, sus ojos brillando con una intensidad que Gabriel no había visto antes. De repente, el suelo bajo ellos comenzó a temblar y un portal oscuro se abrió, tragando la luz a su alrededor.

Gabriel, sorprendido y desesperado, sintió cómo una fuerza invisible lo empujaba hacia el abismo del portal. Trató de luchar, de aferrarse a Luzbel, pero sus manos pasaron a través de sombras frías.

Miró a Luzbel, buscando una respuesta, pero el rostro de su amado había cambiado. Las alas de Luzbel, que antes eran rojas como el atardecer, se volvieron negras como la noche, y su expresión se endureció en una máscara de determinación y dolor.

- Lo siento - murmuró Luzbel, su voz quebrada por el remordimiento y la desesperación -Es la única forma.

Gabriel, al ser arrojado al portal, sus ojos llenos de lágrimas y su corazón destrozado, vio cómo el amor de su vida se transformaba en la sombra que más temía. Uno de los príncipes de la oscuridad, una vez más.

La luz se desvaneció mientras caía en la oscuridad de la prisión dimensional, una jaula de la que parecía no haber escape.

Y así, con su último grito de traición resonando en el vacío, Gabriel se perdió en el abismo, su amor convertido en una llama de esperanza en la noche eterna.
 

 




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