Entre El Amor Y La Traición

Corazones En El Abismo

Gabriel corría a través de los interminables pasillos laberínticos de la prisión oscura, cada paso resonando con el eco de su desesperación. Su corazón, antes lleno de luz y esperanza, ahora estaba desgarrado por una mezcla de traición y dolor que lo consumía lentamente.

Los muros de sombra parecían cerrarse a su alrededor, susurrando en lenguas antiguas, burlándose de su lucha infructuosa por encontrar una salida.

Cada corredor era una repetición infinita de oscuridad y vacío, un reflejo de su alma atormentada. Sus pensamientos eran un torbellino de recuerdos dolorosos, imágenes de Luzbel y él compartiendo momentos de amor y felicidad, ahora manchados por la traición. La sensación de pérdida era como un peso aplastante en su pecho, una opresión que lo empujaba más hacia la desesperación.

La prisión no solo lo retenía físicamente; también atrapaba su espíritu en un laberinto emocional. Cada esquina, cada sombra que se movía, parecía susurrarle su fracaso, la imposibilidad de escapar. Gabriel sentía cómo su propia luz se debilitaba, como una llama parpadeante al borde de extinguirse.

¿Cómo pudiste, Luzbel? murmuraba para sí mismo, su voz apenas un eco en el vasto abismo. ¿Cómo pudiste traicionar lo que teníamos?

Mientras Gabriel deambulaba por los corredores oscuros, sus pensamientos volvieron una y otra vez a los momentos felices con Luzbel, momentos que ahora se sentían como un sueño distante.

Cada sonrisa, cada caricia compartida, ahora era una espina que se clavaba más profundamente en su corazón. La traición era una herida abierta que sangraba constantemente, un dolor que no mostraba signos de curarse.

En el abismo, Luzbel también enfrentaba su propio tormento. Se encontraba en una sala oscura, rodeado de sombras y susurros que reflejaban su culpa y arrepentimiento.

Su corazón, antes lleno de amor por Gabriel, ahora estaba despedazado por la decisión que había tomado. Cada latido era un recordatorio de su traición, una punzada de dolor que lo dejaba sin aliento.

Las paredes a su alrededor parecían hechas de sombras solidificadas, cada una pulsando con la misma oscuridad que ahora sentía en su interior.

Luzbel sabía que había traicionado lo más puro y verdadero que había tenido, y esa realización lo consumía desde dentro. Sentía que su propia esencia se fragmentaba, cada pedazo cayendo en el abismo de su propia culpa.

— Gabriel — susurraba, su voz quebrada por la emoción — Perdóname, por favor, perdóname.

Luzbel cerró los ojos, tratando de recordar los momentos en que su amor por Gabriel lo había llenado de luz y esperanza. Pero cada recuerdo feliz se veía manchado por la realidad de su traición, convirtiéndose en una tormenta de emociones contradictorias.

Quería volver atrás, deshacer el daño, pero sabía que era imposible. La prisión que había creado para Gabriel ahora también lo retenía a él, atrapándolo en un ciclo interminable de culpa y arrepentimiento.

Las sombras a su alrededor parecían reflejar su dolor, danzando en un ritmo hipnótico que lo hundía más en la desesperación. Sentía que su alma se desgarraba, cada pedazo cayendo en la oscuridad profunda de su propio corazón. El amor que una vez lo había fortalecido, ahora era una cadena que lo ataba a su propia miseria.

— Siempre formarás parte de mí, Gabriel — susurró Luzbel, sus palabras llenas de una tristeza infinita — Siempre.

Mientras tanto, Gabriel continuaba su búsqueda desesperada en la prisión. Su cuerpo y espíritu estaban exhaustos, pero una chispa de esperanza seguía ardiendo en su interior, impulsándolo a seguir adelante. Cada paso era una lucha contra la oscuridad, una afirmación de su voluntad de resistir.

Aunque el camino parecía interminable, Gabriel no estaba dispuesto a rendirse. Recordaba las palabras de Seraphiel, la promesa de rescate, y se aferraba a esa luz en medio de la oscuridad.

Sabía que, de alguna forma, encontraría una manera de escapar, de reunirse con aquellos que lo amaban y luchar contra la oscuridad que intentaba consumirlo.

Y así, mientras la prisión seguía su danza de sombras y ecos, Gabriel avanzaba con una determinación renovada, su espíritu indomable brillando como un faro en medio de la tormenta.

En su corazón, la esperanza y el amor por aquellos que aún creían en él lo impulsaban a seguir, a desafiar la oscuridad y encontrar la libertad que buscaba.
 




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