Entre El Amor Y La Traición

Paraíso Perdido

En el abismo, Luzbel, el ángel caído, se encontraba solo en su habitación. Las paredes estaban hechas de una roca negra que absorbía la poca luz que existía en ese lugar, y la atmósfera estaba cargada de una opresión que parecía aplastar el espíritu.

Sin embargo, en esta soledad, lejos de la vigilancia constante de Astaroth, los recuerdos comenzaron a inundar la mente de Luzbel, llevándolo a un tiempo pasado, a un reino de luz y sombra donde el amor florecía en la armonía entre ángeles y demonios.

**El Reino del Cielo y la Oscuridad:**

Este reino, creado por Gabriel y Luzbel, era un paraíso donde la luz se fusionaba con la oscuridad en una danza eterna. Las torres de cristal y ónix se alzaban hacia el cielo, reflejando tanto la luz brillante del sol como la suave penumbra de la luna.

Los jardines estaban llenos de flores que brillaban con un resplandor etéreo durante el día y se transformaban en sombras seductoras al caer la noche. Aquí, ángeles y demonios convivían en un equilibrio perfecto, sus diferencias creando una belleza única y compleja.

Los ríos de este reino fluían con aguas cristalinas que brillaban con un resplandor dorado bajo la luz del día, pero que se transformaban en corrientes de plata líquida bajo la luz de las estrellas.

Los árboles eran altos y robustos, con hojas que cambiaban de color según la hora del día, pasando de un verde esmeralda a un azul profundo, simbolizando la unión de lo celestial y lo infernal.

Las aves cantaban melodías que eran a la vez dulces y melancólicas, una sinfonía de amor y pérdida que resonaba en el corazón de todos los que habitaban este lugar.

Luzbel recordaba caminar por estos jardines con Gabriel, sus manos entrelazadas, sus alas rozándose suavemente en una caricia de plumas. Sus conversaciones eran profundas y cargadas de significado, cada palabra una promesa de amor eterno y devoción. Gabriel, con su resplandor dorado, era la luz en la oscuridad de Luzbel, y Luzbel, con su sombra suave, era el refugio en el brillo de Gabriel.

—Gabriel, este lugar es nuestro paraíso — decía Luzbel, su voz un susurro lleno de amor — Aquí, la luz y la oscuridad se unen, creando algo más hermoso que cualquier cosa que pudiéramos imaginar por separado.

Gabriel sonreía, su luz intensificándose al mirar a Luzbel. Sus ojos reflejaban una ternura y una pasión que trascendían el tiempo y el espacio.

—Sí, Luzbel —respondía Gabriel— Aquí, nuestros corazones laten al unísono, y nada podrá separarnos.

**El Retorno al Presente:**

El recuerdo se desvaneció lentamente, dejando a Luzbel en su habitación oscura. Astaroth había dejado su presencia imponente, permitiendo a Luzbel un momento de introspección. Sin la influencia maliciosa de Astaroth, los sentimientos por Gabriel emergieron con una fuerza inusitada, llenando su corazón con un amor intenso y un dolor profundo.

Luzbel se acercó a un espejo oscuro en la habitación, su reflejo mostrándole las cicatrices de su caída y las sombras que habían intentado consumirlo. Pero al mirar más de cerca, notó algo extraordinario: algunas plumas de sus alas, que habían sido completamente negras desde su destierro y se transformaron en rojas mientras vivía con Gabriel en el reino aquel y volvieron a ser negras cuando eligió encerrar a Gabriel en esa horrenda prisión, comenzaban a tornarse de un rojo vibrante una vez más, un signo de que su luz interior aún no se había extinguido.

—Gabriel... — susurró Luzbel, sus ojos llenos de lágrimas que brillaban con un resplandor tenue — Mi amor por ti es mi tormento y mi salvación. ¿Cómo pude dejar que la oscuridad me apartara de ti?

El amor que sentía por Gabriel era una llama inextinguible, un faro en la penumbra del abismo. Ni siquiera la manipulación cruel de Astaroth podía arrancar ese sentimiento, esa conexión profunda que había compartido con Gabriel.

En su corazón, Luzbel sabía que debía encontrar una manera de redimir sus acciones, de liberarse de las cadenas de la oscuridad y regresar al amor que había perdido.

—Debo liberarte, Gabriel —pensaba Luzbel, su determinación renovada—. No puedo dejarte prisionero en esa dimensión, no después de todo lo que hemos compartido.

Mientras tanto, en su propia prisión dimensional, Gabriel sintió un cambio sutil pero significativo. La conexión con Luzbel, que había sido débil y casi inexistente, comenzó a fortalecerse. Era como un hilo de plata que atravesaba la distancia y la oscuridad, un recordatorio de su amor y su vínculo eterno.

Gabriel cerró los ojos, permitiéndose sentir esa conexión, dejando que los recuerdos de Luzbel llenaran su mente y su corazón. Recordaba los días en el reino que habían creado juntos, los momentos de felicidad y paz, y también los momentos de lucha y sacrificio. Su amor por Luzbel era tan intenso como el día en que se habían conocido, y la separación solo había profundizado ese sentimiento.

—Luzbel... —susurró Gabriel, sus palabras llenas de amor y dolor—. Siempre te he amado, y siempre te amaré. No importa cuánto tiempo pase, no importa cuánto nos separen, mi corazón siempre latirá por ti.

El dolor de la separación era agudo, una herida abierta que nunca parecía sanar. Pero el amor que sentía por Luzbel era una fuente de fortaleza, una luz que brillaba en la oscuridad de su prisión. Sabía que su amor era recíproco, que Luzbel sentía lo mismo, y eso le daba esperanza.

Luzbel y Gabriel sienten el renacer de su conexión, una chispa de amor y esperanza que prometía superar cualquier obstáculo. Luzbel, con sus alas comenzando a recuperar su color, sentía una determinación renovada de liberarse de la influencia de Astaroth y de redimirse por sus acciones pasadas.

Gabriel, en su prisión, sentía que la esperanza no estaba perdida, que su amor por Luzbel era una fuerza poderosa que podría superar incluso las barreras más oscuras.




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