El corazón de la prisión dimensional palpitaba con una oscuridad opresiva, un laberinto de sombras que parecía infinito. Gabriel y Daniel, con Seraphiel en su interior, avanzaban con determinación, guiados por el resplandor del Corazón de Luz. La luz del corazón cortaba a través de la penumbra, abriendo un sendero hacia la libertad.
Cada paso que daban resonaba como un eco de esperanza en el vacío, una sinfonía de redención que llenaba el aire con su melodía. Las paredes de la prisión, hechas de sombras y desesperanza, se desmoronaban ante la luz pura del corazón. Era como si el propio tejido de la realidad se estuviera deshaciendo, incapaz de soportar la fuerza de la luz que irradiaban.
—Estamos cerca, Daniel —dijo Gabriel, su voz firme y cargada de esperanza—. La salida está justo adelante.
Daniel, sintiendo el poder de Seraphiel dentro de él, asintió con determinación. Sabía que debían seguir adelante, que la libertad estaba al alcance de sus manos.
El Corazón de Luz brillaba intensamente, su resplandor aumentando con cada paso que daban. La luz se extendía por el laberinto, disipando las sombras y revelando un camino que se abría ante ellos como una flor al sol. Finalmente, llegaron a una gran puerta de luz, un umbral entre la oscuridad de la prisión y la libertad que tanto anhelaban.
—Es hora de salir de aquí —dijo Seraphiel, su voz resonando con una mezcla de emoción y alivio.
Con una última mirada al laberinto que habían conquistado, Gabriel y Daniel cruzaron el umbral, sintiendo una oleada de energía pura inundar sus cuerpos. La luz los envolvió, transportándolos a través de un portal brillante y llevándolos de regreso a la tierra.
Emergieron en el mismo lugar donde Daniel había entrado a la prisión dimensional en busca de su amigo arcángel. Era un rincón apartado de la ciudad, una zona que ahora estaba bañada en la luz del amanecer. El cielo se tiñó de tonos dorados y rosados, como si la propia naturaleza celebrara su retorno.
La ciudad, que había sido un campo de batalla de desesperación, comenzaba a despertar. Gabriel y Daniel se encontraron en medio de una escena de renacimiento. Las calles, antes llenas de caos y destrucción, ahora se llenaban de vida mientras las personas comenzaban a despertarse y a levantarse del suelo.
Frente a ellos, Azrael estaba en medio de una batalla feroz con Astaroth. Con un estallido de luz, el talismán oscuro en manos de Astaroth se hizo añicos, liberando una marea de almas aprisionadas. Las almas, luminosas y etéreas, se elevaron hacia el cielo antes de regresar a sus respectivos cuerpos. Astaroth, herido y derrotado, lanzó un grito de furia antes de desaparecer en una nube de sombras.
—¡Lo hemos logrado! —gritó Azrael, su voz resonando con una mezcla de triunfo y alivio.
Azrael corrió hacia Gabriel y Daniel, su rostro iluminado por una alegría pura y sincera. Los abrazó a ambos con fuerza, sus alas extendiéndose para envolverlos en un cálido abrazo. Sentían el latido de su corazón, una sinfonía de vida y esperanza que resonaba en el aire.
—Gracias por todo —dijo Azrael, su voz quebrada por la emoción— No podría haberlo hecho sin ustedes.
Gabriel, sintiendo la conexión renovada con Luzbel, miró hacia el horizonte, su mirada llena de determinación. Sabía que su próxima misión lo llevaría de regreso al abismo, donde debía enfrentar su pasado y rescatar a su amado.
—Azrael, Daniel, debo irme —dijo Gabriel, su voz firme pero cargada de emoción — Debo ir al abismo y liberar a Luzbel. No puedo dejarlo atrapado en esa oscuridad.
Azrael asintió, entendiendo el peso de la decisión de Gabriel. Sabía lo importante que era para él rescatar a Luzbel, y también comprendía el amor profundo que los unía.
—Ve, Gabriel —dijo Azrael, su voz llena de apoyo—. Nosotros cuidaremos de la ciudad mientras tanto. Trae de vuelta a Luzbel.
Gabriel asintió, sus ojos brillando con una mezcla de amor y determinación. Se volvió hacia Daniel y Seraphiel, quienes también lo miraban con comprensión y apoyo.
—Nosotros también estaremos aquí para ayudarte, Gabriel —dijo Daniel, su voz resonando con fuerza— Juntos, podemos enfrentar cualquier oscuridad.
Con una última mirada a sus amigos, Gabriel desplegó sus alas, brillando con una luz dorada que iluminaba el amanecer. Se elevó hacia el cielo, su corazón lleno de amor y esperanza. Sabía que la batalla en el abismo sería difícil, pero también sabía que su amor por Luzbel era una fuerza poderosa que lo guiaría a través de la oscuridad.
Gabriel volaba hacia el abismo, su luz brillando como un faro en la penumbra. Mientras avanzaba, sentía la conexión con Luzbel fortalecerse, un hilo de amor y esperanza que prometía superar cualquier obstáculo.
La esperanza, ahora brillante y pura, seguía guiándolos, una chispa de resistencia y redención que prometía no extinguirse.