En la tierra, Astaroth caminaba entre las sombras, su presencia causando caos y terror entre aquellos que lo veían. Sus ojos, pozos de oscuridad infinita, observaban a las almas liberadas por Azrael, las mismas que ahora intentaba corromper. Con un gesto sutil, Astaroth lanzó un misterioso conjuro, sus palabras resonando en el aire como un eco de maldad.
-Que las almas liberadas sientan el peso de la oscuridad, que sus corazones se llenen de ambición y sus mentes se retuerzan con deseos de poder - murmuró Astaroth, su voz un susurro venenoso que se propagó como una marea negra.
El conjuro se extendió rápidamente, envolviendo a las almas liberadas en un manto de sombras. Estas almas, que habían encontrado un breve respiro en la libertad, comenzaron a experimentar extrañas transformaciones.
Sus ojos se oscurecieron, y en sus corazones brotó un deseo insaciable de gobernar el mundo. El equilibrio entre el cielo y la tierra se tambaleó, amenazando con desmoronarse bajo el peso de esta nueva oscuridad.
Astaroth, satisfecho con el caos que había sembrado, regresó al abismo. Su risa resonaba en las profundidades, un eco de satisfacción y triunfo. Sabía que había dado un golpe certero al equilibrio celestial, y su poder parecía crecer con cada momento que pasaba.
En el colegio, Ian y Daniel cursaban el último año de secundaria. Era una mañana soleada, y la clase de educación física se llevaba a cabo en el campo deportivo. Los estudiantes corrían y jugaban, sus risas llenando el aire con una ligereza que contrastaba con la oscuridad que se cernía en las sombras.
Ian y Daniel, ambos con un pie en dos mundos, disfrutaban del ejercicio y la camaradería de sus compañeros. Sin embargo, esa tranquilidad se rompió de repente cuando uno de sus compañeros, Thomas, comenzó a actuar de manera extraña. Sus ojos, antes llenos de vida, se oscurecieron, y su cuerpo comenzó a temblar con una energía siniestra.
-¡Thomas! ¿Estás bien? -gritó Daniel, corriendo hacia su amigo.
Pero Thomas no respondió. En su lugar, una sombra oscura emergió de su cuerpo, envolviéndolo en un manto de caos. Sus movimientos se volvieron erráticos, y con un grito desgarrador, desató una ola de energía oscura que hizo que los estudiantes cercanos cayeran al suelo, aturdidos y asustados.
-¡Ian, tenemos que hacer algo! -dijo Daniel, su voz llena de urgencia y preocupación.
Ian asintió, su mente trabajando rápidamente para encontrar una solución. Sabía que no podían herir a Thomas, pero también entendía que debían detenerlo antes de que causara más daño. Con cuidado, ambos se acercaron a su amigo, sus movimientos calculados y llenos de determinación.
-Thomas, por favor, detente -dijo Ian, su voz suave pero firme- No queremos hacerte daño.
Pero Thomas, consumido por el poder oscuro que lo había invadido, no podía escuchar sus palabras. Con un gesto, lanzó otra ola de energía, causando que los estudiantes gritaran y corrieran en busca de refugio. El campo deportivo se transformó en un caos, una tormenta de miedo y confusión.
Daniel, sintiendo la desesperación en el aire, extendió su mano hacia Thomas, intentando usar su propia luz para calmar la oscuridad que lo consumía. La energía de Seraphiel dentro de él vibraba con una luz pura, un faro de esperanza en medio del caos.
-Thomas, por favor, escucha mi voz -dijo Daniel, su luz envolviendo a su amigo - No estás solo. Estamos aquí para ayudarte.
Por un momento, los ojos de Thomas se suavizaron, y la sombra que lo envolvía pareció vacilar. Pero el poder oscuro era fuerte, y con un último grito, Thomas desató toda su energía en un ataque desesperado. Ian y Daniel, con sus propios poderes combinados, crearon un escudo de luz que absorbió el impacto, protegiendo a los estudiantes a su alrededor.
-No podemos seguir así -dijo Ian, su voz tensa - Debemos encontrar una manera de liberarlo sin causarle más daño.
Mientras tanto, en el abismo, Astaroth se regocijaba en su éxito. Sabía que el caos que había desatado en la tierra era solo el comienzo. Decidió que era hora de buscar un antiguo ser, sellado hace eones por ser extremadamente peligroso: Hades, el inigualable dios del abismo.
- Luzbel fue solo el comienzo -murmuró Astaroth, su voz resonando en las cavernas oscuras - Hades, el verdadero señor del abismo, será mi próximo aliado. Juntos, ningún ser celestial podrá detenernos.
Con esta resolución, Astaroth se adentró en las profundidades del abismo, buscando el sello que mantenía a Hades prisionero. Sabía que liberar a Hades significaría desatar una fuerza de oscuridad que podría destruir el equilibrio entre el cielo y la tierra, pero estaba dispuesto a correr ese riesgo para asegurar su dominio.
Astaroth se fue acercándo al sello de Hades, sus ojos brillando con una malicia pura y su risa resonando en las profundidades del abismo.
Mientras tanto, en la superficie, Ian y Daniel luchaban para salvar a su amigo y restaurar la paz en su colegio, sin saber que una amenaza aún mayor se cernía sobre ellos.
La esperanza, sin embargo, seguía brillando en sus corazones, una chispa de resistencia que prometía no extinguirse.