En el corazón del caos, Gabriel sostenía a Azrael en sus brazos, su luz celestial envolviendo a ambos en un resplandor cálido y reconfortante. Sin embargo, la batalla había cobrado un precio alto; la luz de Azrael comenzaba a desvanecerse, su esencia debilitada por la lucha contra la oscuridad de Hades.
Gabriel, con lágrimas en los ojos, sintió la fragilidad de su hermano en sus brazos. Sabía que debía actuar rápidamente para salvarlo, para restaurar la luz que una vez había brillado intensamente en su interior.
-Azrael, mantente conmigo -susurró Gabriel, su voz llena de amor y determinación - No te dejaré caer.
Con un gesto suave, Gabriel canalizó su propia luz en Azrael, una corriente pura y brillante que comenzó a infundir vida y esperanza en su ser. Era como si una cálida brisa primaveral estuviera barriendo el frío invierno de su alma, devolviéndole la vitalidad y la claridad.
Azrael, sintiendo la luz de Gabriel fluir a través de él, comenzó a despertar de su tormento. Las sombras que lo habían envuelto se desvanecieron, disipándose como niebla ante el amanecer. Su esencia angelical, antes marchita, floreció de nuevo, su luz volviendo a brillar con una pureza renovada.
-Gabriel... -murmuró Azrael, su voz temblando con gratitud y emoción - Me has salvado.
Gabriel sonrió, sus ojos llenos de alivio y amor.
-Siempre estaré aquí para ti, Azrael. Somos hermanos, y nada puede cambiar eso.
Azrael, aún débil pero cada vez más fuerte, se volvió hacia Ian, quien observaba con una mezcla de esperanza y dolor desde su interior. Ian había sufrido mucho bajo el control de Azrael, y el ángel sabía que debía pedirle perdón.
-Ian... - dijo Azrael, su voz llena de arrepentimiento y sinceridad - No puedo expresar con palabras lo que siento por el dolor que te he causado. La oscuridad me consumió, y en mi debilidad, te hice daño. Pero te prometo que haré todo lo posible para enmendar mi error.
Ian, con lágrimas en los ojos, asintió. Sentía la sinceridad en las palabras de Azrael, y aunque el camino hacia la completa recuperación sería largo, sabía que el perdón era el primer paso.
- Azrael, te perdono. Sé que la oscuridad te controló, y entiendo que no eras tú. Juntos, podemos superar esto -respondió Ian, su voz llena de compasión y esperanza.
Gabriel, viendo la sinceridad en la reconciliación entre Azrael e Ian, sintió una profunda paz. Sabía que el próximo paso era eliminar todo rastro de dolor del alma de Azrael, liberar a su hermano de las cadenas invisibles que aún lo mantenían atado a su pasado.
- Azrael, es hora de sanar completamente - dijo Gabriel, su voz resonando con autoridad y amor.
Con un gesto, Gabriel canalizó una luz pura y celestial que penetró el alma de Azrael. La luz era cálida y reconfortante, un bálsamo que disolvía las cicatrices del pasado y eliminaba cualquier rastro de dolor. Era como una brisa suave que borraba las huellas de las tormentas, dejando sólo paz y claridad.
Azrael, sintiendo la luz purificadora de Gabriel, dejó escapar un suspiro de alivio. Las sombras de su pasado se desvanecieron, y su alma quedó libre de todo dolor y sufrimiento.
-Gracias, Gabriel -murmuró Azrael, sus ojos llenos de gratitud-. Gracias por no rendirte conmigo.
Gabriel sonrió, su corazón lleno de amor y alegría.
-Siempre estaremos juntos, Azrael. Nuestro vínculo es eterno.
Azrael y Gabriel se abrazaron, sus luces brillando intensamente en un resplandor de amor y redención, sus alas se entrelazaron en un gesto de reconciliación amorosa.
La oscuridad había sido vencida, y la esperanza, ahora más fuerte que nunca, seguía ardiendo en sus corazones. Juntos, sabían que podían enfrentar cualquier desafío, y que la luz siempre prevalecería.