Entre El Amor Y La Traición

Epílogo

El Conjuro De La Luz Y Las Sombras

El cielo y la tierra estaban en calma, pero la amenaza de Hades aún persistía en las sombras. Gabriel y Luzbel, unidos por su amor y su luz, sabían que debían actuar para proteger a todos de la crueldad inigualable de Hades.

Junto a los demás arcángeles, se prepararon para conjurar un hechizo poderoso, uno que limitaría el alcance de los poderes de Hades y protegería a todos de su influencia maligna.

Gabriel y Luzbel, tomados de la mano, se elevaron al cielo, sus alas resplandeciendo con una luz celestial que iluminaba el firmamento. Los arcángeles, reunidos a su alrededor, formaron un círculo de pura luz y poder. En el centro, un catalizador celestial, un antiguo artefacto de puro resplandor, amplificaba su poder combinado.

—Arcángeles, hoy unimos nuestras fuerzas para proteger el universo del mal que Hades representa. Que nuestra luz sea un escudo impenetrable contra su oscuridad — proclamó Gabriel, su voz resonando como un trueno de esperanza.

Luzbel, con su luz y sombra entrelazadas, añadió su poder al hechizo, creando una armonía perfecta que resonaba con el equilibrio de su amor. Además Luzbel siempre fue el octavo arcángel y ahora volvía a ocupar ese lugar.

—Juntos, nuestras luces y sombras son más fuertes que cualquier oscuridad. Hoy, limitamos a Hades y salvaguardamos el futuro —dijo Luzbel, su voz un eco de determinación.

El catalizador brilló intensamente, absorbiendo el poder de los arcángeles y proyectándolo en una onda expansiva que atravesó el cosmos. La luz se extendió como un amanecer celestial, alcanzando cada rincón del universo y envolviendo a Hades en un resplandor que limitó sus poderes.

En el abismo, Hades sintió el impacto del hechizo. Su poder, antes ilimitado, ahora estaba contenido, incapaz de extender su influencia más allá de los confines de su oscuro reino, es decir el abismo. Sin embargo, su astucia no conocía límites. Con un gesto de su mano, utilizó el poder que aún poseía para reescribir la realidad del abismo.

—Que todos en este reino oscuro sepan que yo soy su amo y señor —declaró Hades, su voz resonando como un eco de condena — Siempre he sido el amo y señor en todos los reinos del abismo.

Las mentes de todos los demonios y almas en el abismo fueron alteradas. Creyeron que Hades siempre había sido su soberano absoluto, el único dueño de sus destinos.

El abismo se transformó, reflejando la voluntad de Hades: un reino de oscuridad absoluta, gobernado por su tiranía. Un reino dividido en varios subreinos.

Sentado en el trono central del abismo, Hades se proclamó el único soberano. Su trono, un monumento de sombras y poder, simbolizaba su dominio.

—Desde este trono, yo, Hades, gobernaré el abismo. Ningún ser, celestial o mortal, desafiará mi reinado — dijo Hades, su voz cargada de maldad y determinación.

— Y por supuesto las almas de los humanos atrapadas aquí serán mis esclavas. En cuanto a la tierra, los humanos se volverán mis esclavos también. Me aseguraré de que así sea — meditaba Hades con una siniestra sonrisa dibujada en su hermoso rostro de hombre perfecto.

En la tierra, Ian y Daniel necesitaban recuperarse de las pruebas y tribulaciones que habían enfrentado. Tras finalizar la secundaria, se dirigieron al país donde vivían el padre de Ian y la tía de Daniel, buscando refugio y descanso en sus vacaciones.

Llegaron a un paisaje sereno, lleno de verdes colinas y cielos despejados, un contraste bienvenido a las batallas que habían soportado.

—Ian, este lugar es perfecto para sanar y empezar de nuevo —dijo Daniel, su voz suave y llena de esperanza.

—Sí, Daniel. Aquí, lejos del caos, podemos encontrar paz y redescubrir nuestro amor —respondió Ian, tomando la mano de Daniel.

Mientras se abrazaban bajo el cielo despejado, sintieron una paz profunda. Sabían que, aunque el peligro aún existía, su amor y determinación eran más fuertes.

—Juntos, podemos superar cualquier oscuridad — dijo Ian, sus ojos brillando con amor.

—Siempre estaremos juntos, enfrentando cada desafío con esperanza y amor — respondió Daniel, su voz un susurro de promesa eterna.

El amor y la luz siempre prevalecerán. La batalla puede continuar, pero el amor y la esperanza serán siempre la guía a seguir.

¿Qué desafíos nos deparará el futuro? Solo el tiempo lo dirá, pero juntos, enfrentaremos cada amanecer y cada crepúsculo, con la certeza de que la luz siempre vencerá a la oscuridad.

Con estos pensamientos Seraphiel y Azrael se perdieron en un intenso abrazo junto a sus respectivos receptáculos mientras contemplaban las estrellas.

FIN
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.