Entre el amor y mil demonios. 2 "Una alianza astral"

Capítulo 2 "Una alianza astral"

Una alianza astral

 

Como país vivíamos una horrible monarquía coronada por la inhumana voz de un Porfirio Díaz abusando de los pobres ordenándoles a sus subordinados desde su trono un ¡Mátenlos en caliente! con la máxima irreverencia y yo, yo vivía mi propia autocracia sojuzgada y torturada a manos de un hombre que a mansalva se había encargado de perforarme el alma todavía adolescente y así, aunque mi memoria quiera rascarse esas horribles y dolorosas escamas, así comenzó lo que sería la gesta femenina más “colorida” de una mujer amada, como Amada a mis casi ocho décadas sigue siendo mi nombre.

Ahora cuento con una prótesis dental, tres operaciones de la vista, la ausencia de un riñón y de mi bendita matriz que fue el punto x que me condujo de un norte a un sur y de un este a un oeste… pero fíjate bien mi querida Li, éste corazón mío sigue tan intacto como el sol desde su creación… y me pregunto qué hubiera sido de mí si por alguna razón médica le hubieran modificado algo en mi infancia. Posiblemente no estuviera aquí junto a ti, hija mía. Es mi mejor aliado, su bombo y bombo es como la voz de Dios, una sutil resonancia que escucho cuando estoy hasta el cuello de preocupaciones, y es que es por mi mente y por mi corazón por donde entran esas frecuencias que me llegan de afuera, ese exterior que sólo los más sensitivos, los que escudriñamos los murmullos de nuestros ancestros podemos advertir… ¡Dios!, posiblemente ya estuviera muerta o peor todavía, vagando por la ciudad totalmente enloquecida viviendo como un fantasma privándome del hermoso rumor de mi madre expresándome calladamente qué rumbos tomar. Sin ella, sin esos secreteos bienintencionados hubiera estado condenada a un exterminio definitivo a una edad muy joven.

Cualquiera llamaría masoquismo a eso de traer desde un antes a un hoy una serie de hechos más tormentosos que felices, aunque creo que en mi caso es más bien una mixtura de ambas cosas. Hay mujeres que al transitar como yo por vías tan espantosas seguramente maldicen hasta el nacimiento del mismo Dios. Eso no aplica a mí. Siempre he creído que los desafíos que he enfrentado no han sido situados por Él en mi camino para hacerme imposible la vida. Le voy más a la idea de que son para madurar, sazonarme la existencia, crecer, volverme rica en experiencias, en habilidades… bueno, aunque un aprendizaje tan riguroso para muchas de nosotras pueda parecernos cruel por llevarnos casi a la desventura.

Ahora que las manecillas de mi reloj biológico se han casi agotado de regirme los tiempos, veo más a Dios como un buen aliado que como a alguien que desde un quimérico trono lo gobierna todo con una inmutable faz apocalíptica, con la mano dura de un Gengis Kan.

He comprendido con el paso de los años que ese ser supremo se amolda y se compenetra con el sinnúmero de almas creadas por Él mismo. ¿No conoce el pastor a la cabra a quien ha cuidado desde pequeña?... porque con gusto la cargó al nacer, le quitó la pegajosa placenta y se la devolvió a la madre para que la amamantara por vez primera; correteó con ella por los prados extensos y seguramente hasta chapotearon en los charcos cortados de la región, entonces ¿Cómo pues no va amarla y luchar junto a ella y por ella? Pero si un día el animalito, cuando orgulloso y coronado esté con un par de agudos cuernillos se le pone fiero, seguramente el buen cabrero le dará su merecido, no como venganza mal habida, sino como escarmiento para que sepa la existencia de una ley de obediencia. Igual pasa con nosotros los humanos, Li. Aprende esta sabia lección de vida, hija. Nuestro Pastor puede ser tan bipolar como tú quieras que sea. Si quieres puede ser tu mejor compañero o el más crudo antagonista. Propóntelo y verás que aferrándote a llevar una proterva vida comportándote como un patán, puede hacerte recordar tus más íntimos pecados, llevarte sagazmente y con sublimidad, en una tortura hasta conducirte al final a la misma extinción. La conciencia, le dicen unos, esa cosquillita mortífera que pesa más que cien años de prisión. Que aflige más que mil piquetes de abeja y sin morir. Te advierto que no pienses en que lo hará para hacerte sentir miserable como a muchos les ha dado por creer, sino para zarandearte como a trigo en medio de la tormenta y hacerte recordar que tu linaje es alto y también tuya la responsabilidad de pulirlo.

Por otro lado, si has declinado tu actitud hacia una vida no meramente beata, no nos vallamos a los extremos, Li, pero sí a una existencia justa y honorable, entonces verás cómo puede comprenderte y palmearte el hombro descubriéndote que eres humano, que eres débil y que por naturaleza el cuerpo pedirá satisfacciones mil… Ponte de su lado y te hará experimentar una rica sensación de comprensión y entonces hablará a tu alma para decirte con suavidad que, como dije antes, eres de divina estirpe traída a tierra y que te dará por tus debilidades, unos cuantos flageles al final del sendero y a la postre entrar con bombo y platillo, por la única razón de ser amados hijos suyos, en lo más hierático de sus mansiones olímpicas. Lo he escuchado llorar conmigo en los negros días bajo una torrencial lluvia de desesperanzas; lo he sentido alejarse de mi vida por largas temporadas abandonándome a mi suerte con mis necedades para que reflexione y decida; lo he percibido sonreír mis dichas haciéndome sentir que complacido está conmigo. Cuando algún problema amenaza con tumbarme lo he imaginado de rodillas recogiendo dos o tres rocas para mi honda, calibrar mi vista, afinar mi puntería y dirigir mis tiros hasta aniquilar a aquellos que en cierto momento de mi vida han querido llevarme a otro plano existencial. A veces siento esto como una redundancia, pero no, no son frases infructíferas, es la vida de una mujer, como la de muchas otras en peligro de extinción; sin embargo, abundar en pensamientos podría estropear mi relato que ya amenazo con iniciar, con la ayuda de mi sombra, contigo, Li, tú, mi incondicional Li, a tu amparo y de una vez por todas te contaré, hija mía, lo alto y lo bajo, lo cerca y lo lejos que ha viajado por la vida una flor femenina como yo.




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