Entre el cielo y el abismo se encontraba el reino que Gabriel y Luzbel habían creado juntos, uniendo sus fuerzas y poderes. Un sitio de luz y oscuridad donde ambas se fusionaban pudiendo convivir en eterna armonía infinita.
Allí era donde todas las parejas de ángeles y demonios podían habitar en perfecta felicidad sin problema alguno. Gabriel había dado acceso a todos los ángeles y arcángeles más allá de amar o no a un demonio.
Pero Luzbel solo les dió acceso a ciertos demonios ya que lo último que quería era que en ese reino surgiesen conflictos. Solo los demonios que amaban profundamente a un ángel podían entrar junto a sus amados, debido a que eaos demonios estaban tocados por la luz del amor y por ende redimidos.
Era en ese maravilloso y basto reino donde Gabriel y Luzbel vivían en paz y felicidad eterna. Sin embargo cada tanto ambos se veían en la obligación de volver a sus respectivos sitios.
Luzbel para conttolar su reino que había sido transformado también convitiendose en uno de los purgatorios para las almas de ciertos humanos con la esperanza de poder purgar sus culpas y asi tener la esperanza de poder ingresar al paraíso celestial.
Allí el único ángel que podía pissr ese reino sin problemas era Gabriel llevando una brisa fresca de alivio a las almas que sentían el fuego incandescente de Luzbel.
A su vez Gabriel debía frecuentar el cielo y asistir a las reuniones del consejo celestial junto a sus hermanos arcángeles también. Era lo que él tanto quería, sentir otra vez la camaradería de sus queridos hermanos sin ser juzgado ni castigado por el único pecado de amar.
Al fin lo había logrado y su alma terminó de eliminar el dolor que su pasado le ocasionó. Sus alas recuperaron su tono dorado desapareciendo así el celeste. Esto era signo de que Gabriel había vuelto a ser el mismo que en otros tiempo había sido. Aquel puro y noble arcángel junto a sus esplendorosas alas blancas y doradas.
Sin embargo conservaba el poder del hielo siendo ahora un arcángel guerrero junto a Miguel y Uriel. Su descomunal poder lo ayudaba a llegar a más almas dolientes en los diversos sitios del abismo.
Por supuesto que volvió en reiteradas ocasiones al abismo de hielo a salvar a los ángeles caídos que fueron castigados por amar a un demonio. Los liberó a todos del dolor y el hielo, para sanarlos con su luz devolviendoles las alas blancas.
Los condujo al nuevo reino que había credo junto a su amado Luzbel quien a su vez llevó a los dolientes demonios también para que puedan reunirse con sus amados ángeles. De esa forma, las parejas de ángeles y demonios poblaron ese reino volviendolo un hermoso paraíso para todos ellos, que al fin podían convivir en armonía y sin miedo de ser descubiertos y castigados.
Día tras día Gabriel y Luzbel renovaban su amor puro. La felicidad de Luzbel era intensa, más aún al ver que su amado volvió a ser aquel que conoció tiempo atrás. Puro y noble, sin rastros de dolor alguno en su ser. Las alas de Luzbel brillaban con una tonalidad roja escarlata demostrando que la luz había regresado a él.
Pero su orgullo jamás lo abandonó, esto lo mantenía lejos del cielo que a decir verdad aquel era un sitio al cual él ya no deseba volver.
— Eternamente tuyo Gabriel — le susurró Luzbel al oído despertando una amorosa sonrisa en el arcángel quien estaba acurrucado entre sus brazos y envuelto con las rojas alas de su amado.
Gabriel cerró los ojos relajándose, ya que estaba en el mejor de los mundos y, para ser sincero, no deseaba estar en ningún otro sitio.
— Te amaré por siempre Luzbel.
FIN