Siento como el suelo se hunde bajo mis pies. Mi cuerpo se congela. No puedo pensar, no puedo moverme.
─No… no puede ser…¿Cómo?─ dije tartamudeando del terror que sentía.
La figura ladea la cabeza, mirándome con evidente molestia.
─Primero corres como loca por media ciudad sin siquiera darte cuenta de a dónde vas─ dice, cruzándose de brazos─ ahora intentas matarme con un jarrón. Muy impresionante.
Doy un paso atrás instintivamente, sin apartar la mirada de él.
<<No puede ser real. No puede ser real>> digo por dentro.
La figura me observa detenidamente como si estuviese tratando de leer mis pensamientos.
─Oh, créeme, esto es real.
Su tono es burlón, pero hay un filo en su voz. Algo que me hace sentir que estoy caminando sobre una cuerda floja.
La televisión vuelve a encenderse de golpe, la estática iluminando la habitación con un brillo pálido. Pero ya no miro la pantalla. Solo puedo mirar al tipo parado frente a mí observándome con esos ojos dorados y penetrantes.
─Bueno, ¿vas a seguir parada como una momia o vas a bajar ese ridículo intento de arma?─ pregunta son fastidio─ si quisieras atacarme de verdad, al menos podrías escoger algo más útil.
Trago saliva.
─ ¿Qué… quién eres?─ mi voz tiembla, pero me obligo a mantenerme firme.
La figura esboza una sonrisa ladeada, pero sus ojos brillan con algo más oscuro.
─Deberías preguntarte qué fue lo que trajiste contigo esta noche.
─¿Quién eres?─ pregunte frunciendo el ceño
La figura ladea la cabeza, fingiendo pensarlo─ Digamos que soy alguien que ha estado… observándote. Viendo cada uno de tus pequeños intentos de entender lo que no puedes.
Mi piel se eriza─ ¿Observándome?
Asiente lentamente con una sonrisa que no llega a sus ojos─ Siguiéndote… escuchándote… estudiándote.
Doy un paso atrás─ ¿Por qué?
─Porque eres un maldito enigma y quiero saber que eres.
Lo miro confundida, con la voz firme, aunque siento un escalofríos─ ¿Quién eres?
Ríe entre dientes─ Un demonio…
Alzo ambas cejas en una mezcla de asombro y miedo.
─Claro, un demonio. ¿También tienes cuernos y un tridente?─ resoplo sarcástica, definitivamente estoy loca.
Su sonrisa se ensancha, pero sus ojos se oscurecen─ ¿Necesito tenerlos para ser real?
─ Necesitas algo más que palabras para convencerme.
Susurra acercándose apenas─ Veo que el miedo se fue─ dice con burla, no el miedo no se fue para nada, es mi… no sé qué es realmente─ Pronto, verás la verdad por ti misma─ sonrio de lado─ Nos volveremos a ver…Aria.
<<¿Que querrá decir con eso?>>
De pronto las luces, la televisión volvió a la normalidad y la figura se desvaneció en un humo oscuro. El olor extraño desapareció y la estática también.
Hui, no tenía claro lo que acababa de pasar, mi mente trataba de darme una explicación racional: una alucinación, un sueño demasiado real, el estrés acumulado. Pero ninguna de esas excusas podía tranquilizarme.
Me encerré en mi habitación, bloqueando la puerta con un mueble como si eso pudiera mantenerlo alejado. No encendí la luz, no revise mi teléfono, solo quede sentada en la cama, con las rodillas en el pecho, tratando de calmar mi respiración.
No sabía cuánto tiempo paso antes de que el cansancio me venciera. Pero cuando finalmente cerré los ojos, en mundo a mí alrededor se desvaneció…
Pasaron los siguientes días desde aquella noche en la que la figura se me apareció y me dijo que era un demonio. Contra todo pronóstico, nada extraño volvió a suceder.
Esperaba pesadillas más intensas pero seguían las mismas de siempre, señales, algún otro encuentro inquietante, alguna sensación de ser vigilada… pero no. Mi rutina siguió como siempre: clases por la mañana, trabajo por la tarde, regresando a casa con la sensación de que quizás todo había sido producto de mi imaginación.
Incluso Emma y Samuel parecían más relajados a mí alrededor, como si creyeran que mi racha de eventos extraños finalmente había terminado.
─¿Ves? Te lo dije─ comento Emma una tarde, mientras íbamos juntas al trabajo─ Seguro solo fue una mala racha.
Asentí, pero no estaba del todo convencida. Había algo en esa calma que no me gustaba.
Era demasiado perfecta. Demasiado… silenciosa.
Y si había aprendido algo en los últimos meses, era que el silencio siempre era la antesala de algo peor.
<<Dijo que nos volveríamos a ver>> comento inquietante la voz en mi cabeza.
─¿Lista?─ pregunto Emma aparcando el coche.
Asentí. La cafetería estaba abarrotada cuando llegaron, con el sonido de tazas chocando, conversaciones cruzadas y la máquina de café silbando de fondo. Apenas tuvimos tiempo de dejar nuestras cosas antes de empezar a atender las mesas.
El ritmo fue frenético durante horas. Clientes iban y venían, pedidos se acumulaban y el cansancio empezaba a pesar en los hombros.
En un momento el ambiente de la cafetería se volvió más relajado. Algunos compañeros de trabajo empezaron a comentar sobre una fiesta.
─¡Es viernes, hay que celebrarlo!─ dijo Marcos, uno de los baristas.
─Si vengan. No acepto un “no” por respuesta─ añadió Carla riendo.
Emma estaba apoyada en la barra junto a mí, sonrió.
─Yo si voy, necesito despejarme un poco.
─¿Y tú Aria?─ pregunto Carla, mirándome con expectativa.
─No, gracias. Estoy cansada, solo quiero irme a casa y dormir.
─¡Aburrida!─ bromeó Marcos.
Rodee los ojos con una leve sonrisa.
─Si, si, lo que digas,
Emma me dio un ligero codazo.
─No sabes de lo que te pierdes, pero descansa. Nos vemos mañana.
Mientras sus compañeros se reían y hacían planes, suspire con alivio. Sabía que una fiesta me ayudaría a distraerme pero algo dentro de mí me decía que necesitaba estar sola esa noche.
El reloj marcaba casi la hora de cierre cuando los últimos clientes permanecían en la cafetería. Mis compañeros ya se habían ido, dejándome con la tarea de cerrar el local. No me molestaba; prefería la tranquilidad de la cafetería vacía a una fiesta ruidosa.
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Editado: 07.04.2025