¡Mariela! ¡Mariela! ¡Mariela!
A pesar de que Abby no habia sido la primera en llegar, fue la que se hizo notar con más intensidad. Con el transcurso de los días a Victoria se le habían "pegado" más almas que le pedían ayuda o, por los menos, eso intentaban, pero ¿quién podría entender un pedido de ayuda si solo gritaban su nombre? Algunos nombres le eran familiares, de personas que había conocido o de parientes que habían llegado al país escapando de la guerra, pero a otros jamás los había escuchado. Alcira, Pancracia, entre otros, resonaban pero había alguien que pareciera que gritaba su nombre y que cada vez lo hacía con mayor intensidad: Mariela. Parecía que se trataba de alguien que pedía ayuda de manera desesperada. Convivir con estas voces e intentar llevar una vida normal no estaba siendo fácil, hasta viajar en el transporte público era una odisea. De repente los nombres de muchas personas retumbaban en su cabeza y complicaba hasta la actividad más simple. A pesar de todo esto, Victoria intentó no darle importancia y seguir estudiando para su primer parcial.
Era lunes por la tarde y tenía que rendir el examen. Quería darles un último repaso a los apuntes así que procuró mirar las hojas y no prestar atención a aquel bullicio mental que la acompañaba, no tenía tiempo para andar distrayéndose con lo que ella consideraba que eran sus propios "nervios".
Luego de 3 horas de estar rindiendo - era eterno ese examen- con la cabeza extenuada por la tensión, los "nervios" y el estrés, decidió relajarse un poco y compartir un tiempo de distracción con unos compañeros que también salían de rendir como ella. Sin conocerlos mucho, sabía quién había aprobado el exámen y quién no... pero no tenía manera de fundamentar lo que sabía, era eso, solo lo sabía. Tiempo después entendería de dónde llegaba esa información que solo ella manejaba.
Sentados en la plaza compartieron una gaseosa y tortitas mientras charlaban del examen que recién rendían y del estrés que les produjo a cada uno. Aunque se habían visto en clase varias veces, algunos no sabían sus nombres así que a Victoria le preguntaron varias veces cómo se llamaba y ella respondió cada una de esas veces. Sin embargo, en reiteradas ocasiones, cuando le preguntaron su nombre le dijeron:
- ¿Cómo era tu nombre? ¿Mariela? Tenés cara de Mariela
Ella sonrió ante cada comentario pero repitió que Victoria era su nombre. No obstante, en su cabeza Mariela parecía cobrar impulso y gritaba su nombre con más fuerza. Se hacía insoportable querer llevar una conversación adelante con un ¡Mariela! ¡Mariela! ¡Mariela! puesto en altoparlante, o por lo menos, así lo sentía ella. Esto hizo que se enojara muchísimo pero no podía demostrarlo, casi no la conocían y reaccionar mal en ese momento no quedaría bien. Eran las 19 hs.
A esa misma hora Mariana y Leandro charlaban y tomaban mate en la cocina de su casa. Josefina había llegado del colegio y se había acostado un rato mientras jugaba un juego en línea desde su celular. Parecía una tarde normal hasta que de repente explotó el vidrio del horno de la cocina. Nadie encontró explicación a ese suceso. No habían horneado ese día así que no había manera de que eso sucediera. Pero ¿era, quizás, el enojo contenido de Victoria el que había originado esa explosión?. Sí, si lo era.
El enfado de Victoria tenía nombre, se llamaba Mariela... ¿pero quién era Mariela?
Mariana estudiaba en la facultad y estaba próxima a recibirse. Había dejado de estudiar cuando nació Vicky porque no lograba fusionar su faceta de madre y de estudiante pero había retomado los estudios hace unos años cuando sus 2 hijas ya eran más grandes. Mariela era amiga y compañera de ella, se juntaban a estudiar y pasaban tiempo juntas. Eran confidentes y se sentían identificadas porque habían tenido vivencias similares. Los ataques de pánico eran un tema en común ya que ambas habían los habían padecido.
Mariela tenía 32 años y frecuentemente tenía sueños extraños. No podía dormir y se lo comentó a su amiga. Cada vez que se acostaba y se preparaba para dormir veía en la puerta de su habitación a un hombre de sombrero y a un niño. Ella pensaba que era su abuelo y un sobrinito que habían muerto hace un tiempo atrás, pero realmente no era así, era la forma que utilizaban seres malignos para poder manifestarse sin que Mariela tuviera miedo. Todas las mañanas, si es que lograba dormir, se despertaba desnuda. No lograba entender cómo. Se ponía pijama, camisón, dormía vestida pero siempre despertaba igual... desnuda. Esa situación se repetía así que intentaba no dormir pero su cuerpo ya no lo estaba resistiendo, no rendía bien los exámenes, estaba demasiado sensible, cualquier situación la descontrolaba así que decidió hablar con Mariana y pedirle que la llevara a ver a Olga.