Entre el deber y el deseo

1. La llegada

Isabella.

El sonido de los tacones resonaba contra el piso de mármol de Skyline Solutions, una de las firmas más prestigiosas de Seattle. Era lunes por la mañana, y aunque los pasillos estaban llenos de empleados con café en mano y carpetas bajo el brazo, todos voltearon a mirar a la joven que acababa de entrar.

Su nombre era Isabella Rossi, y ese día comenzaba como secretaria del director general. Sus ojos verdes reflejaban una mezcla de nerviosismo y emoción; llevaba semanas esperando esta oportunidad. Ajustó con cuidado la bufanda de seda que envolvía su cuello y respiró hondo antes de dirigirse al ascensor.

En el último piso, tras una puerta de vidrio con letras plateadas que decían “Chief Executive Officer – Jonathan Blake”, se encontraba Jonathan Blake, un hombre de porte impecable, cabello castaño oscuro ligeramente despeinado y una mirada intensa que parecía ver todo sin esfuerzo. Había construido su reputación como un líder exigente y perfeccionista… aunque pocos conocían el lado más humano que escondía detrás de su fachada fría.

Cuando Isabella entró en la oficina para presentarse, Jonathan levantó la vista de los informes financieros que revisaba, midiendo con la mirada cada detalle de su postura y expresión.

—¿Isabella Rossi? —preguntó con voz grave, cuidadosamente medida.
—Sí, señor Blake —respondió ella, conteniendo el temblor de sus manos.
—Bien. A partir de hoy será mi asistente personal. Espero puntualidad, discreción y eficiencia.

Isabella asintió, consciente de que no sería fácil trabajar con un hombre tan meticuloso. Pero mientras se giraba para dirigirse a su escritorio, no pudo evitar sentir una curiosa mezcla de respeto y fascinación.

Jonathan.

Jonathan Blake estaba acostumbrado a las mañanas agitadas de Skyline Solutions: correos electrónicos interminables, llamadas urgentes, reuniones que parecían no terminar nunca. Pero ese lunes, mientras revisaba un contrato en su oficina del último piso, algo diferente llamó su atención.

El sonido de tacones resonando contra el mármol lo obligó a levantar la vista. Por el pasillo apareció una joven que nunca había visto antes. Llevaba un abrigo elegante, bufanda cuidadosamente acomodada y un portafolio que sostenía con firmeza. Algo en su porte, en la forma en que respiraba mientras caminaba, le hizo detenerse por un instante.

—¿Isabella Rossi? —dijo en voz alta, casi más para sí mismo que para alguien más.

Ella respondió con un tímido “sí, señor Blake” y entró en su oficina. Jonathan la estudió mientras se presentaba: sus gestos medidos, su sonrisa nerviosa y la forma en que sus ojos verdes se movían rápido, evaluando todo a su alrededor. Por un momento, Jonathan se sorprendió a sí mismo sintiendo… interés. Algo que no solía permitirse.

—A partir de hoy será mi asistente personal. Espero puntualidad, discreción y eficiencia —dijo, manteniendo su tono firme, aunque internamente luchaba por no parecer demasiado duro.

Cuando Isabella se giró para dirigirse a su escritorio, Jonathan notó un detalle que le hizo arquear una ceja: la forma en que la luz de Seattle, grisácea y suave por la neblina, iluminaba su cabello. Era un instante fugaz, pero suficiente para que algo se removiera dentro de él.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 25.08.2025

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