Entre el deber y el deseo

2. Primeros días

Isabella

Seattle la recibía cada mañana con su cielo gris y el aroma a café recién hecho que impregnaba las calles. Isabella había comenzado a acostumbrarse al ritmo de Skyline Solutions: correos, llamadas, reuniones, documentos. Pero lo que aún le inquietaba era la presencia de su jefe.

Jonathan Blake era puntual, serio y distante. Apenas hablaba lo necesario. Cada vez que cruzaba su mirada con la de él, sentía un extraño cosquilleo en el estómago, aunque intentaba convencerse de que solo era nervios por querer hacer bien su trabajo.

Ese martes, él apareció en su escritorio, como siempre impecable, con la expresión concentrada de quien lleva el peso del mundo sobre los hombros.

—¿La agenda está lista? —preguntó sin levantar demasiado la voz.

Isabella asintió enseguida, entregándole la carpeta que había organizado con cuidado. Había añadido resúmenes breves de cada reunión, pensando que tal vez eso le ahorraría tiempo. Jonathan la hojeó sin decir nada. No sonrió ni la felicitó, pero ella notó el leve movimiento de sus cejas, casi imperceptible, como si hubiera quedado satisfecho.

Por dentro, Isabella sonrió. Quizá él no lo mostraba, pero había notado su esfuerzo.

Esa tarde, cuando todos se marchaban, decidió quedarse para terminar un informe. Mientras acomodaba las hojas, escuchó la voz grave de Jonathan detrás de ella.

—Ya puede irse, Rossi.

Se giró, un poco nerviosa.
—Prefiero dejar esto listo hoy, señor Blake. Así mañana será más sencillo.

Por un instante, creyó ver en su rostro una sombra de duda. Él simplemente asintió y volvió a su oficina. Isabella lo observó cerrar la puerta, preguntándose si alguna vez lograría descubrir qué había detrás de esa mirada tan difícil de descifrar.

Jonathan

Los primeros días con Isabella habían sido… inesperados. Jonathan estaba acostumbrado a asistentes que seguían sus órdenes al pie de la letra, nada más. Pero ella parecía ir un paso más allá, anticipándose, agregando detalles que no había pedido.

Cuando revisó la carpeta con la agenda de la semana, se encontró con notas adicionales y resúmenes. Fue un gesto pequeño, pero lo sorprendió. “Interesante”, pensó, aunque no dijo nada. No solía dar cumplidos: en su mundo, el trabajo bien hecho era lo mínimo esperado.

Aun así, se descubrió observándola más de lo que debería. Había algo en la forma en que se concentraba, en cómo sus labios se fruncían al leer un documento complicado, que lo distraía en momentos breves. Era inusual para él. No podía permitirse distracciones.

Esa tarde, cuando salió de su oficina, notó que ella seguía en su escritorio, rodeada de papeles. No estaba obligado a detenerse, pero lo hizo.

—Ya puede irse, Rossi —le dijo con tono firme.

Ella levantó la vista, con esa expresión serena y segura que empezaba a reconocer en ella.
—Prefiero dejar esto listo hoy, señor Blake. Así mañana será más sencillo.

Jonathan permaneció en silencio unos segundos. Podía haber insistido, pero no lo hizo. Algo en su determinación le resultó… admirable. Tal vez incluso refrescante.

Volvió a su oficina, pero mientras cerraba la puerta, se sorprendió a sí mismo pensando en ella. “Demasiado dedicada”, se dijo, como queriendo convencerse de que era solo profesionalismo. Pero en el fondo, sabía que había algo más: Isabella Rossi no era como los demás.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 12.10.2025

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