Entre el deber y el deseo

10. Ecos de confianza

Isabella

El miércoles amaneció igual de gris que el día anterior. Isabella ya se había acostumbrado a que el cielo de Seattle rara vez mostrara un azul despejado, pero de algún modo esa niebla ligera siempre la hacía sentir como si viviera dentro de una película.

Al llegar a la oficina, se encontró a Jonathan revisando papeles con gesto más tranquilo que el del día anterior. Aunque no dijo nada, Isabella no pudo evitar pensar que aquel café había marcado una diferencia para él. Quizá era una tontería, pero algo en la forma en que la miró cuando entró, un destello apenas perceptible en sus ojos, le indicó que la recordaba, que aún tenía presente la conversación que habían compartido.

La mañana pasó ocupada, pero Isabella notó algo distinto: Jonathan le daba pequeñas miradas de vez en cuando, como si buscara confirmar su presencia. No eran prolongadas, apenas un par de segundos, pero bastaban para que ella sintiera una corriente de calor recorrerle el cuerpo.

Alrededor del mediodía, mientras repasaban juntos la agenda de la tarde, Jonathan le pidió que se quedara un momento después de la reunión. Isabella asintió, tratando de no mostrar lo acelerado que se había vuelto su corazón.

Cuando por fin la oficina quedó en silencio, Jonathan cerró el archivo frente a él y la observó con esa seriedad que tanto imponía. Isabella tragó saliva.

—Quiero agradecerle lo de ayer —dijo él, con voz más baja de lo habitual—. No suelo… —hizo una pausa, como si eligiera con cuidado sus palabras— compartir esas cosas.

Isabella lo miró sorprendida. Nunca había imaginado a Jonathan reconociendo algo así, tan personal, tan vulnerable.

—No tiene que agradecerme —respondió con suavidad—. Fue solo un café.

Él negó con la cabeza, apenas con un gesto.

—No, Isabella. Fue más que eso.

Hubo un silencio denso, cargado de un significado que ninguno de los dos se atrevió a nombrar. Isabella bajó la vista hacia sus manos entrelazadas sobre su regazo. Sentía un cosquilleo en la piel, como si la habitación entera estuviera impregnada de electricidad.

Finalmente, Jonathan se incorporó y cambió de tema, volviendo a la compostura del jefe que ella conocía. Pero Isabella no olvidaría esa frase. Fue más que eso.

Cuando salió de la oficina esa tarde, llevaba consigo no solo sus documentos, sino también la certeza de que había cruzado un umbral invisible. Y aunque no sabía qué la esperaba del otro lado, sentía que estaba dispuesta a descubrirlo.

Jonathan

Jonathan no era hombre de distracciones. Su vida estaba marcada por la disciplina y la rutina. Sin embargo, ese miércoles lo encontró pensando demasiado en la conversación del café.

Había algo en la manera en que Isabella lo había escuchado, con atención sincera, que lo había dejado desconcertado. Pocas personas en su entorno lo miraban de esa forma: no como a un jefe, no como a un empresario, sino como a un hombre.

Durante la mañana intentó mantener la concentración, pero cada vez que levantaba la vista y la veía trabajando en su escritorio, una sensación extraña lo golpeaba. No era incomodidad… era algo mucho más peligroso: cercanía.

Por eso, al terminar la última reunión del día, decidió hablar. No soportaba la idea de dejar las cosas en silencio, como si aquel café no hubiera ocurrido.

Cuando Isabella entró en su oficina, Jonathan se sintió más nervioso de lo que quería admitir. Le agradeció lo de ayer, intentando que su voz sonara firme, pero en el fondo era una confesión: ella había logrado que bajara una barrera que casi nunca dejaba caer.

Al decir “fue más que eso”, sintió que se había expuesto demasiado. Podía ver el leve sonrojo en las mejillas de Isabella, su mirada esquiva, y supo que había comprendido perfectamente lo que quiso decir.

En ese instante quiso añadir algo más, pero el miedo lo detuvo. El miedo a lo que significaba cruzar esa línea. Así que se refugió de nuevo en la formalidad, como un escudo protector.

Sin embargo, cuando Isabella salió de su oficina, Jonathan permaneció un largo rato observando la puerta cerrada. Una parte de él sabía que estaba a punto de iniciar un camino que no tendría vuelta atrás. Y, por primera vez en mucho tiempo, no estaba seguro de querer detenerse.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 27.08.2025

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