Entre el deber y el deseo

19. Entre risas y siencios

Isabella

El viernes por la tarde, cuando las luces de Seattle comenzaban a encenderse y las calles se llenaban de vida, Isabella recibió un mensaje inesperado en su teléfono.

Era de Jonathan.
"¿Te gustaría cenar fuera esta noche? Nada formal. Solo nosotros, lejos de la oficina."

Isabella sintió cómo el corazón le daba un vuelco. Habían estado navegando entre insinuaciones, miradas robadas y un pacto que los obligaba a mantener todo bajo control. Pero esa invitación sonaba diferente. No era un gesto de jefe a empleada. Era un hombre buscando la compañía de una mujer.

Tras dudar unos segundos, escribió una respuesta sencilla:
"Sí. ¿Dónde?"

Una hora más tarde, se encontraron en un pequeño restaurante italiano escondido en una de las calles tranquilas de Capitol Hill. El lugar tenía un ambiente cálido, luces amarillas tenues y mesas de madera adornadas con velas. Isabella no pudo evitar sonreír: era como un pedacito de casa en medio de Seattle.

—No sabía que conocías este sitio —dijo mientras se acomodaba frente a él.

Jonathan sonrió, relajado, con la corbata fuera de lugar y las mangas de la camisa arremangadas. Un look que Isabella jamás había visto en él dentro de la oficina.

—Lo descubrí hace un tiempo —respondió—. Pensé que te gustaría… tiene un aire muy italiano, ¿no?

Isabella rió suavemente, y esa risa rompió la tensión que había estado acumulada desde la última reunión. Hablaron de música, de películas, de lo extraño que era vivir en una ciudad donde siempre llueve. Y por primera vez en semanas, Isabella no pensó en rumores ni en pactos. Solo pensó en él.

Cuando llegó el vino, brindaron sin palabras. La mirada de Jonathan se detuvo en la de ella un segundo más de lo habitual, y Isabella sintió que, si no estuvieran rodeados de gente, quizá se atrevería a besarla otra vez.

El resto de la noche fluyó entre bromas, confidencias y silencios cómodos. Silencios que no pesaban, sino que hablaban por sí solos.

Al salir, caminaron juntos bajo la llovizna ligera. Jonathan abrió su paraguas y lo compartió con ella, tan cerca que Isabella podía sentir el calor de su brazo rozando el suyo.

—Gracias por esto —murmuró ella, sin mirarlo directamente.

—Gracias a ti —respondió él, con una sinceridad que la estremeció—. Necesitaba una noche como esta.

Jonathan

Desde que Isabella aceptó su invitación, Jonathan no había dejado de preguntarse si estaba haciendo lo correcto. Romper el pacto aunque fuera un poco, arriesgarse a que alguien los viera… ¿valía la pena?

Pero la respuesta la tuvo apenas ella entró en el restaurante. Llevaba un vestido sencillo, azul marino, que resaltaba el brillo de sus ojos. Y en ese instante, supo que nada podía ser más valioso que verla sonreír de esa manera.

Durante la cena, se permitió ser él mismo, lejos de la imagen rígida del jefe intocable. Isabella lo escuchaba con atención, reía con sus comentarios, y de vez en cuando lo miraba como si pudiera ver más allá de sus defensas.

Mientras caminaban de regreso, bajo la lluvia suave, Jonathan deseó con todas sus fuerzas tomarla de la mano. Pero se contuvo. El pacto seguía allí, recordándole que aún debían ser cautos.

Aun así, mientras la veía reír bajo el paraguas, comprendió que esa noche había cambiado algo. No eran simplemente jefe y asistente compartiendo una cena. Eran dos personas que, a pesar de todo, seguían eligiéndose.

Y esa certeza le bastaba por ahora.



#2481 en Novela romántica
#855 en Chick lit

En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 25.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.