Jonathan
El rostro de Jonathan se tensó apenas lo vio entrar. Reconoció esa mirada dura, el caminar decidido, la forma en que se adueñaba del espacio como si todo le perteneciera.
Pero lo que lo desarmó no fue la presencia del hombre, sino el leve jadeo de Isabella cuando lo miró con sorpresa absoluta.
—¿Tío…? —susurró ella, poniéndose de pie con lentitud.
Jonathan giró de golpe hacia ella.
—¿Lo conoces?
Isabella asintió con un hilo de voz, incapaz de apartar los ojos del recién llegado.
—Es mi tío Álvaro. El hermano menor de mi madre.
Jonathan sintió que la sangre se le congelaba. Todo su cuerpo se tensó como un resorte al ver cómo Álvaro se acercaba con una sonrisa que no llegaba a los ojos.
—Sobrina —dijo, con tono cálido, aunque cada palabra parecía calculada—. No esperaba encontrarte aquí.
Isabella dio un paso hacia él, confundida.
—¿Qué haces aquí?
Álvaro ignoró la pregunta, y en cambio fijó su mirada en Jonathan. Sus labios se curvaron apenas en un gesto cínico.
—Así que tú eres el famoso Jonathan. Por fin nos conocemos.
Jonathan no respondió de inmediato. Reconocía ese tipo de mirada: la de alguien que sabía demasiado. Y lo peor era que Álvaro no parecía sorprendido de verlo. No… más bien, parecía disfrutar la incomodidad del momento.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Jonathan con voz grave, intentando mantener el control.
Álvaro se acercó un poco más, hasta quedar frente al escritorio. Apoyó una mano en la superficie y lanzó una mirada rápida a Isabella.
—Lo mismo de siempre. La verdad sale a la luz, tarde o temprano. Y créeme, Isabella merece escucharla toda… incluso la parte que aún le ocultas.
Isabella frunció el ceño, confusa.
—¿De qué estás hablando?
Jonathan apretó los dientes. El aire se volvió pesado en la oficina. Sabía que Álvaro tenía la llave de un pasado que él quería mantener enterrado, pero lo que lo inquietaba aún más era lo evidente: Isabella estaba en medio de todo esto sin saberlo.
—No lo hagas aquí —advirtió Jonathan en voz baja, clavando sus ojos en Álvaro.
El hombre se encogió de hombros, como si disfrutara del tormento.
—No tengo problema en esperar. Pero tarde o temprano, Isabella sabrá quién eres realmente. Y créeme, sobrino o no, yo mismo me encargaré de que se entere.
Isabella miró de uno a otro, sintiendo que su mundo se partía en pedazos.
—¿Alguien puede explicarme qué está pasando?
Jonathan dio un paso hacia ella, alargando la mano, pero Álvaro la interrumpió con un gesto.
—No, déjalo. Él ya ha hablado demasiado. Es mi turno de poner las cartas sobre la mesa.
Jonathan lo miró con furia contenida, pero el daño estaba hecho. Isabella observaba a ambos hombres, con el corazón desbocado, sabiendo que lo que estaba por escuchar podía cambiarlo todo.
Isabella
Isabella apenas podía respirar. Todo sucedía demasiado rápido: el hombre que acababa de entrar, su tío Álvaro, a quien apenas veía en reuniones familiares, resultaba estar vinculado a Jonathan de una forma que no entendía.
Su mente se negaba a aceptarlo.
—¿Ustedes… se conocen? —preguntó, con voz temblorosa.
Su tío le sonrió con frialdad.
—Digamos que nuestros caminos se cruzaron hace mucho tiempo. Y aunque él nunca quiso admitirlo… estamos más unidos de lo que imaginas.
Isabella retrocedió un paso, mirando a Jonathan.
—¿Es cierto?
Él no respondió de inmediato. Su silencio fue peor que cualquier palabra.
Álvaro dio un par de pasos hacia ella.
—Isabella, cariño, tu madre nunca te lo contó porque quiso mantenerte al margen. Pero la verdad es que Jonathan y yo compartimos negocios hace años. Negocios que no eran del todo… legales.
Isabella sintió que las piernas le temblaban.
—No…
Jonathan por fin rompió el silencio.
—¡Basta! —gruñó, con voz grave, acercándose a ella—. Isabella, escúchame. Sí, tu tío y yo trabajamos juntos cuando la empresa de mi familia estaba en ruinas. Lo hice para salvar a mi padre, para mantener todo en pie…
—¿Y se lo contaste? —lo interrumpió Álvaro con tono venenoso—. ¿Le dijiste que fue conmigo con quien firmaste esos contratos? ¿Que yo fui quien te abrió la puerta al mundo en el que ahora estás atrapado?
El corazón de Isabella se encogió. Miraba a ambos hombres, sintiendo que todo lo que conocía se desmoronaba. Su tío, un hombre de negocios respetable, estaba conectado con el lado más oscuro del pasado de Jonathan.
—Esto no puede ser verdad… —murmuró, llevándose una mano a la frente.
Álvaro la observó con una calma inquietante.
—Oh, es más que verdad, sobrina. Y si quieres escuchar la historia completa… estoy dispuesto a contártela.
Jonathan se giró hacia ella, desesperado.
—Isabella, no lo escuches. Yo te diré todo, lo juro. Pero no así, no de esta manera.
Ella lo miró con los ojos nublados de lágrimas.
—¿Por qué siempre es alguien más el que termina revelándome lo que ocultas?
Las palabras le dolieron a Jonathan como un puñal.
Isabella retrocedió, atrapada entre la necesidad de escuchar y el miedo de destruir lo que quedaba entre ellos. Por primera vez, comprendió que la verdad que tanto había pedido… podía ser más peligrosa de lo que imaginaba.