Entre el deber y el deseo

32. El escandalo

La mañana en Seattle comenzó con un aire pesado, casi presagiando lo que estaba por suceder. Jonathan entró a la oficina temprano, con los ojos rojos de cansancio tras haber pasado la noche revisando contratos y correos. Creía que, al menos por unas horas, podría enfocarse en contener el daño en su empresa.

Pero apenas cruzó el vestíbulo, sintió las miradas. Sus empleados no lo miraban como de costumbre; había un dejo de curiosidad, incluso de juicio, en sus ojos.

Al subir al ascensor, sacó su celular para revisar los mensajes. El primero lo dejó helado:

“Jonathan, ¿es cierto lo que dice el artículo? Llama en cuanto puedas.”
Era de un socio en Chicago.

Con el ceño fruncido, abrió su correo. Había decenas de notificaciones con un mismo asunto: “Escándalo en Crawford Enterprises”.

La noticia

Un medio digital había publicado un artículo explosivo: “El romance secreto del CEO: Jonathan Crawford y su asistente italiana”.

El texto estaba lleno de insinuaciones: supuestas cenas privadas, viajes en los que Isabella lo acompañaba bajo pretexto laboral, reuniones que terminaban en lugares “inapropiados”. No había pruebas reales, solo fotos robadas en las que aparecían juntos entrando o saliendo del edificio, o compartiendo una copa en un restaurante tras una jornada larga.

Ethan lo había hecho de nuevo.

El artículo sugería que la relación era una distracción para Jonathan y que ponía en duda su capacidad de liderazgo. Peor aún, insinuaba que Isabella había sido contratada no por sus méritos, sino por “otros motivos”.

Reacciones en la oficina

Cuando Jonathan llegó a su piso, Isabella ya lo esperaba. Tenía el rostro pálido, los ojos cargados de una mezcla de enojo y vergüenza.

—¿Ya lo viste? —preguntó con un hilo de voz.

Jonathan asintió. Dejó el maletín sobre el escritorio y pasó una mano por su cabello, tratando de mantener la calma.

—Es un ataque, Isabella. Nada de lo que dicen es cierto… —hizo una pausa, bajando la voz— al menos no de la forma en que lo pintan.

Ella apretó los labios. Sabía que los rumores podían ser peores que cualquier verdad.

—No quiero que piensen que estoy aquí por ti, Jonathan. Me he esforzado mucho para demostrar lo contrario.

Él dio un paso hacia ella, con la tentación de tomarle la mano, pero se contuvo. Había demasiados ojos alrededor.

—Yo me encargaré —dijo con firmeza—. No voy a dejar que te manchen de esta forma.

La estrategia de Ethan

En otro lugar de la ciudad, Ethan observaba cómo el artículo se esparcía como pólvora en las redes sociales. Había comprado un ejército de bots para compartirlo, comentar y darle credibilidad. La historia se convertía en tendencia en cuestión de horas.

Lo que más disfrutaba era que no había necesidad de inventar todo; bastaba con retorcer hechos pequeños, darle otro ángulo y sembrar dudas. La mente humana hacía el resto.

—El escándalo perfecto —murmuró para sí mismo mientras brindaba con una sonrisa fría.

El costo emocional

Para Jonathan, la jornada se volvió un infierno. Socios que pedían explicaciones, empleados que cuchicheaban en los pasillos, periodistas que llamaban sin descanso a la recepción.

Al final de la tarde, decidió enfrentar a su equipo directivo. Entró a la sala de juntas con el rostro serio, sin rastro de debilidad.

—Sé lo que han leído —dijo, mirando a cada uno—. Y quiero que lo tengan claro: mi relación profesional con Isabella es intachable. Este ataque busca desestabilizarme a mí y a la empresa. No caeremos en el juego de quienes quieren vernos caer.

Las palabras sonaron firmes, pero en su interior, Jonathan sentía que el terreno bajo sus pies comenzaba a resquebrajarse. Sabía que el rumor no moriría con una declaración. El daño ya estaba hecho.

Esa noche, cuando todos se habían marchado, Isabella entró a su oficina en silencio. Jonathan estaba sentado frente al ventanal, con la ciudad iluminada bajo la lluvia.

—¿Crees que podamos resistir esto? —preguntó ella, sin rodeos.

Él giró hacia ella, con una determinación que ocultaba su propio temor.

—No lo sé… pero lo que sí sé es que no pienso dejarte sola en medio de esta tormenta.

Isabella lo miró fijamente. Por primera vez desde que comenzó el escándalo, sintió que lo que tenían, aunque prohibido y vulnerable, era también su única fortaleza.

Lo que ninguno de los dos sabía era que Ethan apenas había dado el segundo golpe. El tercero sería aún más cruel.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 07.09.2025

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