Entre el deber y el deseo

35. El rostro del traidor

La tormenta había cesado, pero el cielo de la ciudad seguía gris, como si presagiara el enfrentamiento que estaba por venir. Jonathan no había dormido en toda la noche. Los documentos filtrados, las miradas acusadoras hacia Isabella, los rumores que se extendían como un veneno… todo lo llevaba a un solo nombre: Marcus Levine.

Durante años, Marcus había sido considerado un pilar de Crawford Enterprises. Había compartido cenas con la familia, había aconsejado a Jonathan en sus primeros pasos al mando, había estado presente en celebraciones y también en funerales. Para todos era un hombre de palabra. Para Jonathan, había sido casi un segundo padre.

Por eso la traición dolía como un cuchillo clavado en la espalda.

La cita secreta

Jonathan no iba a dar un espectáculo frente al consejo todavía. Decidió enfrentarlo en privado, en el lugar donde Marcus solía refugiarse después de las juntas: un exclusivo club de caballeros en el centro de la ciudad.

Lo esperó en la penumbra del salón, sentado en una mesa apartada. Tenía en la mano un vaso de whisky intacto, solo por mantener la apariencia.

Cuando Marcus entró, con su porte elegante y su sonrisa ensayada, no notó de inmediato la presencia de Jonathan. Pero al verlo sentado allí, sus pasos se detuvieron en seco.

—Jonathan… —dijo, con un tono entre sorpresa y nerviosismo—. No esperaba encontrarte aquí.

—Siéntate —ordenó Jonathan, sin rodeos.

El silencio se volvió pesado cuando Marcus se acomodó en la silla frente a él.

El enfrentamiento

—¿Quieres decirme por qué lo hiciste? —Jonathan lo miró directo a los ojos, su voz baja pero cargada de furia contenida.

Marcus arqueó una ceja, fingiendo calma.
—No entiendo a qué te refieres.

Jonathan golpeó la mesa con la palma de la mano, haciendo que los cubiertos vibraran.
—¡No juegues conmigo! Encontré los registros, los accesos desde tu cuenta. Los documentos filtrados llevan tu marca, Marcus.

Por un instante, el hombre intentó mantener su fachada de inocencia, pero los ojos de Jonathan eran demasiado incisivos, demasiado seguros. Entonces, exhaló con lentitud y dejó caer la máscara.

—No me sorprende que lo hayas descubierto —respondió con una calma escalofriante—. Siempre fuiste demasiado perspicaz para tu propio bien.

Jonathan apretó la mandíbula, sintiendo cómo la rabia crecía en su interior.
—¿Por qué? ¿Después de todo lo que mi familia hizo por ti?

Marcus esbozó una sonrisa amarga.
—Tu padre confiaba demasiado en mí, pero nunca entendió que la empresa necesitaba más que ideales. Crawford Enterprises se convirtió en un monstruo, Jonathan. Y tú, con tus obsesiones y tu… debilidad por esa mujer, lo estás arruinando.

Los ojos de Jonathan se endurecieron al escuchar el desprecio hacia Isabella.
—Ten cuidado con lo que dices.

—¿O qué? —replicó Marcus, inclinándose hacia él—. ¿Vas a golpearme aquí mismo? ¿Vas a exponer que todo lo que dicen los rumores es cierto? Porque créeme, Jonathan, el mundo ya lo está creyendo. Y si yo sigo alimentando esa narrativa, caerás más rápido de lo que imaginas.

Las amenazas veladas

Jonathan respiró hondo, controlando el impulso de lanzarse contra él. En cambio, se acercó lentamente, hasta que sus palabras fueron un susurro cargado de veneno.
—Escúchame bien, Marcus. Puede que hayas filtrado información y que estés jugando con mi reputación, pero cometiste un error: subestimarme. No solo voy a proteger a Isabella… voy a destruirte.

Marcus soltó una carcajada seca.
—Siempre tan confiado. Pero recuerda, muchacho, yo soy parte del consejo. Nadie te creerá si me señalas sin pruebas.

Jonathan lo sostuvo con la mirada, helada como acero.
—Entonces prepararé las pruebas. Y cuando llegue el momento, no habrá rincón de esta ciudad en el que puedas esconderte.

El silencio posterior fue casi sofocante. Ambos hombres se observaban como depredadores midiendo fuerzas, sabiendo que la batalla apenas había comenzado.

La retirada

Marcus se levantó lentamente, acomodándose la chaqueta con un gesto de superioridad.
—Te daré un consejo, Jonathan. A veces es mejor rendirse antes de perderlo todo. Piensa en ello.

Jonathan no respondió. Solo lo siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta. Entonces, apretó el vaso de whisky con tanta fuerza que el cristal crujió entre sus dedos.

Sabía que no podía confiar en nadie más del consejo. La traición estaba demasiado enraizada. Pero también sabía que ahora tenía un objetivo claro: derribar a Marcus y limpiar el nombre de Isabella.

Y si para lograrlo debía mancharse las manos, lo haría sin dudar.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 07.09.2025

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