Entre el deber y el deseo

37. El juego del consejo

La mañana de la reunión del consejo, el ambiente en la sala era distinto. Los altos ejecutivos se habían sentado con sus trajes impecables y sus expresiones rígidas, pero detrás de cada mirada había expectación. Los rumores sobre Jonathan y su “relación inapropiada” con Isabella ya habían corrido como un río desbordado, y muchos esperaban ver cómo Marcus aprovecharía para dar el golpe final.

Jonathan entró en silencio, su porte sereno, aunque por dentro sentía la presión en cada latido. Isabella no lo acompañaba esa vez; él mismo le había pedido que se quedara fuera de ese campo de batalla. No quería que soportara más humillaciones públicas.

Marcus, sentado al otro extremo de la mesa, sonrió con fingida cordialidad.
—Jonathan, llegas justo a tiempo. —Su voz rezumaba satisfacción—. Tenemos muchos temas delicados que discutir hoy.

Los miembros del consejo asintieron, ajustando papeles y revisando tablets. Jonathan tomó asiento, respirando profundo. Hoy no iba a defenderse con excusas. Hoy iba a atacar.

El inicio del juego

Marcus tomó la palabra, desplegando gráficas y reportes en la pantalla.
—Como todos saben, la reciente pérdida de contratos y la caída en las acciones se debe a una inestabilidad interna. Una inestabilidad causada, en gran parte, por situaciones personales que se han mezclado con los negocios.

Varios consejeros cruzaron miradas. Algunos asentían; otros evitaban opinar. Jonathan permaneció impasible, observando cada gesto de Marcus.

Cuando este terminó su exposición, Jonathan se inclinó ligeramente hacia adelante.
—¿Puedo hacer una pregunta, Marcus?

—Por supuesto —respondió él, confiado.

Jonathan abrió una carpeta con calma.
—Mencionas la caída de contratos… ¿Podrías explicar cómo, en menos de seis meses, perdimos tres licitaciones con empresas que, curiosamente, terminaron contratando con proveedores vinculados a tu familia política?

Un murmullo recorrió la sala. Marcus parpadeó, sorprendido por el tono directo.
—¿Estás insinuando…?

—No insinúo nada —lo interrumpió Jonathan, con voz firme—. Solo pregunto si puedes dar una explicación convincente.

El desliz

Marcus se acomodó en su asiento, intentando recuperar la compostura.
—No controlo las decisiones de esas empresas —respondió con una sonrisa forzada—. Además, hablar de vínculos familiares es un intento bajo de difamarme.

Jonathan entrelazó las manos sobre la mesa.
—Difamar sería inventar. Pero tengo documentos que muestran transferencias entre cuentas de esas compañías y sociedades registradas a nombre de tu cuñado.

Un silencio sepulcral se apoderó de la sala. Algunos consejeros lo miraron con sorpresa; otros con temor.

Marcus golpeó la mesa con la palma.
—¡Eso es un ataque personal! ¡Una distracción para ocultar tu propio escándalo con Isabella!

Los murmullos se hicieron más intensos. Jonathan lo había logrado: Marcus había perdido la calma.

El contraataque calculado

Jonathan no se movió de su lugar, manteniendo la serenidad.
—Aquí no estamos para hablar de mi vida personal, sino de la empresa. Y si alguien la ha puesto en riesgo, es quien manipula contratos y desvía dinero.

Un consejero mayor, conocido por ser imparcial, intervino.
—¿Tiene pruebas de esas acusaciones, Jonathan?

Jonathan asintió lentamente.
—Las tengo. Y cuando llegue el momento, las presentaré ante todos ustedes.

Marcus lo miró con furia contenida. Sabía que Jonathan no mentía. Si realmente tenía pruebas, podía destruirlo. La máscara de seguridad que siempre llevaba empezó a resquebrajarse.

La grieta

La reunión continuó, pero el aire estaba cargado. Marcus ya no hablaba con la misma fluidez; su tono se volvió agresivo, defensivo. Jonathan, en cambio, permaneció sereno, lanzando preguntas incisivas que hacían tambalear cada argumento de su enemigo.

Al finalizar, los consejeros abandonaron la sala en silencio, murmurando entre ellos. Nadie dijo nada abiertamente, pero la semilla de la duda estaba plantada: Marcus ya no era intocable.

Jonathan recogió sus papeles con calma. Sabía que había dado el primer golpe, pero también que Marcus no se quedaría quieto. Esa batalla apenas comenzaba.

Cuando se levantó para salir, Marcus se acercó hasta quedar a centímetros de él.
—Te crees listo, Jonathan. Pero no sabes en lo que te estás metiendo.

Jonathan lo miró fijamente, sin un atisbo de miedo.
—Al contrario, Marcus. Por primera vez… lo sé exactamente.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 07.09.2025

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