La noticia inesperada
La mañana comenzó con un silencio extraño en las oficinas. No era el bullicio habitual de correos urgentes ni de llamadas telefónicas. Era un silencio pesado, lleno de miradas que evitaban cruzarse con Jonathan o Isabella.
El correo llegó a su bandeja de entrada a las 8:03 de la mañana:
“Notificación oficial: La junta directiva ha decidido abrir una investigación interna para evaluar la posible existencia de conflicto de intereses y favoritismo en las recientes decisiones de la compañía.”
Jonathan leyó el comunicado tres veces, apretando los dientes. No era sorpresa que los rumores hubieran alcanzado a los directivos, pero que la junta lo transformara en un proceso oficial significaba una sola cosa: desconfianza.
Isabella bajo escrutinio
A Isabella le llegó el mismo correo, y por unos segundos sintió cómo la sangre le abandonaba el rostro. Sabía lo que venía: entrevistas, preguntas incisivas, revisión de correos y mensajes. La iban a desmenuzar, como si su vida privada fuera un expediente público.
Cuando entró a la sala de juntas, ya estaban ahí varios de sus compañeros, mirándola con una mezcla de compasión y curiosidad. Sabía que, para muchos, aquello era casi un espectáculo.
Uno de los directivos, un hombre de cabello blanco y voz grave, habló con dureza:
—Señorita Torres, usted ha trabajado en proyectos clave en estrecha colaboración con el señor Jonathan. La pregunta es directa: ¿recibió algún beneficio, trato especial o acceso que no le correspondiera?
Isabella lo sostuvo la mirada, aunque por dentro sentía que se desmoronaba.
—No. Todo lo que he logrado en esta empresa es producto de mi trabajo. Mi relación personal con Jonathan nunca ha interferido en mis responsabilidades profesionales.
El silencio que siguió fue incómodo. La respuesta era firme, pero las dudas ya estaban sembradas.
Jonathan contra la tormenta
Mientras tanto, Jonathan enfrentaba su propia tanda de preguntas. En su oficina, un comité especial lo interrogaba con la frialdad de quienes ya lo habían juzgado.
—¿Puede asegurarnos que ninguna de sus decisiones recientes se vio influenciada por su relación con la señorita Torres? —preguntó una mujer de traje azul, que representaba a los accionistas más conservadores.
Jonathan clavó la mirada en ella.
—Cada decisión que he tomado ha sido en favor de la empresa. Si alguien quiere cuestionar mi liderazgo, que lo haga con números, no con insinuaciones.
Era una declaración firme, pero sabía que no bastaba. En el mundo empresarial, la percepción podía ser tan letal como los hechos.
Marcus en la sombra
Mientras todo esto sucedía, Marcus observaba desde la distancia, disfrutando del caos que se había desatado. Su plan había dado frutos: los rumores habían sido la chispa, pero ahora el fuego ardía por sí solo.
En una conversación con uno de sus contactos en la prensa, dejó caer una frase calculada:
—¿No les parece curioso que justo después de que Jonathan se deshizo de mí, su relación secreta saliera a la luz? Tal vez esa fue la motivación desde el principio.
Las palabras se esparcieron como veneno. Los artículos empezaron a sugerir que Jonathan había expulsado a Marcus no solo por corrupción, sino también para ocultar el favoritismo hacia Isabella.
El dilema de Isabella
Esa noche, Isabella se sentó frente a Jonathan en su departamento. Él estaba de pie, mirando por la ventana, con el ceño fruncido.
—Van a seguir escarbando —dijo ella en voz baja—. Y si sienten que no encuentran nada… lo inventarán.
Jonathan se giró hacia ella, con una dureza en los ojos que rara vez mostraba.
—No voy a dejar que te destruyan, Isabella. No después de todo lo que hemos enfrentado.
Ella se levantó y lo tomó de la mano.
—No se trata solo de mí, Jonathan. Ahora somos “nosotros”. Y si quieren atacarnos, lo harán desde todos los ángulos posibles.
Él asintió, consciente de que tenía razón. Afuera, la tormenta crecía, y lo que estaba en juego ya no era solo su reputación o su cargo. Era el futuro de ambos.