Entre el deber y el deseo

51. Las pruebas falsas

La trampa en movimiento

La investigación llevaba apenas tres días cuando Jonathan empezó a notar un cambio inquietante en el trato de la junta. Antes las preguntas eran genéricas, casi de protocolo. Pero de pronto, las entrevistas comenzaron a ser más agresivas, directas, como si alguien hubiera entregado información concreta.

Isabella fue llamada nuevamente a la sala de revisión de documentos. Uno de los directivos colocó sobre la mesa una carpeta gruesa.
—Señorita Torres, tenemos aquí una serie de correos electrónicos que muestran conversaciones entre usted y el señor Jonathan, en las que discuten decisiones internas antes de que fueran presentadas al comité. ¿Reconoce estos mensajes?

Ella tomó los papeles, y al leerlos sintió un frío recorrerle la espalda. Eran correos que nunca había escrito, con palabras que jamás usaría, pero con su firma, su dirección, y fechas perfectamente alineadas con eventos reales de la empresa.

—Esto no es mío —dijo con firmeza, levantando la vista—. Alguien manipuló esto.

Las miradas de los directivos se cruzaron con desconfianza. Uno de ellos, con tono neutro, replicó:
—Lo investigaremos, pero debe comprender lo grave que es esto.

Jonathan bajo ataque

Ese mismo día, Jonathan recibió en su oficina a dos miembros del comité. Le mostraron mensajes de texto supuestamente enviados desde su teléfono, donde parecía dar instrucciones a Isabella sobre cómo inclinar un informe financiero para beneficiar un proyecto.

Jonathan apretó los puños al leerlos.
—Esto es absurdo. Mis registros están disponibles. Revisen mis dispositivos.

—Lo haremos —respondió uno de los investigadores—. Pero, mientras tanto, estos mensajes forman parte del expediente.

Por primera vez en mucho tiempo, Jonathan sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. La estrategia de Marcus era clara: no solo sembrar dudas, sino fabricar evidencias imposibles de ignorar.

Marcus celebrando en la sombra

En un apartamento discreto al otro lado de la ciudad, Marcus brindaba con whisky junto a un informático contratado en secreto. El hombre, un experto en manipulación de datos, había logrado falsificar correos y mensajes con un nivel de detalle casi indetectable.

—Con esto —dijo Marcus, alzando la copa— la caída de Jonathan será cuestión de tiempo. Nadie sobrevive a pruebas escritas, aunque sean falsas. La duda es más poderosa que la verdad.

El informático sonrió, orgulloso de su trabajo.
—He hecho que todo encaje con las fechas reales de las juntas. Si revisan por encima, parecerá auténtico. Solo un análisis forense profundo podría desenmascararlo… y para cuando eso pase, ya será tarde.

Isabella y Jonathan frente al dilema

Esa noche, Isabella llegó al departamento de Jonathan con los ojos enrojecidos.
—Nos están hundiendo —dijo, dejando caer la carpeta sobre la mesa—. ¿Qué vamos a hacer?

Jonathan revisó los documentos, analizándolos con frialdad.
—Esto es trabajo de Marcus. Lo reconozco en cada detalle. Es su estilo: torcer la realidad hasta que parezca verdad.

Ella se dejó caer en el sofá, agotada.
—¿Y si la junta no espera a comprobarlo? ¿Y si deciden que somos culpables antes de que podamos demostrar lo contrario?

Jonathan se sentó frente a ella, tomando su mano con firmeza.
—Entonces no solo debemos defendernos… debemos contraatacar. Si Marcus quiere jugar con pruebas falsas, lo vamos a exponer en su propio juego.

En ese instante, Isabella lo miró con algo más que miedo: lo miró con una mezcla de confianza y determinación. La batalla ya no era solo por limpiar sus nombres. Era una guerra directa contra Marcus, y por primera vez, Jonathan estaba dispuesto a luchar con la misma ferocidad.



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En el texto hay: jefe, secretaria, amor dificil

Editado: 07.09.2025

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