Al día siguiente, desperté más tarde de lo normal, desayuné lo que prepararon los demonios, lo cual me hizo arrepentirme de la decisión tan solo al primer bocado. Cocinaban realmente horrible, aunque para Jatián era lo más delicioso que había probado.
―¿No irá al reino amo Mivier? ―Me preguntó asombrado al ver mi tranquilidad.
―No, hoy me quedaré aquí.
Para la hora del almuerzo me encerré en mi biblioteca, siendo la excusa perfecta para no volver a probar la espantosa comida de los demonios; mientras revisaba cada libro que tenía, encontré el Demonic Book que yo utilicé tiempo atrás.
Recuerdo que lo encontré cuando era humano, aunque tiene una apariencia similar a la de Laria, este estaba ya muy desgastado, casi todas sus páginas estaban desechas, a excepción de la que indicaba como invocar a Belzenis, el rey de los demonios.
Todo pasó en medio de un bosque lejos del reino, torturado por las voces egoístas de aldeanos y personas de la nobleza, escapando lo más lejos posible, impulsado por algo más que el destino, solo para encontrarme con el libro de cubierta negra.
Mi curiosidad por saber sobre el extraño libro fue lo que me llevó a investigar con gran veracidad, cuando por fin supe que era en realidad, intenté destruirlo con todas las armas y de mil maneras posibles, pero no lograba hacerle ni un rasguño.
Al ver que mis intentos eran inútiles, lo oculté en lo más profundo del bosque con la intención de que nadie lo utilizase; en mi cabeza parecía un buen plan ya que nadie sabía de su existencia.
Nunca me hubiera imaginado que sería yo mismo el que utilizaría.
Cerrando el libro, lo puse en su lugar, para después empezar a caminar alrededor de la biblioteca. No podía pensar en nada para detener el veneno, sin mencionar que no se lo había dicho a Laria.
Conforme el tiempo pasaba, mi desesperación me imploraba que rompiera algo para desahogarme, pero en el instante que buscaba el objetivo perfecto, llegó a mi mente mi terrible error. Jamás le pregunté desde cuándo obtuvo su libro.
Sintiendo mi mundo desmoronarse, me apresuré transportándome a la casa de Laria.
Regresando nuevamente al sótano, me dispuse a subir donde estaba Laria, pero me detuve en cuanto escuché una voz familiar.
―¿Dónde lo escondes? ¡¿Él te envenenó y lo sigues protegiendo?! Esto es el colmo ―era obviamente Dassy.
Sintiendo que perdía un tiempo valioso, me transformé en Viermi y arreglé el sótano con varias cosas que allí había para luego disponerme a salir con una buena excusa.
―Viermi no me envenenó, esto fue por mi descuido ―aclaró Laria con débil voz.
―¿Entonces dónde está él? ―Preguntó Dassy furioso, pero para su sorpresa, como si hubiera sido invocado, salí del suelo sorprendiéndolo a él y a Laria.
―Estaba abajo buscando una cura, así que no te preocupes tanto por mí, Dassy.
―¿Qué estabas haciendo ahí abajo boticario? ―Preguntó con gesto amenazador.
Sin siquiera pedir permiso, saltó al sótano en busca de respuestas, pero se llevó una gran desilusión al ver una mesa repleta de varios instrumentos, plantas regadas por todo lado y en un rincón alejado, una pequeña cama donde supuestamente dormía.
Algo más calmado, Dassy subió donde estaba Laria, con una expresión que reflejaba mucha preocupación.
―¿Qué es lo que tiene Laria? ―Preguntó de forma seria, controlando su alterada emoción por ella.
Aún que era algo tonto, no se le podía ocultar el estado en el que estaba Laria, el cual era muy evidente: estaba roja por la fiebre, sin mencionar que parecía que se desmayaría en cualquier instante por su constante tambaleo.
Conservando la poca calma que tenía, respondí ante su mirada acusatoria.
―Un envenenamiento leve. Se curará con reposo y sin que la alteren demasiado. Así que, aclarada la confusión, caballero Dassy, lo acompañó a la salida ―sin ánimos y tiempo para burlarme de él, lo traté con amabilidad.
―Tú no puedes sacarme, no es tu casa ―se quejó con alevosía y acabando con la poca paciencia que me quedaba.
Aun cuando me gustaría sacarle a la fuerza, temía que me descubriera, así que debía seguir intentándolo con palabras.
Pero antes de continuar con la discusión, Laria intervino furiosa.
―¡Pero si es mi casa! ¡Así que lárgate Dassy!
Camine rápidamente junto a Dassy con un poco de temor hacia Laria. Una vez en la puerta de salida, ambos nos miramos fijamente.
―¿Qué pretendes con Laria, boticario? ―Su pregunta estaba cargada de celos muy obvios junto con una leve preocupación.
―No pretendo nada caballero.
―Ella es mía ―declaró sonriendo con superioridad.
―Ella no ha dicho lo mismo ―había colmado mi paciencia y estaba dispuesto a bajarle de la nube que él mismo se había subido.