El viaje de regreso a Ankara, había sido más corto de lo esperado. Las cinco horas, parecieron ser dos. No habían hablado en todo el camino, ni siquiera habían intercambiado miradas. Escuchaban la emisora, buscando alguna canción que los hiciera salir de sus profundas cavilaciones. Pero, no pasaban más que la noticia del atentado a "Empresas Yilmaz". El número total de heridos de gravedad era de ochenta, entre ellos, ocho niños. Sasha tragaba saliva aunque su boca estuviese seca, había lastimado gravemente a inocentes, eso no estaba en el plan. Retenía las lágrimas, con unas fuerzas abismales, pero era en vano, las gotas saladas, salían campantes de sus esferas verde agua y acababan en su regazo. Era inevitable pensar que morirían y todo por su culpa.
Nada había valido la pena. Ni siquiera que su fábrica central hubiese sido destruida. Los que deberían de estar muertos, no lo estaban. Los Yilmaz habían salido ilesos del atentado.
Golpeó con furia el timón de la camioneta y pegó un grito de impotencia.
—¡¡¡Detente, nos matarás!!! Espetó Osman, en un intento de recuperar el control del vehículo.
Sasha miraba al frente, con los ojos hechos un mar y con la quijada casi en el timón.
— Esas personas no tienen culpa alguna y ahora penden de un hilo. Dijo, con la voz entrecortada.
—Ya no hay nada que hacer, no podemos revertir las cosas, ahora cálmate y reflexiona con claridad.
—Ahora seremos la vergüenza Meier, la memoria del abuelo y de todos los que murieron, será avergonzada aún más. Señaló entre lágrimas, ignorando por completo las palabras de Osman.
— Eso no pasará. No tenemos culpa de que los malditos explosivos no hayan funcionado.
—¿Qué dirá mi madre?, ¿Cómo se sentirá al saber que su hijo es un completo incompetente? Replicó, ignorando por segunda vez las palabras de aliento de su primo.
—No eres un incompetente, Sasha. ¡Hiciste lo que tenías que hacer!
—Ya no hay nada que hacer. Los Yilmaz sabrán que fuimos nosotros.
— No importa, la guerra es de frente ¡y seguiremos haciéndolo, hasta recuperar el honor de nuestra familia!
Las palabras presurosas de Osman por levantar el ánimo de su primo no servían de nada. Sasha, seguía llorando. Algo extraño, ya que no solía hacerlo. Pero su primo comprendía en su totalidad que, aquello era por lo que había trabajado desde siempre. Recuperar el honor a los Meier. Era normal su llanto.
El tiempo hacia la cabaña de su madre, fue gastado en vano. No se encontraba allí, ni siquiera su hermano. La había llamado, pero, no respondía y lo más probable era que, se encontrase en la mansión.
Sus primos y hermanos, salieron ilesos, ahora, estaban de camino a la principal propiedad Meier. Las grabaciones de las cámaras de seguridad del edificio, fueron eliminadas por ellos, incluso la de áreas aledañas a este, no había forma de que la identidad de Sasha fuese revelada. Algo que a Osman le preocupaba.
Una hora después
Sasha y Osman, habían llegado a la mansión. El pelinegro, miraba expectante la fachada, buscando una excusa lo suficientemente pesada para Azra.
Las puertas de la terraza delantera se abrieron y entraron a pie. La mansión estaba en un silencio perpetuo aunque los vehículos de sus primos y hermanos se encontraban estacionados, lo regular era, escuchar charlas entre ellos, pero, en esta ocasión eran inexistente aquellos intercambio de palabras. Subieron las escaleras de piedra, cabizbajos y a paso lento. Llegando así, al balcón principal. Allí, se encontraban todos, cabizbajos y de pie al lado de Azra.
El silencio allí, hacía una cortante mezcla con la tensión, era espeso. Azra, mantenía su fiel mirada directa a Sasha que a paso lerdo, iba hacía ella. Solo Osman se atrevía a mirar a Azra.
Llegó hacía su madre y pudo percatarse que la rabia la hacía temblar levemente. Azra le hizo la típica señal con los ojos, de que se arrodillase y poco a poco, su rodilla se posó enclenque en el piso. Levantó el mentón viendo el rostro de Azra para luego, verla levantar la mano y acto seguido, estamparle sin piedad, una bofetada a Sasha. Tomó la quijada de su primogénito y la apretó con tal fuerza que sus uñas se incrustaron en su piel, haciendo sangrase. Con su otra mano, tomó el collar que le había obsequiado y sin un amago de por medio, lo arrancó de un jalón del cuello de Sasha.
— Para portar este collar se necesita valentía. ¡No mereces que este collar penda de tu cuello! Eres una legítima vergüenza para los Meier.
La respiración de Sasha, se detuvo por un breve momento, ante aquellas palabras. Fué como si su corazón, fuese apuñalado por mil espadas oxidadas.
Azra lo tomó de la camiseta y lo empujó, haciendo cayera de espalda y posteriormente, empezó a tirar lo que encontraba a su disposición. El estruendo de las cosas caer y romperse, junto a las maldiciones que lanzaba Azra al aire hacían un agujero en el corazón de su familia.
La respiración de Sasha se hacía rápida y, sin su madre darse por enterada, se puso de pie nuevamente y luego, en un intento desesperado de apaciguar a su Azra, gritó:
—¡Me casaré con Laia Yilmaz! Entonó, de forma arisca y temerosa.
Un silencio iracundo se hizo dueño y señor del balcón. Todos corrieron a mirar a Sasha, incrédulos ante aquella afirmación tan bestial y desleal. Azra lo vio con rabia y manifestó en un graznido:
— ¿¡Todavía tienes la osadía de atreverte a bromear después de todo!?
—No bromeo, lo digo en serio. Respondió, tambaleante.
—No te mato, únicamente porque eres mi primogénito.
—Anunciaron que buscan pretendientes para la chiquilla. Señaló, Sasha. Dejando pasar lo dicho antes por su madre.
— ¿¡Ahora piensas formar una familia con nuestros mayores enemigos, te has vuelto loco!?
—Permiteme explicar, madre.
Azra miró a su alrededor, buscando alguna explicación para el disparate que su primogénito había dicho. Finalmente asentó de malagana y Sasha continuó.