La noche, empezaba a reinar sobre Ankara. Y el odio en los corazones de los Yilmaz, hacía ebullición. La rabia controlaba las riendas. Descubrieron que el atentado a su principal planta de combustible, había sido ocasionado por los Meier.
La mansión se encontraba vuelta un escándalo. Los gritos de la señora Gözde rebotaban en las paredes. No había espacio que no se escuchasen sus maldiciones hacia los Yilmaz, en especial, hacía Azra. Su esposo e hijos, intentaban tranquilizarla, pero, era en vano.
Laia, miraba, atenta desde arriba en las escaleras. Estaba asustada y preocupada. Procuraba no asomarse demasiado o tomarían la rabia contra ella. La última noche, la pasó horrible. La señora Gözde, se pasó reprendiéndola por decir que no quería casarse. Su padre la azotó con un cinturón, frente a toda la mansión. Y su prima, Azru, la insultó hasta más no poder. No entendía el por qué la trataban de esa forma tan inhumana y cruel. No había hecho nada malo en su vida. Solo existir.
Su amiga de infancia, una mujer que trabajaba como empleada en la mansión. Le dijo que, estuviese alegre. Finalmente, podría irse lejos de los maltratos que su familia le otorgaba. Cuando aquel tal Sasha Meier, viniese a buscarla para llevársela. Aquello no la consoló. No quería irse con Sasha o tal vez, muy en el fondo quería hacerlo. Le parecía un hombre apuesto y dispuesto a todo con tal de conseguir su objetivo. Quizá le iría bien con él. En veinte años había sido la única persona que se había fijado en sus gustos por los claveles. La única persona la cual le obsequió algo significativo para ella.
Sintió un apretón en su brazo y volteó con brusquedad.
—¿¡Azru!?
—Si, mosquita muerta, soy yo.
Azru la tomó con más fuerza y la empezó a jalar hacia una de las habitaciones. Entrando entre jadeos. Cerró la puerta con llave y empezó a reclamarle a Laia.
— Si cree te vas a librar de mí, estás muy equivocada. Te seguiré a dónde vayas.
— ¿¡Por qué me tratas así, prima!? No te he hecho nada malo. —Preguntó Laia, con lágrimas en los ojos.
—Sí, sí me ha hecho algo malo y es comprometerte con ese hombre.
—Pero si yo no tengo la culpa. Dije que no quería, porque sabía que a ti te gustó. Inclusive mi madre te ofreció a ti y él no quiso. Aparte, tú fuiste la de la idea de que anunciaran que buscaban esposo para mí.
—Sí, lo hice para no verme necesitada. Con tu anuncio podría enamorar a cualquier hombre a mi altura que viniese a pedir tu mano.
—No lo sabía, no sabía que habías hecho eso por esa razón.
Azru le hizo una mueca.
—Pues ahora lo sabes. Y también sabes que no te dejaré en paz hasta verte retorcer en el fango.
—Pero el hombre no te querría de todos modos, tu misma escuchaste que no te quería a ti.
—Lo dijo por respeto a mi tía. ¿¡Quién te querría a ti!? Ni siquiera tus padres
—¿Por qué me dices esas cosas?— Cuestionó, llorando.
—Porque quiero y porque puedo y porque nadie vendrá a defenderte. ¿O acaso crees que ese hombre te ama? No. Solo te quiere como trofeo de que enamoró a una Yilmaz. O mejor dicho a un intento de Yilmaz.
La puerta se abrió con abrupta fuerza y entró un hombre alto y de cabello castaño. Se aproximó con rapidez a Azru y la tomó de la ropa hamaqueando su cuerpo.
—¿¡Otra vez insultando a Laia!?— Le gritó, mientras las lágrimas de miedo de Azru salían de sus ojos. La fue jalando hasta llegar al barandal de las escaleras. —¿¡Quieres que te tire de aquí para que aprendas a no meterte con Laia!?
El resto de la familia, veía el amago del hombre en tirar a Azru mientras esta suplicaba.
—Esta muchachita rebelde tiene que aprender a respetar lo que está quieto. Si no lo hago yo, nadie lo hará. —Evocó al resto de la familia. Que veían asustados.
La tomó de las piernas y la cargó en peso y en ese momento intervino Laia.
—No, no lo hagas hermano, por favor. —Suplicó.
Se trataba de Osgur, el mediano de los hijos de la señora Gözde y fiel defensor de Laia. Aunque un poco impulsivo y amargado.
—¿¡Por qué la defiendes!?
—Ella solamente estaba un poco confundida. No lo hizo de adrede. ¿¡Verdad prima Azru!?— Exclamó con premura y preocupación.
Azru asentó de malagana.
—Que te quede claro, Azru. Vuelves a tratar así a Laia y te juro por Dios, que te arrepentirás.
El hombre la alejó del barandal y la tiró al piso. Laia corrió a socorrerla y esta la apartó de un manotazo.
—¿¡Qué te ocurre Osgur!?— Preguntó con iracundo tono, la señora Gözde.
— A mí no me ocurre nada, madre. A ella, a esa malvada de tu sobrina sí que le ocurre algo.
—¡No me levantes la voz! Vuelve al vestíbulo. —Miró atrás de las espaldas de Osgur— Y tú, muchachita, vete a tu recámara. Tu futuro esposo está en camino.
Laia asentó temerosa e ingresó a su habitación.
Los sollozos iban desapareciendo a medida que recordaba lo dicho por su amiga. Se irían lejos Sasha y ella y quizá sería feliz. Pero, no lo conocía. Ni siquiera el nombre de su madre. No sabía nada del hombre con mirada de cazador. Solo sabía que la quería a ella y no sabía el por qué. No lo negaba, le parecía un hombre perfectamente hermoso. Desbordaba hombría y tenía un semblante varonil y recto. Parecía astuto y muy valiente, lo era. Entrar de la forma en la que entró a la mansión es algo que, nadie se había atrevido hacer. Ni siquiera los mismos Meier, sus mayores enemigos. Sin duda alguna, era valiente. Aquello movía una gruesa fibra de amor y emoción, en el corazón de Laia.
Sonreía, al recordar su caminar, su voz, varonil y agradable, como una melodía que la hizo tambalear. Recordaba su mirada, tenaz, presente y atrapante. Cómo la de un cazador acechando a su presa. Era profunda y por alguna razón, sintió alivio y seguridad al verla.
Nunca se le había permitido enamorase, o mejor dicho, su prima nunca permitió que se enamorara. Todos sus pretendientes que no habían sido muchos. Azru los tomaba para ella. Por eso negó que quería casarse para dejarlo a su prima.