Entre el odio y el amor

Capitulo dieciséis

 

El estropicio de las puertas abrirse, advirtió rápidamente a los Yilmaz que, algo andaba mal. Se apresuraron a la entrada y el fétido olor a cebada añeja, los invadió. 

—¿¡Todavía te atreves a llegar ebrio a nuestra mansión!?— Insinuó Gözde, tapándose con sutileza la nariz. 

—¿¡Y a ustedes que les importa si llego o no ebrio!?— Replicó en un revoltijo de palabras mal entonadas— 

— ¡Eres un cínico e irrespetuoso, Osgur! Cómo te atreves a decir eso. Estábamos preocupados por tí. Pensamos que te había pasado algo. — Desarrolló el señor Ozan. 

—No me importa si me pasa algo, la que me importaba ya no está aquí. Se fue con Sasha y adivina papito— Hizo una pausa y con mucho esfuerzo, se acercó, enclenque y audaz a su padre que, quitó la cara de inmediato al sentir más fuerte aquél olor— yo los ayudé a escapar y me metí en medio de su ejército de estupidos guardias para que no pasaran. 

—¡Eres un infeliz!— Vociferó Ozan y luego, estampó en la mejilla gastada de tanto llorar de Osgur, una bofetada firme. Haciendo que el ya, tambaleante hombre, cayera al piso. 

—Un Yilmaz jamás se debe a un traidor. Nunca tiene que compadecer a sus enemigos. Tu hermana deshonró el apellido de nuestra familia y merece ser asesinada para volverlo a limpiar.   

—Y siguen con su maldito honor. ¿¡Acaso no sé enteran que todo el país vió y escuchó lo que dijo esa señora Azra!? Su honor desapareció desde ese momento y aunque asesinen a Laia la gente no olvidará. Dense cuenta, su honor murió.— Se quejó, Osgur. 

Todos intercambiaron miradas. Sabiendo que las palabras de Osgur, estaban cargadas de verdad. 

— No me importa lo que la gente piense. Tu hermana será asesinada. 

Osgur echó una carcajada

—Primero tendrán que encontrarla y dudo que lo hagan— Anunció, burlesco y tentador ante la mirada de todos los miembros Yilmaz. 

—Tu nos ayudarás a encontrala, aunque tengamos que buscar por debajo de la arena del mar y por cuevas. Esa asquerosa mujer va a morir a pólvora y plomo.

—Primero tendrán que torturarme y ni aún así les diré el paradero de Laia y si llegan a encontrala frente a ella estaremos Sasha y yo. Ese hombre la ama y créanme que está dispuesto a todo con tal de proteger a Laia.  

—No me importa lo que ese maldito hombre esté dispuesto a hacer. Si es necesario llevamos mil hombres en busca de esa desgraciada. 

Gözde frenó el sermón de su esposo y les ordenó que dejasen el vestíbulo. 

—Cansu, llévalo a su habitación.— Ordenó, Gözde. 

Cansu se acercó a Osgur y miró a su alrededor, en busca de algún guardia que pudiese ayudarla. 

—Puedo caminar, pero, tendré que apoyarme a tí. Los guardias ni vendrán, están en una reunión.— Advirtió, en tono enredado. 

Cansu le extendió la mano y este se levantó y de inmediato pasó su brazo sobre los hombres de esta. Haciendo se sonrojara. 

Llegaron a la habitación. Cansu jadeaba del cansancio pesado que produjo llevar a Osgur. 

—Ven, siéntate a mi lado. Estás cansada. 

Cansu mordió sus labios y, siguiendo su ética laboral hizo caso omiso al pedido de Osgur y, dió media vuelta para salir en busca de agua y sopa para el Yilmaz. 

—¡Cansu!— Escuchó a Osgur y pegó un sobresalto. 

—Dígame señor. 

En tono de auténtico ebrio respondió: 

—¿¡Te han dicho que eres una mujer hermosa!?

Las mejillas de la muchacha se volvieron como un tomate y, atacada por tan inesperada respuesta no hizo más que, quedarse quieta. 

—Eres muy amable y cocinas delicioso ¿¡y quieres que te diga algo!?— Echó un descarado efervescente eructo y continúo— siempre me has gustado. 

Cansu se exaltó y pellizco su brazo para comprobar que no era un sueño y así se dió cuenta que, todo estaba pasando. 

—Yo le conté a mi madre, pero, ella me dijo que no podía estár enamorado de la servidumbre, sabes cómo es ella. Entonces quiso despedirte pero, le dije que era mentira. Yo quería pedirte que fuéramos novios, pero entonces ella te asesinaría.  

Cansu estaba perpleja y sin una explicación de por medio se retiró como un cometa del lugar. Fué corriendo a la cocina y, una larga sonrisa de emoción se dibujó en su rostro seguido a un chillido noble de alegría. 

La puerta de la cocina se abrió estrepitosamente y entró la cruel Azru que, instantáneamente, luego de asegurar la puerta con llave se acercó a Cansu que la miraba con recelo. 

—Tu me ayudarás a saber el paradero de Laia. — Cantó, de manera hipócrita. 

— Yo no sé dónde está la señorita y aunque supiera, no te lo diría, víbora. 

Cansu la tomó de la ropa y la jamaqueó. 

—Cómo te atreves a decirme víbora, arrastrada servidumbre. Y sí me ayudarás quieras o no. — 

—Ya te dije que no sé y más le vale que me deje en paz, si quiere que su cabello le siga creciendo. 

—Si no la sabes, entonces tendrás que averiguarlo con tu enamorado.— Insinuó 

—¿¡De qué me estás hablando!? ¡Yo no tengo enamorado!

—Escuché lo que mi lindo hermanito te dijo. Si mi tía se llega a enterar que Osgur está perdidamente enamorado de una pobre sirvienta de pacotilla, ten por seguro que, incluso tu descendencia desaparecerá. 

Cansu la tomó de las manos y la empujó. 

—No tienes pruebas de eso, muchachita consentida. 

Azru tiró una maquiavelica carcajada. 

—Tu misma lo has dicho, querida Cansu. Soy la consentida y por lo tanto, mi palabra es la que vale delante de mi tía. Así que si no quieres terminar tres metros bajo tierra, debes conseguir el paradero de la mosquita muerta de mi prima. 

La miró de arriba abajo y dió media vuelta sobre su propio eje. 

—Tienes un día para averiguar su paradero o sino ya sabes lo que pasará. 

Caminó hasta la puerta y tumbó una sartén con aceite para, finalmente, salir. 

—¡Maldita bruja! ¿¡Ahora cómo haré para conseguir el paradero de la señorita Laia!?— Inquirió para si misma. 

—¿¡Pero que pasa, mujer!? Explotarás. — Apareció por la puerta que da al jardín, una señora. Era Banu, la ama de llaves y como una madre para Cansu. 



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En el texto hay: amor secretos drama odio

Editado: 23.11.2024

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