El flash de las cámaras de los periodistas, tratando de captar alguna imagen que sirviese de primicia para las televisoras, iluminaban la fachada del hospital. Era de noche y esperaban con ansias ver a algún miembro de los Yilmaz o de los Meier salir o entrar del lugar.
Laia, ya había sido introducida al quirófano, al rededor de las cuatro treinta de la tarde, ahora eran las siete y cuatro de la noche y no había novedades sobre su estado actual. Sasha había donado la sangre requerida, una pinta y Osmán, presentó las dos restantes gracias a un banco de sangre privado.
Los Yilmaz, estaban enterados del accidente de Laia y por supuesto, la señora Gözde, no podía dejar pasar tal acontecimiento, para limpiar en una mínima parte, su ya, empolvada y sucia reputación. Ahora se encontraba de camino al hospital, más que preparada para hacerse ver como una madre abnegada frente a toda Turquía.
Azra también se encontraba de camino al hospital, el discurso desesperado de Elvan, al parecer había calado una fibra muy sensible dentro de ella y no pudo soportar imaginar a Sasha sufrir.
Súbitamente, una camioneta color negro, se aparcó detrás del séquito de periodistas, ocasionando un molesto estropicio que llamó la atención de las cámaras y micrófonos, dentro de ella, se hallaba la señora Gözde, preparándose para salir y así lo hizo, al chofer abrir la puerta trasera.
—¡Mi hija, mi hija, quiero ver a mi hija Laia!— Gritaba a los cuatro vientos, hipócritamente.
Las preguntas por parte de los periodistas no se hicieron esperar y actuaban como dardos con veneno dentro de ella.
Los guardaespaldas abrían camino hasta la entrada del hospital.
—¡Dios, por favor, no permitas que mi hija muera!— Gritó al cielo.
—Nunca en mi vida había visto tanta hipocresía en una sola persona.— Se alzó entre la multitud la voz de una mujer y de inmediato, Gözde cesó su falso llanto.
—¿¡Quién eres tú para decir que no sufro por mi hija!?— Exclamó a Azra que salía de la multitud.
—Solo soy la persona a quien entregaste a Laia, con tal de no arrodillarte en la plaza de Ankara.— Le sonrió
—¡No tienes que hacer nada aquí, esto no es de tu incumbencia, Azra!—
—Claro que sí es mi asunto, Gözde, mi hijo está allá adentro, con la maldita de tu hija, así que quítate de mi camino, Gözde Yilmaz, si no quieres que le diga a todos estos periodistas el porqué te estás mudando.—
El rostro de la señora Gözde, fue todo un dilema.
—¿¡Asustada, querida!?, no creo que eso te importe, tienes el dinero necesario para comprar otra mansión, incluso una más grande que esa, al menos que el valor de tus empresas, toque tierra y ya no puedas comprar ni siquiera un diamante.—
—¡Eres una desgracia!—
—Tú me enseñaste a serlo, cuando mataste a mi padre y a mi esposo.—
— Y el próximo será tu hijo.—
—Ni se te ocurra tocar a Sasha, porque yo misma, con mis propias manos, te asesinaré, Gözde Yilmaz.— Levantó la voz y luego, una bofetada aterrizó en la mejilla de la mujer.
—Te devolvería la bofetada, pero mi hija está muriendo allá adentro.— Le dijo, a un tono de voz adecuado para las cámaras y entró al lugar.
Azra se volteó a las cámaras.
—Sepan todos, señores que creerle a esa mujer es el equivalente a creerle al mismo demonio.— Enervó a los medios y sin más, entró al hospital.
Fue de inmediato a la recepción y siguió el camino que la auxiliar le señaló, junto a sus hombres.
Caminaba con premura y poco a poco, podía escuchar la voz de Sasha al final del largo pasillo, cuando finalmente lo vio y corrió hacia él.
—¡¿Qué haces aquí mamá?!— Inquirió, reticente ante la inesperada llegada de su madre.
Azra mordió sus labios, en un intento de apaciguar el ardor que el romper su orgullo le provocaba.
—Vengo a acompañarte y también vengo a saber como está la muchacha.—
—¿¡Te atreves a preguntar por Laia, cuando fuiste tú junto al infeliz de Emir que la entregaron a esos hombres!?—
—Entiende que no tenía opción, Sasha.— Respondió, en tono sufrido
—¡Tenías la opción de dejarme ir tras esos malditos hombres y no lo permitiste!, ahora Laia está allá adentro— Señaló el cuarto de operaciones— luchando por seguir viviendo.—
Osmán intervino y llevó a Sasha a una esquina, al unísono que la señora Gözde llegaba al pasillo. Sasha volteó y la vio, intentando consolar a Osgur, que se hallaba llorando sobre una silla.
—¡Lo que faltaba, la víbora más grande del nido!— Enervó
—¡Al decir tal bajeza, también involucras a Laia, así que piensa mejor lo que dirás, muchachito insolente!—
—¡No, Gözde, Laia no es igual a ustedes, ella es diferente y lo ha demostrado desde el día que conoció a mi hijo!— Interrumpió, Azra, instando a todos a mirar con asombro, a excepción de Osgur que se hallaba desconsolado.
—¿¡Ahora quieres a mi hija, Azra, después de humillarla e intentar matarla frente a toda Turquía!?—
—¡Yo jamás querré a un Yilmaz, pero ahora la muchacha es parte de mi familia y mi deber es abogar por ella.—!
Sasha intentaba descifrar lo que su madre se traía entre manos, pero por más que su mente cavilaba, en apremiados intentos por hallar una respuesta, no la conseguía y a la única conclusión a la cual llegaba, era que su madre, había cambiado mágicamente su comportamiento hacia Laia. Tal vez lo hacía por él, pero aquella respuesta, la quitaba de su lista, Azra jamás hablaría bien de un Yilmaz.
Desde luego, Azra sabía lo que hacía para proteger a Sasha de él mismo, aunque esto costara cortar un hilo de su orgullo.
—¿¡Podrían dejar de discutir!?, mi hermana se encuentra ahí dentro muriendo, por culpa de ustedes dos. Es un insulto hacia mi hermana que tú, mamá, estés aquí. Todos sabemos que no quieres a Laia, la odias, tanto como a los Meier.— Levantó la voz, Osgur, de pie, frente a Gözde y Azra.
—Será mejor que te vayas, tía, yo te mantendré al tanto del estado de Laia.— Se acercó Osmán.